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sábado, marzo 1, 2025

Toda guerra con Clarín es política

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Jamás existieron razones de índole doctrinaria en las disputas de los distintos gobiernos con Clarín o de Clarín con los distintos gobiernos. Todas las “guerras” fueron políticas.

El modus operandi del Grupo para defender sus intereses siempre fue un oficialismo amable al comienzo hasta obtener los beneficios que buscaba y luego, siguiendo los vaivenes de una difusa opinión pública, se transformaba en un opositor más o menos feroz. La ilusión de las distintas administraciones era creer que ese amor original duraría para siempre. Clarín, a la larga, terminaba respondiendo que no se puede vivir del amor.

Así fue con Raúl Alfonsín, luego de que el Grupo se quedara con Radio Mitre; con Menem al adquirir Canal 13 y señales del interior; con Néstor Kirchner cuando logró fusionar Cablevisión y Multicanal, y con Mauricio Macri cuando se quedó con Telecom. Todas operaciones que estaban prohibidas por la normativa vigente, pero la influencia y el vínculo político podían más.

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De hecho, la adquisición de Telecom (lograda en 2017) era un objetivo de Héctor Magnetto desde hacía bastante tiempo. Luego de que Kirchner –en los últimos días de su gobierno y a punto de ser reemplazado por Cristina Fernández– aprobara la fusión de las cableoperadoras, el Grupo iba por la empresa telefónica.

Una disputa accionaria que involucraba a Telecom Italia, France Telecom, Telefónica de España y al grupo argentino Werthein (algunos de estos nombres volvieron a escucharse estos días) abrió la posibilidad de que el Grupo Clarín aterrizara en la mesa de accionistas de Telecom con el aval del gobierno. Incluso, Julio De Vido, en aquel entonces superpoderoso ministro de Kirchner, llegó a viajar a Italia para apuntalar la operación que favorecería la entrada de Clarín.

En el medio, pasaron cosas.

La disputa con las patronales del campo por la resolución 125 de aumento de las retenciones móviles desató un conflicto profundo. Las razones de esta disputa fueron ampliamente analizadas tanto en el terreno político como académico. Sin embargo, pese a que después se autocriticaron, uno de los motores de la suba del impuesto a las exportaciones del agro era cubrirse anticipadamente frente a los latigazos con los que la crisis mundial desatada en 2008 podía azotar a nuestro país.

La periodista Graciela Mochkofsky cuenta en su libro Pecado original: Clarín, los Kirchner y la lucha por el poder (Planeta, 2011) que en aquel entonces el expresidente habló con Magnetto y le dijo que necesitaba tenerlos de su lado. “Si no estás a mi lado, aquí trazo la línea”, advirtió Kirchner. El CEO de Clarín contestó que tenía una visión diferente y que el conflicto era absolutamente innecesario. “Néstor, no estás peleando contra cuatro personas, sino contra una base social mucho más amplia, geográfica y etnográficamente. Es una base social enorme. Y esta es una pelea innecesaria”, afirmó Magnetto.

La guerra-divorcio, luego de cinco años de una relación muy empática, estaba abierta. Todo lo que vino después nació de aquella separación.

Con la velocidad que Javier Milei imprimió a la política argentina, la dinámica no es muy diferente. El proceso del amor al odio que bajo los otros gobiernos duraba años con Milei llevó unos meses.

Las repercusiones (sobre todo internacionales) del escándalo por la estafa de la cripto $Libra aturdieron a Milei quizá con la misma intensidad con la que los cacerolazos asombraron a Kirchner en 2008. Milei, que se creía un profeta incuestionable en su tierra, se consideraba –más aún– un líder indiscutible a nivel global. Prestigiosas publicaciones que comparten su universo de ideas se hicieron eco del escándalo y memeficaron al presiponzi. Las consecuencias legales y económicas del caso $Libra todavía están en curso.

Como hay razones detrás de la locura, uno de los motivos que empujaron a Milei a ser un actor fundamental de la gran estafa fue mostrar inversiones imaginarias ante las reales que no han tenido lugar. Justo cuando el “modelo” encuentra límites que se expresan esencialmente en un dólar artificialmente planchado.

Fue la primera vez que Milei perdió totalmente el encuadre y el manejo de la agenda. Sus patotas digitales se borraron de las redes durante 48 horas y el Presidente tuvo que salir a explicar en el país en el cual “el que explica pierde”. Luego fue parcialmente rescatado desde arriba por Donald Trump y Elon Musk, y desde abajo por un Congreso que hasta se negó a conformar una comisión investigadora. Igualmente, el cachetazo había sido debidamente recibido.

La imagen de esa derrota fue coronada por la entrevista con el periodista Jonatan Viale en las entrañas de Clarín (TN). Con la filtración que mostraba la digitación del “reportaje” y los problemas del Presidente para explicar lo inexplicable, se activaron todas las alarmas conspiranoicas.

El Gobierno encontró que la adquisición de Telefónica por parte de Telecom (Clarín) constituía una violación a la “libre competencia” por una posición monopólica, cuando los monopolios eran defendidos por Milei hasta ayer nomás.

“La crisis causó dos nuevos errores”, podría haber titulado “el gran diario argentino”: Milei quiere salir del laberinto de $Libra y del impasse en el que se encuentra su programa económico con una disputa discursiva con Clarín y el nombramiento de prepo de dos jueces de la Corte Suprema.

Cuando tuvo lugar la pelea del kirchnerismo con Clarín, en su gran libro Orden y progresismo. Los años kirchneristas (Emece, 2014), el ensayista Martín Rodríguez definió que durante esa reyerta “Clarín era el PJ de la clase media y la clase media, el pueblo de Clarín”. Kirchner, en parte, había escogido a Magnetto como el “secretario general” de ese partido imaginario porque necesitaba encuadrar a la inquieta clase media a través de un interlocutor. Clarín había pugnado hasta ese momento (y en parte lo había logrado) por ser la representación de la “opinión pública” que, si se escarba en el fondo de todas las teorías de la comunicación, es la opinión de la clase media.

Hoy en la posguerra y con los profundos cambios sociales y tecnológicos, Clarín como “partido” sufre la misma crisis de representación que la política tradicional. Sin embargo, como grupo económico continúa siendo parte del poder permanente y como actor político es una voz con capacidad de bloqueo. Aunque, el diario no es necesariamente el house organ del Grupo y funciona más como un clima de ideas con líneas paralelas que en algún momento se juntan. Entre ellas hay unas cuantas muy amables con el Presidente.

Aunque golpeado en su prestigio, Clarín sobrevivió al kirchnerismo y a sus “batallas culturales” encaradas luego de un empoderamiento “hasta que les duela” durante el romance original.

Milei parece dispuesto a reeditar aquella batalla con todos sus defectos y ninguna de sus virtudes. De hecho, ya se habla de una capitulación del Gobierno sin haber tirado un solo tiro, más allá de las martingalas de la oficina presidencial en X. El Presidente desoyó una de las máximas del CEO de Clarín que alguna vez reveló su hija en el viejo Twitter. Marcia Magnetto escribió que una de las frases de cabecera de su misterioso padre es: “No vayas nunca a cazar al zoológico”.

Redacción

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