El presidente argentino Javier Milei, cuya imagen se ha visto afectada recientemente por denuncias vinculadas al mundo de las criptomonedas, es una referencia latinoamericana a favor de EE..UU. pero no ha articulado un grupo de países como tal.
La política sudamericana del nuevo Secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, es casi nula, incluso respecto a Venezuela. Su visión se agotó en la breve gira por América Central y el Caribe (Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Panamá y República Dominicana). Ello definió la prioridad en el ámbito latinoamericano. Rubio ha ratificado la intención estadounidense de tomar el control del Canal de Panamá y este país ya respondió, modificando situaciones que favorecían a China. En cuanto a la relación con México, en el plano simbólico este país ha reclamado por el cambio de nombre del Golfo de México que se operó en Google Maps, donde ahora se lo llama “Golfo de América”. La presidente mexicana, Claudia Sheinbaum, mantiene un discurso fuertemente nacionalista, pero en los hechos está cediendo frente a Trump. El desplazamiento de tropas a la frontera para controlar la inmigración ilegal ya ha comenzado. En términos simples, en forma simultánea tanto México como Estados Unidos desplazaron en forma convergente a diez mil hombres de cada una de sus Fuerzas Armadas sobre el Río Grande. La situación de México como segundo país en cuanto a su superávit comercial con Estados Unidos, dificulta la relación con Washington en este momento.
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En cuanto a Sudamérica, lo que se preveía como una política confrontativa ha derivado en lo contrario. El Departamento de Estado ha calificado como terrorista al grupo criminal “Tren de Aragua”, de origen venezolano, que ha extendido sus redes a Estados Unidos y México. La misma calificación ha sido extendida a los carteles de la droga mexicanos, pero se está realizando en forma individual, no en bloque. Venezuela -lo mismo ha hecho México- ha aceptado casi dos mil migrantes ilegales venezolanos con causas judiciales abiertas en Estados Unidos. El gobierno de Nicolás Maduro ha devuelto rehenes estadounidenses que retenía desde hace tiempo, en un gesto de acercamiento. Estados Unidos, por su parte, no ha suspendido la compra de petróleo venezolano como había anunciado Trump durante su campaña electoral. Los exiliados venezolanos en territorio estadounidense comienzan a sufrir la extensión de las medidas migratorias que padecen los provenientes de los demás países de la región. Esto crea un problema creciente para la posición pro estadounidense que han venido sosteniendo tanto Corina Machado como Edmundo González Urrutia. Washington no reconocerá la legitimidad del gobierno de Maduro, pero claramente no se plantea una política agresiva, por lo menos en el corto plazo. La alianza de Venezuela con Cuba y Nicaragua continúa a pleno, al igual que la relación del régimen de Maduro con Rusia, China e Irán.
Mientras tanto, Brasil no pasa por su mejor momento político y eso suma otro vacío de liderazgo regional. El presidente Lula ha ratificado su intención de presentarse como candidato a presidente por tercera vez en la elección que tendrá lugar en 2026. Su espacio no tiene un candidato mejor y la derecha va logrando expectativa ganadora, pese a los problemas judiciales de Jair Bolsonaro y las alternativas moderadas, como podrían ser el actual intendente de San Pablo, Ricardo Nunes, o el que representa a la antipolítica, Pablo Marcal. El retroceso general que está mostrando el “progresismo” afecta también a Lula. La posibilidad de un eje entre México, Brasil y Colombia que orientara la región desde el punto político-ideológico no se ha dado. Frente a la ofensiva migratoria y arancelaria de Trump, la presidente mexicana Claudia Sheinbaum responde con una política nacionalista pero evita regionalizar el problema. Colombia, un país con estrechas relaciones con Estados Unidos tanto en lo político como en lo económico, tiene su relación bilateral con Washington en crisis, mientras que la que mantiene con Brasil vive un repliegue. Es decir, al vacío que deja Estados Unidos en América del Sur se agrega el que también está produciendo la política brasileña, que históricamente se ha caracterizado por lo que algunos diplomáticos denominan como “liderazgo benevolente”.
El presidente argentino Javier Milei, cuya imagen se ha visto afectada recientemente por denuncias vinculadas al mundo de las criptomonedas, es una referencia pero no ha articulado un grupo de países como tal. Ecuador es un país que en el último lustro se ha alineado definidamente con la centroderecha, pero en abril enfrenta una segunda vuelta incierta que incluso podría ser ganada por una candidata afín al ex presidente Rafael Correa. Perú se mantiene en un frágil e inestable equilibrio, con una presidente interina que tiene una imagen muy negativa en la opinión pública. Pero predomina en la política exterior una visión cercana a Washington que no se ha visto afectada hasta ahora por el puerto que ha inaugurado China en la localidad de Chancay. La situación boliviana es muy crítica, Paraguay se mantiene en una línea pro Estados Unidos y Uruguay retorna con el presente cambio de gobierno a una línea de izquierda moderada. Desde Centroamérica, Bukele sigue siendo una figura de gran proyección, pero su país no tiene masa crítica para un liderazgo regional.
En este contexto Milei, y en su situación política coyuntural, no está en condiciones de encabezar una línea regional.
* El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.
