De tanto en tanto, algo falla. Así, los centenares de efectivos de distintas fuerzas de seguridad, y tantos otros de empresas privadas, quedan en ridículo porque una persona, entre miles que pueblan un estadio, tiene puntería y agrede a un futbolista o árbitro en pleno partido. Pasó este martes en Mendoza, donde el árbitro Yael Falcón Pérez suspendió el encuentro que jugaban Godoy Cruz de Mendoza y Talleres de Córdoba por la agresión con un palo al asistente Diego Martin.
Ese objeto que emplearon para agredirlo, sin embargo, no estaba dentro de las prohibiciones que tienen los hinchas para ingresar a un estadio de fútbol. Valga la aclaración del deporte, ya que aunque son los mismos organismos de Seguridad los que instrumentan los operativos y redactan las disposiciones, cambian las directrices si el espectáculo es automovilismo, rugby o básquet, entre otros.
![Agresión al juez de linea Diego Martín en Godoy Cruz Talleres foto diario los Andes](https://www.clarin.com/img/2025/02/04/bdLXVp4q4b_720x0__1.jpg)
Lo que Falcón Pérez mostró como prueba para suspender el partido era un tubo de PVC hueco pero duro, que habitualmente se utiliza para sostener las banderas de un metro cuadrado que son permitidas. Tanto el mástil, como la tela -siempre y cuando no contenga agravios ni colores que no sean los representativos de cada club- pasan el cacheo en las inmediaciones del estadio.
Por eso el operativo de seguridad nutrido por 190 policías y 120 efectivos de seguridad privada previsto en el estadio de Gimnasia de Mendoza, donde Godoy Cruz mudó su localía por refacciones en el mundialista Malvinas Argentinas, no impidió el ingreso de lo que después sería arrojado contra el asistente Martín.
En la Argentina existe una ley que regula a todas las provincias a la hora de instrumentar operativos en canchas. Es la Ley 23.184 de Prevención y Represión de la Violencia en Espectáculos Deportivos promulgada hace 40 años, que con adendas, decretos y modificaciones mantiene su vigencia.
Allí se detallan expresamente una serie de objetos que no pueden portarse, como un revólver o un cuchillo, y otros que se ajustan, sin mencionarlos, al sentido común. Nada dice de un látigo o un adoquín, pero al entenderse que podría utilizarse como proyectil no pueden ingresar junto al espectador. El problema del alcance de la interpretación es que también corre la misma suerte un encendedor.
Las armas, de fuego y blancas, como «cualquier elemento que pueda utilizarse para agredir a otras personas” están prohibidas al igual que la pirotecnia en general y los “fuegos artificiales, bengalas y cualquier tipo de artefacto explosivo” en particular. Del mismo modo, el consumo de alcohol y sustancias ilegales está restringido dentro de los estadios y en sus inmediaciones, ya que se considera estimulan la violencia.
Tampoco están permitidos los envases de vidrio, metal o plástico, de manera que son requisadas las botellas, latas y otros recipientes de materiales duros por su potencial uso como proyectiles. En un gesto humanitario, la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (APREVIDE) hizo una excepción en la última semana: debido a la ola de calor, permitió el ingreso de botellas plásticas de hasta medio litro… sin tapa.
![Una requisa en medio de un operativo preventivo para un partido de la Argentina en Buenos Aires. Foto: EFE / Enrique García Medina](https://www.clarin.com/img/2025/02/05/sYB6EES1J_720x0__1.jpg)
Si hace calor, tal vez los hinchas pueden entrar con agua, aunque si llueve no pueden hacerlo con paraguas. Parece chiste, pero la lógica de la deshidratación que habilita las botellitas no corre para los días de tormenta. Aunque se los ve y escucha, tampoco se puede ingresar con bombos. Los ministerios de Seguridad de las distintas provincias hacen la excepción tras una inspección ocular para evitar que se conviertan en receptáculos de objetos prohibidos.
No es la única concesión de los organismos de Gobierno a las barras bravas (¿quién más lleva bombos a la cancha?), también pueden entrar banderas de dimensiones prohibidas –los llamados “telones”- y cuando se trasladan, son escoltados –encapsulados, detallan las minutas policiales- sin parar en semáforos o estaciones de peajes.
![Un muestrario de elementos secuestrados en operativo de APREVIDE en 2023. Foto prensa Aprevide](https://www.clarin.com/img/2023/04/01/PdIwG6eaC_720x0__1.jpg)
Mientras tanto, los socios o simpatizantes que llegan a los estadios de diferentes modos, hacen la cola para el cacheo –en general dos cordones, más un tercero si está dispuesto el programa Tribuna Segura- en el que se incautan objetos de la contundencia de un simple encendedor.
El fútbol, distinto a todo
Aunque pesa la misma ley, la 23.184 antes citada, otros espectáculos deportivos tienen otra interpretación, aunque sean los mismos organismos encargados de la seguridad y entre el público existan personas que además de fútbol, concurran a partidos de otras disciplinas.
¿Básquet? Ningún problema para ingresar con mate, bombilla y termo, además de botellas con bebidas no alcohólicas ¡y con tapita! ¿Rugby? Las damas con carteras o bolsos, los chicos con su termito de agua y, en varias provincias, hasta conservadoras para un tentempié. ¿Automovilismo? Acá lo mejor: los hinchas hacen asados -prenden fuego- y cortan el manjar con cuchillas afiladas.
![Todo listo para el almuerzo en una carrara del TC en Posadas. Foto: TONY BOSCO](https://www.clarin.com/img/2025/02/05/l2-xmU_lJ_720x0__1.jpg)
¿A dónde va la pila de encendedores, botellas de gaseosa o agua y paraguas que el fútbol no permite? Se desconoce. Del mismo modo que las barras son tratadas como entidades ajenas a la sociedad, los objetos decomisan en el ingreso desaparecen a la vista de sus dueños cuando dejan el estadio.
La agresión al árbitro asistente Diego Martin en Mendoza da cuenta de la falla del sistema -y en la cabeza del agresor, en primera instancia- que lleva medio siglo con una ley que no impide la violencia en fútbol, sino que la contiene latente, y que desde hace 17 años en el Ascenso y 12 en Primera División, no tiene público visitante. Sí agua los días de calor, aunque sin tapita.