La bucólica imagen de un grupo de burros catalanes campando a sus anchas en unos pastos de Soriguera, en el Pallars Sobirà, es posible gracias a la pasión de Josep Lluís Piqué hacia estos animales. “Somos dos amigos que, como hobby, compramos hace 24 años dos hembras, más tarde un macho y ahora tenemos 17 ejemplares, queremos contribuir a mantener la raza”, comenta Piqué. Iniciativas como esta evolucionan paralelamente a los proyectos científicos emprendidos por la facultad de Veterinaria de la UAB, donde gestionan un banco con 6.000 dosis de semen congelado y 15 embriones. Los últimos datos censales publicados por el Ministerio de Agricultura indican que quedan 919 animales en el conjunto de España, de los cuales 873 en Catalunya. Una población inferior a mil se considera en peligro de extinción, confirma Jordi Jordana, doctor en Veterinaria de la UAB y responsable del libro genealógico del burro catalán.
Jordana remarca que es imposible saber el número exacto de animales vivos pues muchos propietarios no notifican las muertes. Por eso intuye que la cifra real es inferior a los citados 873. Se estima que a principios del siglo XIX se superaron los 50.000 ejemplares, pero con la mecanización del campo la población cayó en picado situándose al borde de la extinción en los años 60 y 70.
Este mes de febrero la burra Enxaneta parirá una cría fruto del primer embrión in vitro, en la UAB
La Associació pel Foment de la Raça Asina Catalana (AFRAC), creada en 1978 para proteger el burro catalán, cuenta con 50 asociados que acreditan un total de 350 animales a los que se hace un seguimiento exhaustivo. Pero es más difícil conocer la realidad de los que están fuera de la AFRAC. Joan Gassó, un comerciante de terneros del Berguedà, fue en la década de los 70 el artífice del inicio de su recuperación. “En estos momentos, se mantiene la población, pero en el futuro irá a la baja porque la mayoría de criadores son personas mayores sin relevo generacional”, añade Jordana.
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Gran parte de los propietarios solo tienen uno o dos asnos, su objetivo no es hacerlos criar sino disfrutar de ellos como animales de compañía, utilizarlos para algunas labores del campo o para la limpieza del bosque pues son grandes desbrozadores. Su acción es muy valiosa en la lucha contra la propagación de incendios. “Para acceder a las ayudas destinadas a incentivar la raza es necesario tener al menos cinco burros”, precisa Jordana. Muchos quedan excluidos de este incentivo al contar con menos animales.
Una de las pocas fincas dedicadas a la cría es la de Joan Gassó, en Olvan (Berguedà), hijo del promotor de la recuperación de esta raza. “Ahora tengo cuarenta y pico burros, pero antes llegamos a los 150, la burocracia nos ahoga, es muy complicado mantener la explotación”, lamenta.
La facultad de Veterinaria de la UAB está comprometida con la preservación del asno catalán, muy valorado en el pasado y que, a principios del siglo XIX, se exportó a Estados Unidos, donde se utilizó como un poderoso animal de carga en la conquista del Oeste.
Jordi Miró, catedrático de Medicina y Cirugía Animal de la UAB, recuerda que esta universidad es pionera en la puesta en marcha de programas para conservar la raza. “En el 2003 nació el primer burro catalán del mundo por inseminación con semen congelado y, en el 2023, creamos el primer embrión in vitro, lo congelamos y posteriormente, en enero del 2024, lo transferimos a una burra, Enxaneta, que parirá este mes de febrero un macho”, explica Miró. El banco con más de 6.000 dosis de semen de 21 animales diferentes da una cierta tranquilidad, es una poderosa herramienta contra la extinción.
La ciencia y pequeñas iniciativas como el apadrinamiento de burros contribuyen a su salvación. La Microreserva del Ruc Català de Soriguera es uno de los proyectos de protección de la naturaleza que agrupa el portal Gratitud Pallars. Actualmente, mantiene abiertas seis campañas de micromecenazgo, entre ellas la de la citada microreserva que busca recaudar poco más de mil euros para mejorar el bienestar de estos équidos.
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“El burro catalán ha sido importantísimo en América, es el símbolo del partido Demócrata, fue un animal determinante en la conquista del Oeste”, recuerda Jordi Miró. Por su corpulencia y capacidad de trabajo como animal de carga ha sido muy valorado. Pero Miró apunta que tiene otras muchas cualidades. Es esencial en la limpieza de bosques y en el turismo rural, además de tener potencial en las terapias con niños o con personas con alguna discapacidad. Miró indica también que el queso más caro del mundo se elabora en Serbia con leche de burra.