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El tábano de Sócrates | Montevideo
@|El IVA grava el consumo de bienes y servicios en general, por lo que constituye un monto que se suma al precio de venta y debe ser absorbido por los consumidores. Si la capacidad contributiva se mide por el ingreso, pesa más sobre quienes tienen menores ingresos y los destinan todos al consumo. Para amortiguar ese efecto regresivo, no se gravan o se gravan con tasas bajas los bienes más consumidos por aquellos sectores (alimentos, medicinas y servicios básicos). Pero de esta forma también se beneficia a sectores más pudientes dado que también los consumen.
El IVA personalizado -IVA P- consiste en fijar una tasa única y devolver a los sectores menos pudientes todo o parte del IVA en los bienes que consumen. La idea luce atractiva, pero debe vencer algunos problemas de implementación; quizá el mayor sea fijar administrativamente el monto de ingresos por debajo del cual habrá derecho a devolución, que hará que quienes queden lo superen por un peso no solo carezcan del beneficio, sino que además vean aumentada su carga tributaria al haberse eliminado las exoneraciones y tasas reducidas.
Pero antes de embarcarnos en este proyecto algo complejo, cabría preguntarse: ¿cuánto aporta en materia de redistribución del ingreso?
El BID publicó en el año 2022 un documento (“El IVA Personalizado revisado: una herramienta para la consolidación fiscal con equidad”) al cual nos remitiremos de aquí en adelante.
Ya de arranque, los autores confiesan una verdad conocida por los tributaristas: “Los sistemas tributarios tienen un impacto muy poco significativo sobre la distribución del ingreso”. Aun así van adelante porque la verdad anterior “no quiere decir que no se deba hacer todo lo posible para evitar que un pobre diseño deteriore aún más dicha distribución”. (página 20).
¿Pero cuánto es el “deterioro” que el IVA P intenta corregir?
Dos muestras extractadas del trabajo ya citado.
En una simulación de la aplicación del IVA personalizado en Argentina, año 2018 (página 24) se estima que debería pagarse a los estratos menos pudientes de ese país una compensación que ascendería a 2.457 pesos argentinos por año (a la cotización del dólar promedio de aquel año, unos US$ 100).
En otra parte del trabajo (página 65 y siguientes) los autores realizan dos simulaciones de aplicación del IVA personalizado para Uruguay tomando cifras de 2017.
Pues bien, en ellas se estima que la reducción del impacto del IVA para los beneficiarios del proyecto -en este caso los integrantes del decil de menor capacidad económica de la población- es en su conjunto 254 y 217 millones de pesos según se trate de una u otra simulación, o sea traducidos a la cotización del dólar promedio del 2017, US$ 8.800.000 y 7.500.000 respectivamente. Según la encuesta de población recientemente publicada, existen en el país 1.659.000 viviendas. Estimando de manera muy conservadora que de ellas corresponden 82.950 -o sea la veinteava parte- al decil de menor capacidad económica, cada hogar de ese decil recibiría como beneficio unos US$ 100 por año.
O sea, escasísimo aporte en materia redistributiva.
Pero, un detalle adicional importante: las mismas simulaciones arrojarían un aumento en la recaudación del total del IVA del orden de los US$ 400 millones. O sea que quienes no se verían beneficiados por la devolución del IVA deberían soportar una mayor carga tributaria, superior en aquella cifra a la estrictamente necesaria para compensar la pérdida de recaudación por la devolución del impuesto al sector de menor capacidad económica.
La frase se le atribuye a Colbert, el gran ministro de Luis XIV: “Recaudar impuestos es un arte: se trata de desplumar al ganso de tal forma que no se dé cuenta que se está quedando sin plumas”.
¿Será éste el caso?
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