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martes, febrero 11, 2025

La gobernabilidad de Wilson

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Ahora que por primera vez en muchas legislaturas quien presidirá el gobierno a partir del 1° de marzo no asumirá con un acuerdo político que le asegure contar con mayorías propias en ambas Cámaras del Parlamento, muchos analistas empiezan a mencionar a la gobernabilidad en favor del buen manejo de la democracia, y se cita la referencia de Wilson Ferreira a partir de 1984.

El asunto es importante porque está de alguna manera en el ADN político del partido que será el más numeroso en bancas entre los de la oposición a partir de la semana que viene en el Legislativo. Los blancos, en efecto, guardan entre sus mejores enseñanzas la que Ferreira brindó al país entero en la noche en que fue liberado de su injusta prisión, cuando terminó dando lo que sería uno de los discursos más importantes de su carrera política en el acto de la Explanada de la intendencia en Montevideo, el sábado 1° de diciembre de 1984. Allí, consciente de que el resultado electoral acababa de dar la presidencia al Dr. Sanguinetti sin mayorías propias para el Partido Colorado en el Legislativo, Ferreira dijo: “quiero decir aquí muy claramente: mi partido no le va a crear problemas al gobierno del Dr. Sanguinetti por el solo prurito de creárselos. (…) Nosotros estamos dispuestos a votarle en el Parlamento al gobierno todo aquello en que coincidamos y todo aquello -a condición de que no comprometa principios esenciales- en lo que, aunque no coincidamos, resulte indispensable para proporcionarle al nuevo gobierno la posibilidad de moverse, de gobernar”.

Así quedó establecida la gobernabilidad, es decir, el sentido de responsabilidad que quedó como un legado enorme de Ferreira para todo el Partido Nacional y que tuvo traducciones concretas muy importantes: en ese mismo período de gobierno, sin duda el ejemplo mayor es la votación por parte de ese partido de la ley de caducidad en diciembre de 1986. Pero más adelante, ese criterio de gobernabilidad aseguró mayorías claves en el Parlamento para reformas sustanciales del segundo gobierno de Sanguinetti, como la reforma del sistema electoral o la de la seguridad social, por ejemplo. También, bajo la presidencia de Batlle, ese mismo sentido de responsabilidad fue el que apuntaló al gobierno en el Parlamento, votando leyes claves en 2001-2002, en medio de una de las crisis económicas más importante que sufrió el país.

Sin embargo, lo que no se tiene tan presente del discurso de la explanada es el motivo por el cual Ferreira ofrece esa gobernabilidad y que es clave para entender cabalmente el asunto. En efecto, Ferreira dice: “nuestro primer deber, el deber de todos, es asegurar la gobernabilidad del país.

Y no se asegura la gobernabilidad del país si el enemigo, del cual creemos habernos librado, está acechando, pronto para aplicar un nuevo zarpazo”.

La enseñanza es diáfana: la gobernabilidad que ofreció Wilson ocurrió en un contexto crítico en el que había que afianzar una institucionalidad democrática endeble en un contexto de transición que había sufrido varias condicionantes muy fuertes, entre ellas la propia prisión de Ferreira en pleno proceso electoral en 1984. Se da esa gobernabilidad por que hay un enemigo de la democracia acechando y pronto para golpear nuevamente. En condiciones normales, es decir como son las nuestras hoy en día, el mandato wilsonista cambia radicalmente, ya que no se precisa llevar adelante esa gobernabilidad generosa que implica apoyar en el Parlamento iniciativas con las que no se coincida, pero que resulten “indispensables para proporcionarle al nuevo gobierno la posibilidad de moverse, de gobernar”.

Para el caso de lo que ocurrirá a partir de marzo, es evidente que no hay ninguna acechanza institucional. No hay por tanto necesidad alguna de llevar adelante la gobernabilidad de Wilson cuando, además, es clarísimo que existen dos modelos de país diferentes y que el Frente Amplio (FA) hizo de su mayoría en el Senado un argumento importante en favor de su candidato para la campaña del balotaje.

Los blancos son parte sustancial de una coalición que gobernó con signo distinto al del FA y que representa a la otra mitad del país. No debe desnaturalizarse el principio patriota de Ferreira en 1984 aplicando una gobernabilidad que es propia de una época distinta y que sufría acechanzas completamente diferentes a las actuales. Más bien debe tenerse muy presente lo que bien dijo Ferreira, pero en un discurso previo, en 1973, refiriéndose a parte de la izquierda: “con totalitarios nada, nada, nada”.

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Redacción

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