Escoger una botella de vino, descorcharla con cuidado, dejar que el líquido resbale por la copa y observar el color a través de la luz. Luego, llevarla al olfato, percibir sus notas aromáticas, y tras el primer sorbo, detectar todos los matices de los que se es capaz. Esta es la ceremonia que repiten los amantes del vino para disfrutar de uno de los mejores placeres de la vida. Pero en el mundo del lujo, disfrutar del vino no significa solamente beber vinos exquisitos y caros, sino que se trata de ir más allá, de hacer un viaje emocional que conecte con la historia de una bodega, de una región vinícola o con el legado de una familia.
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