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sábado, febrero 8, 2025

Ponerle el cuerpo al fuego: tres brigadistas en combate en los incendios de la Patagonia

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La Patagonia está en alerta ante múltiples incendios. Diminutos ante la fuerza del fuego, brigadistas están detrás de la batalla incansable de acorralar las llamas.

Perdidos en los bosques nativos, llevan una pesada mochila y una brújula cuyo norte es la defensa de un patrimonio que es de todos. Hora a hora, mediante su trabajo en equipo, son quienes pueden alterar un reporte de malas noticias. 

Todos ellos están dispersos en los focos activos, actualmente en el parque nacional Lanín en Valle Magdalena, el Nahuel Huapi en El Manso y Los Manzanos; y también en El Bolsón; más los nuevos cerca de El Hoyo, en Chubut.

“En el combate del incendio, la adrenalina hace que llegue hasta casi los últimos momentos. Tratamos de apagar el fuego o de terminar la línea, a veces no nos damos cuenta y nos ponemos en peligro. A veces tenemos tanta adrenalina que el fuego llega al pie de los camiones, antes de salir”, contó Ariel Dattoli (45) profesor de Educación Física, guía de montaña y brigadista.  

Por estas horas trabaja para extinguir las llamas en el Parque Nacional Nahuel Huapi. Nació en Buenos Aires, pero hace 17 años vive en Bariloche. Desde 2012 trabaja como brigadista en la Administración del Parque Nacional y hace una década tomó el cargo de jefe de cuadrilla. 

“¿Cómo combatir incendios? Esos conocimientos no existen en los manuales”, dijo desde otro punto del mapa, su par, Matias Moraga (39) quien fue convocado a prestar servicios en Epuyén y en Mallin Ahogado. Nacido en Neuquén, hace 27 años vive en Chubut. Ingresó como brigadista en el Parque Nacional Lago Puelo y ya tiene 13 años de trayectoria. 

Todavía se acuerda del dolor de pies al ponerse los zapatos, tras la temporada 2014/15 en El Turbio, cuando caminaron durante más de dos meses apagando gran cantidad de incendios en la Comarca Andina. 

“Muchos vecinos pierden lo que han conseguido a lo largo de sus vidas. Es difícil contenerse en esas situaciones por el estrés que genera y volver a casa esperando olvidar de alguna manera esos momentos que quedan grabados en nuestras mentes”.

Matías Moraga, brigadista parque nacional Lago Puelo.

Desde parque nacional Los Alerces, Hernán Mondino (40) contó su historia. Él es técnico de aviónica. Nació en Berazategui, pero la vida lo trajo al sur. Trabaja como brigadista, pero antes de alistarse, estuvo en Austral/Aerolíneas Argentinas y luego en una empresa de helicópteros en Tierra del Fuego. 

“En el incendio de Alerces me sorprendió ver como el fuego cruzó un arroyo y en cuestión de minutos las llamas se devoraban una ladera completa. Y ver a los medios aéreos intentar apagar y parecer algo insignificante a comparación de las llamas. Creo que es algo muy extraordinario como para ubicarnos en las dimensiones”, contó Hernán. 

Ante una situación de incendio, trabajan de sol a sol. “El esfuerzo físico es muchísimo”, contó Ariel. Se levantan a las 4 de la madrugada para llegar a la base, donde se preparan y salen “a combatir”, como dicen ellos.

“Si nos puede transportar el helicóptero subimos con el equipo, pero la mayoría de veces tenemos que cargar todo a hombro, sea motobombas, motosierras, tramos de manguera, herramientas manuales, mochila de alrededor de entre 10 y 15 kilos, de ahí caminar entre una a cinco horas”, reveló Ariel. 

La jornada de trabajo es de 12 a 14 horas, ya que terminan a las 20 para intentar descansar, muchas veces con la frustración de no haber podido dar pasos significativos en la misión. “Las jornadas laborales en temporada alta son agotadoras”, contó Matías. 

Los brigadistas ponen en riesgo su vida minuto a minuto. Volver a la base es un triunfo cotidiano. “Hay veces que el fuego no se encierra por situaciones críticas, porque aumenta el viento, la temperatura, baja la humedad y nos encontramos con columnas de humo muy altas. Esto genera pavesas, pequeñas hojas prendidas en el aire que caen alrededor nuestro, dejándonos atrapados”, contó Ariel. Si bien corrieron riesgos, hasta ahora pudieron salir a tiempo, antes de que los encierre el fuego. 

“El día a día en incendios es cambiante, hay días en los que el fuego está tranquilo y días en los que nos sorprende el comportamiento y complica su control”, expresó Matías. Para él, el calentamiento global intensifica la situación.

Un día en la piel de un brigadista


Con herramientas manuales, realizan líneas corta fuego, tirado de tramos y si encuentran alguna laguna, arroyo o curso de agua, utilizan una motobomba y hacen un tendido de manguera para poder sofocar el fuego con agua, según relató Ariel Dattoli. La jornada termina con el repliegue a la base, en horas de la noche.   

En temporada de verano no solo se abocan a los incendios forestales, sino también a otras emergencias como búsqueda y rescate de personas perdidas o lesionadas en los parques. 

“Los tenemos que ir a buscar caminando y bajarlos en camilla. A veces la emergencia puede durar una hora, pero a veces lleva entre 10 y 12 horas bajar de algún refugio o de alguna zona complicada a una persona lastimada”, contó Ariel en el caso del Parque Nahuel Huapi. 

“Tenemos que estar bien físicamente, sea para los incendios o para los rescates. A veces trabajamos toda la noche, las emergencias no tienen horario. La verdad es que a lo largo de la temporada el cuerpo lo va sintiendo”, agregó Ariel. 

En situaciones normales, trabajan siete horas en campañas de prevención de incendios forestales en las escuelas, en fiestas populares y en senderos de montaña. En el Parque Nacional Nahuel Huapi, trabajan en raleo y poda preventiva de árboles con peligro de caída. 

70
situaciones de emergencia han llegado a reportarse por temporada en el Parque Nacional Nahuel Huapi, como máximo.

Sueldos bajos, inestabilidad y falta de reconocimiento


En medio del contexto de emergencia ignea, los brigadistas son cada vez menos, hubo despidos y renuncias en el último tiempo. Aseguran que el nivel salarial es bajo y trabajan en un marco de inestabilidad: un combo explosivo que tiene eco a la hora de combatir los incendios. 

“Un brigadista inicial está muy lejos de lo que es la canasta básica, en la línea de la pobreza”, comentó Ariel Dattoli. Dijo que en la Patagonia perciben un salario de alrededor de entre 850 y 900 mil pesos mensuales. 

La situación laboral es precaria, inestable. “Esto no es nuevo sino que es como política de Estado para la actividad, de los 400 brigadistas de Parques Nacionales más los 160 del Servicio Nacional, somos todos contratados, con compañeros que ya llevan más de 20 años en la misma situación”, reveló Hernán. 

“Hoy en este contexto el gobierno nos vuelve a foja cero ciertas conquistas que se habían logrado como el contrato anual. Hoy los contratos son de tres meses, y finalizan cuando termina la temporada”.

Hernán Mondino, brigadista parque nacional Los Alerces.

“Esa precariedad más los bajos salarios, hace que compañeros con más de diez años de experiencia renuncien y el sistema se vacía”, agregó.  

Según datos de ATE seccional Bariloche, en la Administración de Parques Nacionales, de 2.000 trabajadores, 1.000 están precarizados. Tenían contratos anuales y ahora con el cambio de gestión, contratos trimestrales. En todo 2024 hubo 130 despidos y las autoridades adelantan más achique.  

“Uno se va al incendio, deja todo porque realmente nos gusta (…), pero uno vuelve sabiendo que a fin de mes no va a poder sostener el plato de comida por el bajo sueldo y sin saber si el 1 de abril vamos a continuar o tendremos que buscar otra salida laboral para sostener a nuestra familia”.

Ariel Dattoli, brigadista parque nacional Nahuel Huapi.

No tenemos ningún complemento por trabajo de riesgo ni jubilación diferenciada”, dijo Ariel, a pesar del esfuerzo físico, la exposición al humo y a altas temperaturas. “Hasta los 65 años tenemos que hacer ese trabajo para tener una jubilación mínima”, ironizó Ariel. 

“Nuestra situación laboral no es la que quisiéramos. Los contratos son trimestrales con un sueldo bajo y con jornadas que a veces superan las 12 horas en casos de emergencias”, acordó Matías. 

Según su punto de vista, es necesario que el sistema de incendios se fortalezca institucionalmente y desde la comunidad preventivamente. “Los vecinos y voluntarios deben ser parte de un cambio donde puedan ser orientados para una mejor prevención, presupresión y supresión de incendios inminentes”.

Para Hernán, hay muchas carencias pero sobre todo, el reconocimiento profesional y salarial para los brigadistas, que contemple estabilidad, sueldos dignos y una jubilación acorde, además de políticas públicas para “no vivir en emergencia”. 

400
trabajadores es la planta del país que le pone el cuerpo a los incendios, de los 700 que deberían ser según la Administración de Parques Nacionales en diciembre del 2023

La solidaridad es combustible para la batalla


“Lo que más nos llega a nosotros es la solidaridad de la gente, de los pobladores, cuando nosotros bajamos los helicópteros o vienen los camiones”, contó Ariel. Agua, Gatorade, galletitas, siempre reciben algo por más mínimo que sea, hay reconocimiento. “El gesto es lo que más nos llena”, sintetizó Ariel.  

“Se nota en los incendios el acompañamiento y el aprecio de la gente. Esas redes suelen activarse tanto para ver cómo estamos, como para hacer llegar lo que resulte necesario. De la sociedad ese reconocimiento a la actividad, está siempre presente”, balanceó Hernán. 

Redacción

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