Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Hace 51 años, en febrero de 1974, el mítico Salón de los Deportes de calle Soler 444 modificaba completamente su aspecto interior para cobijar los exitosísimos bailes de carnaval.
“Esta noche a las 22.30 será la “premiere” de gala. El magnífico Salón de los Deportes abrirá sus puertas para ofrecer el espectáculo extraordinario de un escenario admirablemente dispuesto, donde Momo ha depositado su carga de alegría a fin de que el carnaval 1951 se refugie íntegramente en el lugar”.
De esta manera anunciaba el club Bella Vista, organizadores del evento, la reconversión de ese espacio famoso por ser el centro de concurridas veladas pugilistas y que en carnaval pasaba a ser el centro de diversión más concurrido de la ciudad. Aquel año en particular con una escenografía que recreaba un típico ambiente español, producto de la labor incansable de los artistas del pincel Simonelli, Falgione y Falzoni, encargados de recrear los paisajes de aquel países en los paneles gigantes colocados en las tribunas de madera.
Recibí los Newsletters de La Nueva sin costo
En ellos podían verse rincones del Madrid bullicioso; de Sevilla, con sus hermosas mujeres y mantillas; de Málaga, la tierra alegre con sus bailes y sus canciones. “En todos y cada uno de los rincones está la nota certera del clima español para recibir las reuniones de disfraz y fantasía”, anticipó este diario.
A este decorado se agregaba un buffet “estratégicamente ubicado”, con capacidad suficiente para atender de manera diligente a la concurrencia, mesas muy bien ubicadas y palcos con adornos completamente novedosos.
Para el baile se dispuso un palco adicional donde se anunció la actuación de “un auténtico valor de la música ciudadana” como era Antonio Totti, con sus dos modalidades de típica y característica y los cantores Carlos lago y Armando.
De este modo, se daba por hecho que la atracción de las carnestolendas sería en el Salón, donde se refugiaría “la sana y expansiva alegría de la juventud bahiense”.
Fiestas de carnaval, una alegría que se ha perdido en el tiempo, una fiesta de “descontrol, color y alegría”, un período de liberación antes de la Cuaresma, donde las normas se relajaban y la gente se divertía sin restricciones.