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Francisco Flores/ El País
Admite estar preocupado por el futuro de Latinoamérica en medio de una “crítica coyuntura a nivel geopolítico”. Sin embargo, los mayores desafíos los ubica en los necesarios cambios estructurales, donde define “tres trampas al desarrollo”, vinculadas al bajo crecimiento, la desigualdad y los problemas institucionales. José Manuel Salazar-Xirinachs, que accedió a la Secretaría Ejecutiva de Cepal, dependiente de Naciones Unidas, en octubre del año 2022, reconoce que hay “un cambio en el pensamiento” de parte de Cepal, del concepto de industrialización del pasado “a una mirada que considera clave el desarrollo de los servicios modernos” para impulsar el crecimiento económico. En cuanto a las relaciones de la región con Estados Unidos, Salazar recordó que a fines de este año habrá una nueva Cumbre de las Américas: “es difícil pronosticar qué puede pasar, no solo por las diferencias con EE.UU. sino por nuestras propias diferencias en América Latina”, subrayó. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cómo calificaría este momento económico y social que está viviendo América Latina?
—De mucha complejidad e incertidumbre. La nueva geopolítica genera gran incertidumbre. Veníamos viendo cambios, pero últimamente se aceleraron. Tan solo en el último mes se sucedieron varios eventos que preocupan, en especial lo relacionado con amenazas de proteccionismo, de aplicación de aranceles. En un momento en el que esperábamos viento de cola para el crecimiento y la prosperidad en América Latina, desafortunadamente nos llenamos de realidades inciertas.
Pero más allá de la coyuntura, debemos atacar los problemas estructurales que tiene nuestra región.
—¿Cuáles son?
—Vemos a América Latina en medio de tres trampas de desarrollo que comprometen la posibilidad de colocarnos un escalón más arriba. Una de esas trampas es la baja capacidad para crecer a largo plazo. La tasa de crecimiento de 2014 al 2023 fue sólo 0,9% promedio de los países de la región, que es menos de la mitad del 2% que representó el crecimiento económico promedio en la década perdida de los años `80. Queremos dejar atrás esa segunda década perdida…
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Francisco Flores
—¿Hay riesgos de ingresar en una tercera década perdida?
—Lamentablemente sí. En 2025 vamos a estar creciendo algo por arriba que el anterior, en torno al 2,1% promedio. En ese contexto, hay países como Panamá, República Dominicana y Uruguay que crecerán por encima, pero hay muchos países con una expansión económica muy magra en la proyección para este año. El contexto global es muy complejo e incierto, habrá que hacer las cosas de una manera diferente para superar esta coyuntura e incrementar las tasas de crecimiento, pero sobre todo hacerlo con bases sólidas. La región ya vivió impulsos transitorios basados en los precios de materias primas, pero debemos buscar los caminos para una expansión más firme, un crecimiento inclusivo de amplia base con una serie de sectores diversificados, tanto de exportación como de consumo local, y más basado en tecnología y talento humano. Tenemos un planteo de políticas de desarrollo productivo, apostando a sectores dinamizadores, a mejorar el clima de inversión y apostar a la colaboración público-privada, con un perfil sostenible, aunque entendiendo la realidad de cada país…
—¿A qué se refiere?
—Hay quienes cuestionan el modelo económico de alto consumo, que demanda más y más materias primas. El problema es que esa puede ser una discusión interesante para países desarrollados, avanzados, pero no para América Latina, con tantas necesidades, con altas tasas de pobreza, de informalidad laboral. Cuando nuestros países tienen la posibilidad de explotar un recurso que le permitirá acceder a recursos para atacar las fuertes vulnerabilidades de la sociedad. Si un país tiene en su suelo minerales estratégicos, por ejemplo, evidentemente es una gran oportunidad económica, hay que explotarlo. Se hará en forma responsable social y ambientalmente, y luego establecer royalties o cargas a la explotación que se puedan invertir en educación o salud.
—La primera trampa es crecimiento bajo. ¿Las otras dos?
—La segunda gran trampa es la de la desigualdad, baja movilidad social y débil cohesión social. Necesitamos un mercado de trabajo dinámico, de calidad, que solo se obtiene con crecimiento económico, y en paralelo, sistemas de educación y formación profesional potentes.
Y la tercera trampa es la de las bajas capacidades institucionales y gobernanza poco efectiva. No hay un caso exitoso de política social, de política de igualdad de la mujer, de desarrollo productivo, de educación, donde no haya una institución de excelencia atrás. Es decir, estas cosas no suceden espontáneamente, y menos ahora en este mundo de aceleración tecnológica. Hay que tener políticas claras, bien formuladas, donde participan los diferentes actores, con un liderazgo claro de los gobiernos y que se conviertan en políticas de Estado, con continuidad. Es la institucionalidad la que le puede dar continuidad a procesos virtuosos de desarrollo.
—¿Cuáles son los elementos fundamentales de esas políticas de desarrollo que propone Cepal?
—Las tres trampas que referí incluyen una decena de grandes brechas del desarrollo, que no se presentan con la misma intensidad en cada uno de los países de la región. Las trabajamos desde Cepal con cada uno de los países. Brechas de desarrollo productivo, cuestiones de desigualdad, protección social, sistemas de pensiones, cambio climático, contaminación, entre otras. Y una muy importante es la reforma del sector industrial. Pero hablamos de políticas de desarrollo, no industriales…
—¿Por qué?
—Primero, porque políticas industriales se asocian a subsidios y aranceles. Incluso, países desarrollados, como ahora Estados Unidos, cuando apunta a reactivar la industria lo plantea a partir de subsidios y aranceles.
Por otro lado, ya no es una apuesta solo a la industrialización como puede haber sido en otro momento de la historia, ahora tenemos que impulsar los servicios modernos, la agricultura moderna, por eso es mejor hablar de políticas de desarrollo productivo.
— Desde las ideas de industrialización hasta las de transformación productiva en la Cepal, ¿hay una evolución del pensamiento difundido por esta organización?
—Hay una evolución en el pensamiento, sin duda, pero porque también la realidad ha cambiado. Hay un fuerte impulso económico a partir del desarrollo tecnológico y digital que genera empleos, que demanda mano de obra especializada, que además soluciona problemas a la comunidad. En América Latina se han desarrollado una larga lista de empresas de alta tecnología, que han crecido con mucha fuerza y generan oportunidades.
—¿Esa es la economía que hay que apuntalar?
—En efecto, pero hay otras áreas importantes. Hay un aspecto que me interesa mucho mencionar que es la sociedad del cuidado; estamos en una época de cambios demográficos, las sociedades se están envejeciendo y la demanda de cuidado de los adultos mayores va a ser mayor que la demanda de cuidado por niños. Tenemos que poner atención en esos temas, una vía por la cual también podemos sumar mujeres al mercado de trabajo. En promedio, en la región, la diferencia de participación en el mercado laboral entre hombres y mujeres es alrededor de 20 puntos porcentuales; reduciendo esas brechas podemos aportar a la economía.
Esa va a ser una de las fuentes más dinámicas de generación de empleo en el futuro si se hacen las inversiones necesarias.
— ¿Cuál debe ser lo rol del Estado en un nuevo diseño para el desarrollo, según Cepal?
—Necesitamos del Estado y del actor privado. Es cierto que en algunos casos se han excedido ciertas regulaciones, hay temas vinculados con el clima de inversión, hay obstáculos para el sector privado. Pero, en la medida en que eso se facilite, es elocuente que se requiere tener agendas de desarrollo productivo, estratégicas, donde el Estado apuntale al crecimiento y la inversión. Creemos en un papel proactivo del sector público, no es cierto eso de “eliminen la presencia del Estado y el sector privado hará el milagro”. Creemos en estrategias conjuntas, apostamos a un enfoque basado en clústeres de colaboración, con grupos de trabajo, para resolver los cuellos de botella de talento humano, las barreras regulatorias, los problemas de infraestructura. Es lo que hicieron los países asiáticos y es algo que América Latina debe profundizar.
—¿Le preocupan los niveles de conmoción social que hay en varios países de la región?
—América Latina está viviendo una de sus etapas más complejas, por varias razones. Liderazgos diferentes, confrontación, escasos resultados de las políticas… y esto lleva a la frustración de las poblaciones, una vez que sucesivos gobiernos no han satisfecho sus expectativas.
Con consecuencias muy serias, porque ponen en peligro incluso al sistema democrático. Si la democracia no cumple con mejorar niveles de vida, mejorar niveles educativos, dar servicios de salud, tener pensiones para la gente mayor, la gente se frustra y entonces elige liderazgos que prometen mucha cosa. Pero al final si esos liderazgos no cumplen, todo es peor aún y entramos en círculos viciosos que lamentablemente ponen en peligro la democracia. Esa es una causa también del gravísimo problema de la migración.
—Se ha puesto en tela de juicio el papel de las instituciones del sistema de ONU…
—Es cierto que hay una corriente fuertemente crítica con los organismos internacionales. Hay una postura ideológica que cuestiona, por ejemplo, la Agenda 20230. Lo que debemos decir es que esa agenda, con sus 17 objetivos, fue lanzada en 2015 con el apoyo unánime de los países. Y la gran mayoría de los puntos que están incluidos nadie puede negar que no sean objetivos deseables para la humanidad. ¿Quién puede estar en contra de reducir la pobreza, de mejorar la salud, del trabajo decente? Algunos se manifiestan en contra pero en realidad no la entienden, otros en realidad rechazan un punto muy concreto y entonces, sacrifican todo el contenido. No creo que sea ese el camino, la humanidad tiene que seguir negociando, hablando, buscando caminos en forma conjunta y comprometiéndose.
—Los cuestionamientos encontraron hoy quienes los lideren. Es el caso del presidente de Estados Unidos…
—Sí, y es un momento de riesgo para el sistema. Entre otras cosas, por el financiamiento, porque Estados Unidos junto con China ahora son los principales financiadores de Naciones Unidas, y en la medida que recorten presupuesto, esos programas e instituciones van a sufrir.
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Francisco Flores/Archivo El Pais
—Hace unos días, el gobierno de Trump dejó de lado la Alianza para la Prosperidad Económica (APEP) que había lanzado Biden con varios países de la región. ¿Qué vendrá ahora?
—Es incierto. Este año tendremos un test importante acerca de lo que va a ser la política de EE.UU. para nuestra región. En diciembre se realizará en República Dominicana una cumbre de las Américas. Han pasado 30 años desde la época en que se promocionó el Alca (Área de Libre Comercio para las Américas) y desde ese entonces las relaciones y el compromiso de Estados Unidos con nuestros países han sido muy fluctuantes. Ahora hay que ver cuáles pueden ser los temas que produzcan colaboración con EE.UU.; ojalá haya mucho pragmatismo y se encuentren puntos de interés común. Pero va a ser muy difícil tener una cooperación amplísima en muchos temas, por todas las diferencias que hay no sólo entre Estados Unidos y América Latina, sino dentro de nuestra América Latina.