Dos Oscar, un centenar de películas y 40 años de carrera, apenas alcanzan para resumir la trascendencia de un actor como Gene Hackman, quien falleció ayer a los 95 años.
Aunque su filmografía es ciertamente despareja, como si el criterio no fuera el primer filtro de sus elecciones, su presencia en una película solía tener el magnetismo de una estrella, a pesar de una apariencia física de lo más común. Hubo un tiempo, sí, en que Hackman, estaba omnipresente en el cine americano: el centro de su carrera abarca entre 1971 y 1997 y llegó a trabajar en un promedio de hasta cuatro películas por año.
Muchas de ellas son clásicos de su tiempo. Allí hay que incluir personajes importantes como el policía “Popeye” Doyle en Contacto en Francia y el venal sheriff Little Bill Daggett en Los imperdonables (los papeles que le dieron sus dos Oscar); Harry Caul en La conversación; el entrenador Norman Dale en Ganadores; el agente del FBI, Rupert Anderson en Mississippi en llamas o el capitán Franklin Ramsey en Marea roja.
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Foto: Difusión.
Hackman y su esposa, la pianista clásica Betsy Arakawa de 63 años, fueron hallados muertos en su casa en Nuevo México, en circunstancias no aclaradas. Su perro también fue hallado muerto en el lugar. “La persona que dio cuenta de las muertes encontró abierta la puerta del domicilio y pastillas alrededor del cuerpo de Arakawa en un baño”, según la crónica de la agencia AFP. “Tenía un calentador cerca de su cabeza”.
Según TMZ, citado por AFP, aparentemente Arakawa estaba muerta “hace algún tiempo” y el cuerpo estaba en descomposición, mientras que Hackman fue encontrado en otra habitación, completamente vestido y con unos lentes de sol cerca de él. La hija de Hackman, dijo a ese medio que podrían haber sufrido un envenenamiento con monóxido de carbono.
Una carrera ilustre. Hackman había nacido en San Bernardino, California, el 30 de enero de 1930. Después estudiar periodismo y tener un trabajo como DJ durante su servicio militar en el cuerpo de marines, debutó como actor televisivo en 1959 y en el cine con Pasión de matar en 1961.
Su primer papel destacado fue en Bonnie y Clyde, la película de Arthur Penn de 1967 que inauguró el Nuevo Hollywood, la nueva ola que sería el paradigma del cine estadounidense hasta comienzos de los 80. A ese período Hackman le dio algunos de sus grandes momentos incluyendo los desoladores finales de Contacto en Francia y La conversación.
En ese período también fue parte de proyectos exitosos como La aventura de Poseidón o de perfil altísimo como ser Lex Luthor en la versión de Superman con Christopher Reeves y Marlon Brando.
A mediados de la década de 1980, y con su carrera consolidada, Hackman trabajó en una amplia variedad de películas, no todas prestigiantes pero algunos muy populares. Fue el interés romántico de Gena Rowlands en La otra mujer de Woody Allen y un periodista en Bajo fuego de Roger Spottiswoode, por ejemplo.
El último período de su carrera se incia fue particularmente activa incluyendo dos trabajos con Clint Eastwood (Los imperdonables y Poder absoluto, donde interpretaba a un desagradable presidente de Estados Unidos), Sin salida y La jaula de los pájaros, en la que reveló un talento para la comedia que no siempre explotó. Fue parte de la troupe de Wes Anderson en Los excéntricos Tenenbaum de 2002, probablemente su última gran película.
Su último estreno en cines locales fue Tribunal en fuga de 2003; un año después se retiraría de la vida pública. Siguió viviendo en Santa Fe, donde a menudo se le veía por la calle, y escribió un par de novelas históricas con un amigo.
Personalmente era tirando a huraño y malhumorado: son legendarios sus enfrentamientos con los directores.
Aunque medía cerca de un metro noventa, Hackman se destacó por hacer personajes que parecían no sobresalir. Todos los obituarios que acompañaron la noticia de su muerte hablaban de su capacidad de retratar al hombre común (“Average Joe” en su anglicismo) enfrentado a las adversidades de su entorno. La clasificación limita su carrera, ciertamente, pero sirve para definir una forma de ubicarse en la historia del cine.
“No me gusta analizar en profundidad lo que hago con mis personajes”, dijo alguna vez y ayer lo citó The New York Times. “Es ese miedo extraño de que si miras algo demasiado de cerca, desaparece”. Una definición interesante.
Con ese método, consiguió que varias generaciones de espectadores tengan su propio Hackman preferido. Hay para elegir y es una buena oportunidad para recordar a una estrella de cine tan atípica.