Santo Domingo Los Ocotes, GUATEMALA — La madrugada del lunes un grupo de personas subió al bus extraurbano que usualmente abordaba en la aldea Santo Domingo Los Ocotes, del departamento de El Progreso, al este de la capital guatemalteca para ir a su trabajo o cumplir sus quehaceres. Para la mayoría fue su último viaje. El vehículo, con más de 60 pasajeros, se accidentó, cayó al vacío y dejó hasta el momento más de 50 fallecidos.
Julio Arrivillaga, de 55 años, se despertó a las 2:00 de la mañana para estar listo una hora más tarde y tomar el bus, que esperaba en el parque público, en el corazón de la comunidad. “Se levantaba temprano para bañarse e irse a su trabajo; era un trabajo humilde, no ganaba mucho dinero, trabajaba en la terminal contando fruta”, cuenta su esposa Irma Catalán.
Arrivillaga murió en el accidente, una de las tragedias más grandes en Guatemala de los últimos años. El gobierno ha decretado tres días de luto. Su velorio/entierro será mañana a las 3:00 de la tarde.
El domingo anterior al siniestro fue un día normal, recuerda Catalán. Su esposo le había pedido pollo frito para almorzar, pero ella no quiso cocinarle eso. Ahora se arrepiente. Esa noche él se acostó muy temprano como lo hacía siempre, tenía que madrugar para ir a trabajar.
“Aún no entiendo qué pasó, no termino de aceptar, no sé que será ahora mi vida”, dijo Catalán.
En la madrugada del lunes, el bus colisionó con varios vehículos y después cayó al vacío por un barranco en una curva. Vídeos de cámaras dan cuenta de que iba a alta velocidad, saltándose semáforos en rojo y señales de tránsito, segundos antes de caer.
El Instituto Nacional de Ciencias Forenses reportó el martes que un total de 54 cuerpos fueron procesados del lugar del accidente. Sin embargo, la fiscalía guatemalteca informó un día antes que encontró 53 cadáveres en el mismo sitio del siniestro y que dos personas más murieron en el hospital.
La tragedia ha conmocionado a la humilde comunidad y han llegado reacciones de condolencias de diplomáticos, así como políticos nacionales e internacionales. Algunos féretros fueron donados por la municipalidad y varios de los vecinos serán enterrados entre el martes y el miércoles en el cementerio local.
La vida de los hermanos Pérez cambió de forma radical en un día. Su madre Catalina Pérez Molina, de 47 años, también es una de las víctimas del accidente. Era el sustento de la familia,
Christian Pérez, su hijo de 25 años, dice que no puede salir del asombro ni comprender cómo perdió a su madre. El joven lleva siete años en silla de ruedas, tras un accidente en motocicleta.
Luis Gonzáles, que maneja un moto taxi, recordó a Pérez Molina como “una señora muy buena y trabajadora” que vendía elotes (mazorcas de maíz) y tamales.
Sus hijos dicen que el día de la tragedia se levantó temprano para ir a la terminal —el mercado más grande de la capital— a comprar sus verduras.
“No puedo renegar de esto, duele mucho su partida” se lamentó Pérez. Su madre será enterrada el martes mismo en el cementerio público.