-Pablo, ¿se anima a hacer una promesa?
-¿Promesa?
-Con ésta usted ya está nominado al Oscar cuatro veces, récord para un argentino. No digo raparse, pero nunca deja de ser desafiante proponerle animarse a una promesa, por si llega a obtener la estatuilla.
-(Sonríe) Trato de tomar las cosas sin predicciones y con calma. Si sale, sale. Hago mi trabajo porque me gusta, y me gusta entretener a la gente y de vez en cuando acercarme al arte. Lo que viene después es secundario (a veces bueno, y a veces no). Aunque sea difícil, los premios y las críticas hay que tomarlas con un temperamento calmo y sin darle mucha importancia. Después de todo mi trabajo no es tan relevante como el de un médico, donde se trata de un asunto vida o muerte, ¿no?
–Seguramente que sí, pero…
-Mmmm, okay, dejame pensarlo. Antes de terminar la nota te digo.
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Entonces Pablo Fernando Helman (66, del 5/6/1958) vuelve a sonreír sereno, igual que lo hace cuando los focos y las luces se depositan en él, como sucedió cada una de las veces en las que estuvo nominado a los Premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en la categoría Efectos visuales, algo que ya había sucedido nada menos que en tres oportunidades (primero en 2002 con Episodio II: El ataque de los clones; luego, en 2005, con La guerra de los mundos, y en 2020 con El irlandés), y ahora vuelve a repetirse a través de Wicked, la maravillosa película de fantasía musical basada en Wicked: memoria de una bruja mala, de Gregory Maquiere, perteneciente a El maravilloso mago de Oz, de Lyman Frank Baum…
Pero rebobinemos: cuatro nominaciones al Oscar, por intermedio de filmes de George Lucas, Steven Spielberg, Martin Scorsese y ahora, Jon M. Chu: ¿No serán muchos sueños concretados?
-Siempre hay alguno nuevo para cumplir -lanza el porteño con la misma serena sonrisa, consciente de la nueva -y cercana- posibilidad de alzar su primera estatuilla dorada.
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-¿Uno se acostumbra a estar nominado al Oscar o resulta imposible?, ¿cómo recibió la noticia?
-La nominación al Oscar es una de las cosas más lindas que te puede suceder profesionalmente. Te la ofrecen los colegas de tu rubro. Por eso se dice que la nominación misma ya es lo más importante. La votación por el Oscar en sí es una votación general de miembros de todas las disciplinas de la Academia, no de tu categoría, entonces los ganadores no son impredecibles, sino generalmente sorpresas. Los resultados pueden llegar a no ser lógicos. Acostumbrarse a ser nominado es imposible. Con cada nominación hay una esperanza y un sentimiento de reconocimiento difícil de ignorar. Sin embargo yo, a la vez, trato de no darle importancia porque uno trabaja sin pensar en ser reconocido. Uno quiere influir a la vida de la audiencia. Eso es todo.
CUANDO PABLO HELMAN RECIBIÓ LA NOTICIA DE SU CUARTA NOMINACIÓN AL OSCAR
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“DECIDÍ OLVIDARME DEL DESARRAIGO Y AVANZAR: HOY SIENTO QUE QUIZÁ MI GRAN TALENTO ES SABER TRABAJAR EN EQUIPO”
“A los 21, cuando resolví emigrar hacia los Estados Unidos, o me ponía cuatro meses a aprender inglés, o apuntaba a convertirme en un extranjero en tierra ajena -comienza a narrar el porteño su desembarco tempranero en Norteamérica-. Y sí, elegí lo primero. De allí mi acento gringo. Creo que golpeé en el clavo, pese a que nada me resultó fácil”, afirma quien acababa de renunciar como integrante del grupo romántico Los Moros, tras grabar cuatro discos y ganar uno de oro. “Salía del bachillerato y me iba a ensayar. Era el más joven de la banda. Ocurre que deseaba escribir música para cine. Armé la valija en 1980 y partí. Por la mañana lavaba los platos en el lugar donde dormíamos los alumnos, y por la noche, realizaba tareas de seguridad en la UCLA y estudiaba. Así transité parte de los tres años que me llevó la Licenciatura en Composición Musical y los dos del Máster en Tecnología. A continuación, conseguí un empleo de maestro de tercer grado y conocí a mi actual esposa (Donna, que también era docente y hablaba castellano)”, memora Helman.
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–¿Cómo avanzó el cuento de hadas?
–Comencé a escribir música para videos, canciones para libros de escuela y música para televisión educativa. Me ofrecieron compaginar. Mientras estudiaba computación recibí una convocatoria para subirme a Viaje a las estrellas en tevé. Era fan de la serie y las películas, y titubeaba: “¿Me irán a pagar por esto?”. Después me sumé al equipo de rodaje de Apolo 13. Usaba la computadora, hacía tomas, me instruía. Hablo del inicio de los efectos visuales digitales. Formé parte de la compañía de James Cameron (Digital Domain). Recuerdo aquello como algo de enorme camaradería. ¡Cuántas ganas de aprender! Fui supervisor de composición de imágenes en El día de la independencia, un sonoro éxito de taquilla, que obtuvo el Oscar en efectos. ¿Quién hubiera imaginado?… Y pensar que nunca se me cruzó la idea de dedicarme a ellos. De ahí, en 1996, directo a Industrial Light & Magic (la compañía de George Lucas, el creador de Star Wars). Soy un eterno agradecido. No hubiese llegado hasta acá si no fuera por el trabajo en equipo.
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–¿De verdad usted nació en la Argentina, la nación del individualismo y la competencia?
–Sí. Es una industria difícil. Un error cuesta millones de dólares. Y eso me preocupa, porque llegan a casa un montón de boletas que pagar. Las decisiones que tomo las comparto con mi equipo. Es fundamental dar crédito a todos. Redoblo la apuesta: quizá mi gran talento es saber trabajar en equipo.
–Repetimos: ¿en serio usted nació en la Argentina?
–Ni lo dudes. Sigo escuchando a Litto Nebbia, Sui Generis, y Pappo. También tango y folklore. No te olvides de que soy una creación de la música de los 80
“EL PROCESO DE WICKED FUE LARGO. HACE TRES AÑOS QUE ESTOY TRABAJANDO EN ESTA PELÍCULA… ¡Y ME ESPERA UNO MÁS!”
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¿Cuál es la génesis en el proceso de una producción tan inmensa y casi inabarcable como la de Wicked que, con un presupuesto de 145 millones de dólares, a la fecha recaudó 728, convirtiéndose en el musical más taquillero de la historia?, le consultamos a Pablo. “Bueno, comenzamos por leer el guion y confeccionar un plan de trabajo que nos permita filmar lo que dice -explica-. Al tratarse de un musical, muchas veces el guion no dice más que la letra de las canciones. Es ahí donde nos sentamos con el director para entender su visión y el tono de las escenas. Conversamos sobre el movimiento de cámara, la cobertura de escena, lentes, iluminación, el bloque de actuación, etc. Una vez que uno tiene una idea del contenido de la escena, empiezan los planes de trabajo en colaboración con otros departamentos para concretar la visión del director. Si insisto tanto en el trabajo en equipo es porque considero que el cine es una de las disciplinas de arte más colaborativas que existe”, apuntala el concepto.
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-¿Cuándo efectos especiales demandó la primera parte de Wicked?
-Hay 2.200 efectos visuales en la película. Quiere decir que cada toma es un efecto visual. El trabajo incluye criaturas y animales fantásticos que hablan, monos que vuelan, extensiones arquitectónicas y de locaciones, creaciones de locaciones completas, creaciones arquitectónicas completas, efectos de fuego, explosiones, replicación de actores y actores de background, hacer volar al globo del Mago de Oz, hacer volar a Elphaba (la Bruja Malvada del Oeste), producir su la capa, producir el globo de Glinda (la Bruja Buena del Norte). También hay muchos efectos especiales en la construcción práctica de un tren, la biblioteca rotante y el canal de agua en frente a la Universidad de Shiz.
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-¿Cuántos años le requirió la primera parte del trabajo y cuánto te demandará la segunda, que se estrenará a fines de 2025?
-La pandemia extendió el trabajo con suspensiones y extensiones. He trabajado tres años en la primera parte. La segunda llevará otro.
“CON EL TIEMPO VAS COMPRENDIENDO QUE LOS GENIOS DEL CINE SON TIPOS NORMALES QUE VAN AL MERCADO COMO VOS”
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“Dejé mi tierra, asombrado por cintas de la talla de La guerra de las galaxias y Tiburón, y, ¡mirá vos!, con el tiempo terminé trabajando junto a los directores de ambas franquicias: Lucas y Speilberg”, hace memoria el caballero de 1,80 metros, padre de Alexander (31), que ya es un calco de lo que era su padre, y marido de Donna, de su misma edad. “Recuerdo que décadas atrás arrancaba como si nada una conversación con George y, de repente, me detenía: ‘¿Qué hago yo al lado de semejante genio?’. Igual respecto a Steven. Sin embargo, con el tiempo vas comprendiendo que son tipos normales, que penan por los mismos problemas que vos, que compran en el mercado”, sostiene Helman, quien desde su ingreso a ILM posee créditos en treinta y nueve producciones, entre ellas:
El mundo perdido: Jurassic Park (1997), Rescatando al soldado Ryan (1998), Star Wars: Episodio 1-La amenaza fantasma (1999 y 2001 –el DVD–), Código de honor (2001), Episodio II-El ataque de los clones (2002), Terminator 3: La rebelión de las máquinas (2003) y La guerra de los mundos, Soldado anónimo y Munich (2005), Indiana Jones y la calavera de cristal (2008), Las Tortugas Ninja (2014), Las Tortugas Ninja: Fuera de las sobras (2016), La momia (2017), El irlandés (2019) y Los Fabelman (2022) y los seis episodios de la serie Obi-Wan Kenobi (2022), la película Los asesinos de la luna (2023) y, por supuesto, Wicked (2024).
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–Una duda que, seguro, jamás le han planteado…: según su cercana mirada, ¿cómo han sido en acción Lucas y Spielberg?
–¡Acertaste (mueve la cabeza resignado)! Son amigos, en muchas formas muy similares y en muchas otras muy diferentes. Similares en su increíble visión de las lentes, la composición, las secuencias y la acción. Distintos en el proceso por el cual llegan a la pantalla. A George le gusta más ejercer el control; a Steven le apasiona rodearse de miles de extras.
–¿Compartió con ellos, además, circunstancias personales, un mate, un asadito, un truco…?
–(Carcajada) Hay largos tiempos de espera en medio de las actividades laborales, y por supuesto acercás y escuchás anécdotas familiares y demás. He estado en la casa de Spielberg, en la de Sean Penn. En ocasiones, Sean llama a mi oficina en medio de una toma y me formula consultas técnicas. Compartí set con Tom Cruise, con Arnold Schwarzenegger, con Tom Hanks, con un montón de famosos. No obstante, intento dividir las aguas. Aparte, no sabés cuándo vas a cruzarte de nuevo.
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-¿Sigue residiendo en Los Ángeles e instalado en las oficinas de ILM frente al Golden Gate Bridge, a orillas del Pacífico, desde donde en alguna oportunidad nos compartió fotos con la camiseta de Boca Juniors?
–Wicked lo hace un poco distinto. Trabajo para Universal a través de Disney, así que filmamos en Londres por un año y con mi familia viajamos durante ese año para vernos. Y en el período de post producción trabajo en Los Ángeles, así es que voy de San Francisco a Los Ángeles todas las semanas.
“PARA LA CEREMONIA VOY A USAR OTRO TRAJE: AHORA CON INTERNET TODOS SE DAN CUENTA SI TE PUSISTE EL MISMO, JAJAJA”
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Existe un aspecto no sólo interesante si no a la vez simpático en la nueva nominación de Pablo: entre los profesionales contra los que rivalizará se encuentra Nelson Sepulveda-Fauser, que también trabaja en Industrial Light & Magic y tuvo a caro los efectos de Alien: Romulus, filme que este 2025 entra en la discusión a la par de Better Man, Duna: Parte dos, El planeta de los simios: Nuevo reino y, claro Wicked.
Sepulveda-Fauser, junto a quien Helman y, como supervisores asociados, fueron responsables de los efectos de El irlandés, la película de Scorsese en la que a través de una tecnología que inventaron y llamaron “Rg de 3 cámaras” rejuvenecieron varias décadas a Al Pacino, Robert De Niro y Joe Pesci. “Nelson es un gran amigo -reconoce el entrevistado-. Nos conocemos desde hace casi treinta años. No hay competición. Nos ponemos contentos por las oportunidades que tenemos y alegres de compartirlas. Y sí, desde que nos enteramos de las nominaciones nos mandamos algunas charlitas, jé, que él vive en Australia», admite.
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-¿Acude a distintos trajes de gala para cada entrega de los Oscar a la asiste, Pablo?
-Jajaja. Sí, en realidad trato de variarlos porque en este momento con el internet es fácil descubrir si siempre usás el mismo.
-Se anunció el estreno de Wicked (Parte 2) para noviembre de 2025. ¿Ya regresó al trabajo?
-Nos tomamos unas pequeñas vacaciones y ya empezamos, sí. Tendrá la misma cantidad de efectos (2.200) pero con más énfasis en los animales.
-¿Qué sigue en su agenda?
-… Unas vacaciones grandes. ¿Dónde? Es un secreto que no lo comparto. Puedo adelantarte que donde iré no hay teléfonos ni despertadores.
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-Promediamos la nota… ¿No se olvida de algo?
-¿La promesa?
-La promesa.
-No me olvidé: si hay un premio me pondré la camiseta ÉSA.
-¿En serio? ¿La de River, ¡con lo fanático que es usted por el xeneize!?
-Sólo una cosa…
-Lo escuchamos.
-¡Me la vas a tener que mandar!
Fotos y video: Cortesía de P.H. y Archivo Revista GENTE