La dark web se ha convertido en un entorno propicio para las actividades ilícitas, bajo el amparo del anonimato, que incluyen la venta de drogas y armas, prostitución infantil, ciberdelitos y robo de datos personales, entre otros. Es un fenómeno alarmante que plantea serios desafíos para la ciberseguridad global y que evidencia la necesidad de desarrollar estrategias de defensa más robustas y proactivas, especialmente en Latinoamérica, donde poco o nada conocemos de este tipo de operaciones.
Mientras los ciberdelincuentes avanzan en la sofisticación de sus métodos y utilizan la red oculta para diversas actividades ilícitas, las autoridades no han logrado hallar los mecanismos para abordar la problemática en su magnitud. La falta de recursos especializados y la escasa concienciación sobre los riesgos inherentes a este entorno han dejado a los gobiernos en una posición vulnerable frente a las amenazas que emanan de las sombras de la Internet.
Muestra de ello es que, a pesar del desmantelamiento de plataformas emblemáticas de mercado negro como Silk Road, las actividades ilícitas en la red oscura no solo persisten, sino que continúan en aumento, dada la naturaleza descentralizada de este entorno digital, que representa una gran dificultad para la implementación de medidas de control efectivas. Al mismo tiempo, la fragmentación de las jurisdicciones ha obstaculizado una acción coordinada contra los ciberdelincuentes, y las medidas preventivas al respecto siguen siendo, francamente, insuficientes.
La dark web es una sección de internet accesible únicamente a través de software especializado que se ha consolidado como un espacio propicio para las actividades ilícitas. En su entorno, plataformas similares a mercados electrónicos convencionales permiten la proliferación de redes criminales que aprovechan el anonimato y la descentralización para operar sin restricciones.
Pero además del comercio ilícito, esta red alberga sitios diseñados para vulnerar la seguridad informática, mediante malware y spyware. La dark web también facilita la comunicación anónima en foros y correos privados, utilizados incluso por figuras como Edward Snowden (antiguo empleado de la CIA) para divulgar información clasificada.
Particularmente en América Latina y el Caribe ha demostrado ser un recurso estratégico para el crimen organizado. Según Insight Incrime, los cárteles latinoamericanos han utilizado la red oscura para localizar compradores de envíos de cocaína a gran escala, mientras que pandillas centroamericanas han encontrado en estos foros un medio para coordinar el tráfico transfronterizo e, incluso, para adquirir para adquirir opioides sintéticos provenientes de Asia.
Junto con el tráfico de narcóticos, la dark web también ha sido un canal clave para otras actividades ilícitas, como la distribución de pornografía infantil. Investigaciones internacionales que condujeron al cierre de sitios como Playpen revelaron vínculos directos con arrestos en países como Chile y Perú, mientras que México se ha convertido en un actor relevante en esta industria ilegal.
Por su parte, analistas de SOCRadar identificaron tendencias alarmantes que vinculan a empresas de América Latina con actores de amenazas cibernéticas asociadas a la dark. Durante 2023, las organizaciones enfrentaron un aumento sostenido de ataques cibernéticos, con 3.561 publicaciones en foros de la dark web atribuidas a 1.331 actores maliciosos. Entre tanto, el comercio de datos de usuarios comprometidos también ha sido predominante.
La red oscura ha sido diseñada para proteger la privacidad en línea, enmascarar tanto la ubicación como las actividades de sus usuarios y dificultar el rastreo y la persecución de las actividades ilícitas. Su estructura se apoya en características legítimas de la tecnología moderna, como el cifrado, la anonimización y las criptomonedas, para facilitar transacciones que evadan los controles tradicionales.
A su vez, el uso de monedas virtuales centralizadas y criptomonedas descentralizadas ha transformado el lavado de dinero y otros delitos financieros en prioridades críticas para los organismos de seguridad. Bajo este modelo de transacciones, que incluye técnicas como el mixing de criptomonedas, la dificultad de rastrear el origen de los fondos es tan compleja como las labores de enjuiciamiento.
Paralelamente, el empleo de herramientas como Tor ha transformado la forma en la que operan los cibercriminales, que navegan de manera anónima y pueden evadir la detección por parte de las autoridades. Adicionalmente, la proliferación de tutoriales, foros y recursos en línea ha facilitado el acceso de delincuentes emergentes a técnicas avanzadas de hacking y fraude. Hablamos de un alcance exponencial, que viene permitiendo la participación de individuos con y sin experiencia previa, mientras los riesgos asociados a estas actividades son inimaginables.
La amenaza de la dark web trasciende fronteras y es un desafío constante para las autoridades. Por tanto, el futuro de la lucha contra los delitos en la dark web dependerá de un enfoque integral, que combine educación para generar conciencia sobre los riesgos, regulación que establezca límites claros y colaboración internacional que permita desmantelar las estructuras delictivas. Es necesario poner el debate sobre la mesa si buscamos construir un entorno digital más seguro, donde los avances tecnológicos sean utilizados para el progreso y no para la explotación. Copyright Latinoamerica21.com