Hace unas semanas, la Via della Conciliazione, que es la que conduce al Vaticano, fue transitada, entre otros, por un grupo de periodistas que se dirigían a la basílica de San Pedro para cruzar la llamada Puerta Santa. Estos colegas querían, pues, ganar el Jubileo de la Comunicación. Casi paralelamente, Andrea Tornielli, director editorial de los medios vaticanos, pronunció unas palabras, tan aparentemente ingenuas, que me obligaron a sonreír. “Los obispos y los curas han de ser amigos de los periodistas. Descubrirán que los periodistas son personas normales, que tienen una familia.”
El mensaje de Tornielli resulta encantador. Yo creo que su deseo es difícil que se cumpla, salvo algunas excepciones. La desconfianza que muestran casi todos los eclesiásticos cuando son entrevistados es proverbial. Mayormente cuando esos entrevistados son obispos y cardenales. Recuerdo ahora a cierto excardenal de Barcelona que al día siguiente de haber tenido con él una grata y larga conversación, a primera hora de la mañana me llamó por teléfono uno de sus ayudantes para pedirme muy angustiado que no publicara la entrevista, porque ese era el deseo del entonces cardenal. Parece ser que esa era su habitual forma de proceder: se entusiasmaba, se sinceraba un poco, pero una hora después entraba en pánico y se arrepentía de haber concedido la entrevista. O sea que lo normal es que obispos y curas intenten pasar lo más desapercibidos posible, muy lejos de los periodistas. La excepción, hablo de mi experiencia personal, son algunos cardenales de la curia vaticana y portavoces vaticanos como lo fueron Joaquín Navarro Valls, el jesuita Federico Lombardi o el también periodista Greg Burke.
La desconfianza que muestran casi todos los eclesiásticos al ser entrevistados es proverbial
En el marco del Jubileo de la Comunicación, en la Universidad de la Santa Croce, se habló, entre otras cosas, de que el reto de los periodistas actuales era transmitir esperanza. No sé si ese noble menester es responsabilidad de los periodistas. Sí lo es intentar contar la verdad. Yo creo que transmitir esperanza debería ser la primera obligación de los políticos, pero no tenemos políticos y los pocos periodistas que aún quedan van a ser eliminados por la omnipresente Inteligencia Artificial, que parece preocupar mucho a la Iglesia.
Uno de los expertos en Inteligencia Artificial es el franciscano de la tercera orden regular, Paolo Benanti, que asesora sobre esta amenaza al Vaticano, al Gobierno italiano y a la ONU. Él fue uno de los organizadores del Llamamiento de Roma , que apuesta por la innovación digital y el progreso tecnológico pero al servicio del hombre no de su sustitución. El fraile Benanti está muy preocupado por la desaparición de los periodistas. La Iglesia demuestra actualmente tanta preocupación por los periodistas quizá porque teme que la Inteligencia Artificial sea un enemigo excesivamente poderoso.
De momento, ya lo saben: los periodistas son personas normales, según ha dicho Andrea Torrielli, que también ha añadido que el papa Francisco era amigo de ellos.