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jueves, febrero 6, 2025

Cuando Perón y Franco se disputaron una colección

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“¡Por Dios! No hables de estas cosas con nadie”, así terminaba una carta del embajador de España en Argentina, refiriéndose a la operación clandestina de regreso a su país de las nueve obras de arte, firmadas por Tintoretto, Rubens, Del Piombo, Tiziano… y Goya. Pertenecían a la Colección Francesc Cambó (1876-1947); fueron retenidas ilegalmente durante varios años en Buenos Aires, primero por un decreto del presidente Juan Perón, seguido por el interés de que pasarán a formar parte del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes.

El industrial y exquisito coleccionista Francesc Cambó.  Fue la figura gravitante de la Lliga regionalista, el partido conservador y catalanista de comienzos del siglo XX, influyente hasta el advenimiento de la Segunda República, en 1931. El industrial y exquisito coleccionista Francesc Cambó. Fue la figura gravitante de la Lliga regionalista, el partido conservador y catalanista de comienzos del siglo XX, influyente hasta el advenimiento de la Segunda República, en 1931.

La súbita muerte en Buenos Aires – el 30 de abril de 1947– del industrial, político, ensayista y mecenas Francesc Cambó, político catalán de influencia relevante en España, desató un episodio donde la realidad desafió la fantasía y enfrentó a los dos presidentes de ambos países.

Fundador de la Lliga Regionalista, en su hora el catalán Cambó fue considerado uno de los cinco grandes políticos europeos, a la par del francés Georges Clemenceau o Lenin. Con un protagonismo interesante en una vida rica en anécdotas y experiencia, Cambó había tenido otro enfrentamiento, en este caso con Benito Mussolini, según cuenta el catalán en sus Memorias. En 1930 Il Duce prohibió la salida de dos obras compradas por el mecenas catalán en Italia: «El charlatán» y «El Minuet», de Tiépolo, pertenecientes a la colección Papadoppoli. La sospecha de que en su colección hubiese obras de arte robadas por los nazis se desestimó más tarde por infundada.

«Vittoria Colonna», del maestro Sebastiano del Piombo.
«Pierre-Louis Laideguive», retratado al pastel por Maurice Quentin de La Tour en 1761.

Ramón Guardans Vallés, en Origen y vicisitudes de la colección Cambó, hace alusión al capítulo 24 de sus Memorias, consagrado al coleccionismo y a otras actividades culturales. Escribe Cambó : “Empecé entonces la caza de las obras importantes, obras que tuvieran un gran «pedigree», que me vinieran avaladas por grandes autoridades y que, con su contemplación, me dieran a mí un gozo intenso. Sobre todo, aquellas que contaran con un historial conocido desde que habían salido del taller del pintor”.

«Retrato del procurador Gritti», de Tintoretto.

Sobre Cambó, en su faceta de mecenas y coleccionista, se ha escrito poco, no así sobre su perfil de político e industrial. Conocido es que llamó a su despacho al director de los Museos de Barcelona, y le preguntó qué podía hacer él en beneficio del museo de arte de la ciudad. Este le recomendó comprar obras de los grandes maestros de la pintura universal. Durante 10 años Cambó donó a este museo y al del Prado obras emblemáticas, a la vez que armó una importante colección privada. En su testamento donó toda su colección, menos una obra legada a su hija y que hoy está en venta, «Retrato de Michele Marullo Tarcaniota», de 1491, considerada una obra maestra dentro de la retratística de Botticelli, y también la última obra del pintor del Quattrocento. Ésta se conserva en manos privadas, en la actualidad prestada por la familia al Museo de Bellas Artes de Valencia.

Un canje atípico con el Prado

Sobreviviente de dos atentados y un cáncer, Cambó se vino a vivir a Buenos Aires, donde, entre otros cargos, presidió la Compañía Hispano Americana de Electricidad (CHADE). El 21 de abril de 1941 desde Buenos Aires, le escribe a Francisco Javier Sánchez Cantón, director del Museo del Prado: “Me es muy penoso no tener conmigo ninguno de mis cuadros, que me harían muy buena compañía en este destierro, que ya se prolonga demasiado. Mi propósito es ceder buena parte de mi colección, desde luego mis primitivos italianos, al Museo del Prado. Yo estaría dispuesto a dar comienzo, desde ahora, a la realización de mi propósito, si pudiese conseguir que se me permitiera que, mientras yo esté en América, pudieran estar conmigo algunos de los cuadros que tengo en España. “

«Eva tentada», obra de Francesco Montelatici, de 1661. También conocido como Cecco Bravo, fue un celebrado exponente del barroco italiano.

En otras palabras, a cambio de que autorizaran la salida de los cuadros de España, ofreció ceder al Museo del Prado su colección de maestros italianos: “Mi cuadro de Giovanni del Ponte, mis tres grandes “panneaux” de Botticcelli, dos primitivos atribuidos generalmente a Taddeo Gaddi y por muchos críticos, entre ellos, a Pietro Nelli y a Melozzo de Forli (renacentista temprano)”.

«Muchacha frente a un espejo», de Tiziano. Perteneciente a la colección Cambó.

Aun cuando Franco en un primer momento está en desacuerdo con dejar salir rumbo a Buenos Aires las 9 obras pedidas – primero 8 y después el Goya–, acepta y da lugar a un atípico canje de arte, que le permitió al Museo del Prado completar una colección casi inexistente y a Cambó, traer sus obras preferidas.

«Alegoría del amor», tambièn conocida como «Cupido y Psique», de Goya. Hasta 1928 parte de la colección de la marquesa de Bermejillo del Rey; pasó a la de Francesc Cambó. Él la legó en 1949 al Museo Nacional de Arte de Catalunya, donde ingresó en 1954.

En 1941 llegan «Vittoria Colonna», de Sebastiano del Piombo; «Chica frente al espejo», de Tiziano Vecellio; «Retrato del procurador Alessandro Gritti», de Tintoretto ; «Lady Georgiana Poyntz, condesa Spencer», de Thomas Gainsborough, «Lady Aletheia Talbot, condesa de Arundel», de Peter Paulus Rubens, «Pierre-Louis Laideguive», de Maurice Quentin de La Tour, «Eva tentada» de Francesco Montelatici, «Retrato masculino» de Govert Flinck. El noveno cuadro, y el noveno cuadro, «Alegoría del Amor, Cupido y Psique», de Francisco de Goya, llega en 1946.

Un documento de la época establece: “Los expresados cuadros serán documentados con factura de exportación libre de derechos, en la que se hará constar con todo detalle los cuadros de que se trata, expresándose en dicho documento la circunstancia de que se expide a los efectos de que sirva de justificante en el momento del regreso a España de los artículos”

«Lady Georgiana Poyntz, condesa de Spencer», retrato de T. Gainsborough.

Desde 1941 al 1947, Cambó vivió en un edificio de la actual Avenida del Libertador 3754, entonces Avenida Alvear 4654, que ya no existe. También vivía allí el pintor argentino Raúl Monsegur. El empresario catalán pasa períodos en la mansión «Mon Repòs», en San Miguel. Entre sus amigos figuran Victoria Ocampo y el compositor español más importante del siglo XX, Manuel de Falla, a quien acompaña y ayuda –ambos morirán en Argentina–. También lo fue de varios presidentes argentinos, entre ellos, Marcelo T de Alvear, coleccionistas como Enrique Larreta, los banqueros Carlos Mayer y Alejandro Shaw.

Un Franco obsesionado por el acervo de Cambó y la salud de Evita

Después de la muerte de Cambó, el Ayuntamiento de Barcelona inició los trámites para que su testamento se hiciera efectivo y las obras pudieran trasladarse desde Madrid, Lausana y Buenos Aires, donde estaban repartidas, a Barcelona.

El 26 de junio de 1952, un decreto firmado por el presidente Perón prohíbe la salida de Argentina de las obras. El conflicto escala y piden que el Museo Nacional de Bellas Artes sea depositario de las obras. Juan Zocchi, por ese entonces director del MNBA, declara: «Yo no sé si lo que pido es legal o deja de serlo; si puede hacerse o no; eso lo verá el Gobierno y lo saben los abogados. A mí, director del Museo, lo único que me interesa son los cuadros. Y mi deber es pedirlos y obtenerlos”,

Evita Duarte de Perón en la cena de gala que le ofreció el dictador español durante su viaje a Madrid. Evita Duarte de Perón en la cena de gala que le ofreció el dictador español durante su viaje a Madrid.

En una misiva el Embajador de España, Manuel Aznar (abuelo del expresidente José María Aznar), escribe: “El magnífico desenfado con que se hacen las cosas en este país llevó al Gobierno y al Juez a adoptar las determinaciones que provocaron nuestra reacción inmediata. Por sorpresa, se quiso resolver un problema que no tiene otra solución sino la de la Ley y el decoro. Por sorpresa, apareció el Decreto del Poder Ejecutivo, que prohíbe la salida de los cuadros. Por sorpresa, firmó el Juez la providencia que ordenaba entregarlos al Museo; y por sorpresa, finalmente, se inició el expediente de expropiación. Ahora resulta que el Juez se asombra mucho de la protesta española, porque él declara que supuso a todos de acuerdo, comprendiendo en la palabra todos al Gobierno español, al Gobierno argentino, a los herederos, a los albaceas y al Ayuntamiento de Barcelona. Y no sabe cómo salir del atasco.”

Un largo intercambio por vía diplomática y legal se sucede. Desde el estudio de abogados argentinos contratados para llevar el caso escriben “Probablemente no ha tenido usted la desgracia de vivir en un país en el que la organización judicial se halla desquiciada y, en los casos como el del legado de Cambó, se suceden día a día sin que los Tribunales se atrevieran a “desfazer los entuertos” y «restaurar los avasallados derechos de las personas”.

El ocaso de un dictador: Francisco Franco en 1973. Murió dos años después, el 20 de noviembre de 1975. AFP PHOTO EPA/EFEEl ocaso de un dictador: Francisco Franco en 1973. Murió dos años después, el 20 de noviembre de 1975. AFP PHOTO EPA/EFE

El 30 de junio de 1954 un nuevo decreto de Perón deja sin efecto oficialmente la anterior disposición, que impedía la salida de los cuadros de Argentina. Lejos de lograrse una solución, el conflicto sigue. Se suceden los recursos que recuerdan que el propietario del legado es el Ayuntamiento de Barcelona. La viuda de Cambó, Mercè Mallol, y su hija Helena, también protestan.

El embajador Aznar, autorizado por España y saltándose la prohibición argentina, saca personalmente las obras de la antigua casa de Cambó el 19 de julio de 1954 junto al agregado cultural José Ignacio Ramos, y las traslada a la Embajada, territorio español en Argentina. Pocas horas después, según documentos conservados, agentes del fisco argentino se presentaron en el domicilio de su viuda con la pretensión de incautarlos, alegando que no estaban debidamente tasados. No encuentran nada.

Argentina responde sitiando la embajada española. Desde España se evalúa como sacar las obras. Tiempo después el embajador español, expulsado de Argentina por este hecho, recordará: “A Franco le obsesionaron dos cosas durante mi misión: los cuadros de Cambó y la salud de Evita”.


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Entre los bienes de un marqués

La colección sale secretamente desde Buenos Aires por mar el 30 de noviembre de 1954, años después de iniciado el conflicto. Salen camufladas entre las propiedades que tenía en Argentina el diplomático español Fermín López-Roberts, marqués de la Torrehermosa, que había fallecido. Su viuda las recibirá. A ella le escribe el embajador español: “¡Por Dios! No hables de estas cosas con nadie”.

A los numerosos detalles sobre el regreso de las obras de Cambó se añaden ahora los descubiertos por Mireia Berenguer y Alicia Cornet, investigadoras del Museo de Arte de Catalunya, lugar al que Cambó donó casi toda su colección.

Ellas dieron a conocer las cartas que envió a un colega, Lluís Iglesias, técnico de esta institución, quien entró como turista a Buenos Aires para embalar las piezas. En los 24 días que estuvo en el país, se encargó personalmente de fabricar las dos cajas utilizadas para transportar los cuadros que fueron enviados sin sus marcos. Sobre las dificultades que tuvo en negocios porteños para conseguir los materiales dejó escrito: “de una calma espantosa y las soluciones entre ellos son las siguientes: no se ponga Ud. nervioso, no se haga mala sangre”

Las obras salieron de la embajada española que estaba rodeada por efectivos de la policía argentina, en un auto rumbo al puerto. Una vez en el vapor Cabo de Hornos, las cajas con las obras fueron escondidas dentro de dos contenedores donde viajaban los muebles y el ajuar del diplomático y su familia.

Toda la colección Cambó, donada en su testamento, se mostró al público en octubre de 1955 en Barcelona. Numeroso público asistió a verla. Actualmente las 9 obras protagonistas del caso argentino se pueden ver en el Museo de Arte de Catalunya.

De los 14 nietos de Cambó, Pau Guardans, fundador de la cadena de hoteles de lujo española Único Hotels, es el actual dueño de Casa Lucia en Buenos Aires, un hotel que cuenta con un interesante espacio donde se suelen ver buenas muestras de arte. Está situado a unas pocas cuadras de donde se produjeron los hechos relacionados con la Colección Cambó en Argentina.

Columna de la periodista Claribel Terré Morell, directora de la revista BeCult, en base a su podcast. Las primeras emisiones han sido reunidas en el libro «Traidores del arte». Fotos: Cortesía de Mireia Berenguer y Alicia Cornet, investigadoras.

Redacción

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