
ARCOmadrid dedica tradicionalmente un evento específico al arte contemporáneo de América Latina. En esta ocasión, de los tres programas comisariados que se presentan, uno de ellos está dedicado al Amazonas, y otro más, el titulado ‘Perfiles’, está también consagrado al arte de este continente.
Pero hacer una buena selección de artistas latinos, de entre todas las galerías que participan en la feria, constituye un verdadero reto. Solo de Argentina se presentan ocho galerías, pero Brasil participa con veinte. Cinco son las que se presentan por México y otras dos más por Perú. Colombia participa con cuatro galerías, Uruguay con dos y Venezuela solamente con una. Y por ello no resulta nada fácil conocer este panorama tan efervescente. ‘Perfiles’ nos propone una selección de solo projects, en colaboración con las galerías participantes.
Para ello es muy importante la figura del comisario o, como gustan de llamarlo allí, del curador, responsable de la selección. En este caso, el nombre propuesto ha sido el mexicano José Esparza Chong Cuy, crítico y arquitecto, que es actualmente comisario jefe de Storefront for Art and Architecture en Nueva York. Pero que ha trabajado también como curador asociado del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago y de la prestigiosa Colección Jumex, de la Ciudad de México.
Interesado por el arte público y monumental, acaba de publicar, junto con Guillermo Ruiz de Teresa, una compilación de ensayos sobre la problemática de la cancelación de la memoria de aquellos monumentos de la Ciudad de México, representantes de un pasado colonial.
Una decepción
Si uno quisiera valorar la imagen del arte latinoamericano contemporáneo a partir de la propuesta realizada por Chong Cuy, sin duda, se llevaría una decepción. Arropada por una propuesta teórica muy endeble, en la que se reconoce que no hay ninguna unidad entre todos ellos, lo que uno se encuentra, a un lado y a otro de la puerta de entrada del pabellón 9 de Ifema, es una selección muy desigual de artistas, más o menos interesantes, pero efectivamente, sin ninguna relación entre ellos.
Si acaso, podrían señalarse algunas coincidencias de época, tanto en la crítica postcolonial, como en los cuestionamientos de género. Pero poco más. Algunos además apuntan hacia el indigenismo.
Así, la portorricense Chaveli Sifre, cuyo trabajo está centrado en las prácticas de sanación, el olfato, la botánica y las creencias religiosas que surgen a partir de estos elementos, podría tal vez marcar esta tendencia. Sifre es miembro del colectivo La Escuela del Olor, interesado por la creación de un archivo olfativo de la isla de Puerto Rico. Sus cuadros, sin embargo, son una verdadera pena. Ni funcionan ni seducen. Por su parte, la brasileña Jota Mombaça reflexiona sobre el género, desde una perspectiva indigenista, con una propuesta plástica más interesante, consistente en una atractiva serie de pinturas. O como el guatemalteco Naufus Ramírez, cuyo trabajo, estéticamente más limpio, también incorpora elementos rituales y naturales.
El indigenismo está igualmente presente en la obra del peruano Rember Yahuarcani, quien reivindica la tradición plástica de las tribus amazónicas, con una estética que resulta bastante kitsch. Otro tanto se puede decir del colectivo brasileño Sertão Negro, que imparte cursos de agroecología, a través de las prácticas de los pueblos tradicionales afroamericanos, e intenta redefinir las relaciones sociales a través del Quilombo y el trabajo colaborativo. Sus cuadritos de ciudadanos de color, vestidos con trajes coloniales, y sus cabezas jibarizadas, metidas dentro de una botella, no resultan sin embargo demasiado apasionantes.
En esta misma línea hay que pensar el trabajo de Dan Lie, cuyas instalaciones a veces insisten en la generación de ambientes sensoriales, no solo visuales y táctiles, sino también olfativos. A Dan Lie no le gusta el género masculino, pero tampoco el femenino. De hecho, prefiere referirse a sí mismo en plural. Ni él ni ella ni ellos ni ellas, sino elles. Y, aunque ‘Elles no gustan’ de precisar el sitio, todo apunta a que ‘nacieron’ en Brasil, ‘viven’ actualmente en Berlín, donde ‘colaboran’ con la galería Barbara Wien. Sus lienzos colgados del techo, manchados de ramas, barro y hojarasca no parecen tampoco la bomba.
Varios son los artistas aquí presentes que insisten en cuestionar la identidad de género. La mexicana Bárbara Sánchez-Kane, trabaja en las relaciones entre el arte y la moda, tratando de desmontar los estereotipos de género y apostando por identidades fluidas y disidentes. Presentada por la prestigiosa galería Kurimanzutto, es posiblemente la mejor artista de todas las invitadas. Sus dos cristos de bronce, como si fueran zapatitos de tacón, resultan sugerentes y provocativos a la vez. Sus otras esculturas merecen también una atención especial.
La argentina Mariela Scafatti, miembro del colectivo Serigrafistas Queer, un grupo fundado en 2007 que crea lemas para estampar en camisetas que se utilizan en las marchas del orgullo LGBTQ+ y en las manifestaciones transfeministas. Scafatti reconoce la influencia de Hélio Oiticica y sus interesantes instalaciones, con lienzos colgados de los techos, que pudieron verse en Madrid, en una excelente exposición, en la galería Travesía 4. Aunque lo que ha traído a ARCO en esta ocasión resulta un poco decpecionante, pues no son más que frases tontas, para hacérselas imprimir en una camiseta.
Tal vez el trabajo textil de la artista brasileña Agrade Camíz, centrada en la arquitectura carioca y el grafiti, parezca distanciarse de esta línea chamanística, por más que la galería que la representa, A gentil Carioca, sea originalmente un proyecto puesto en marcha nada menos que por Ernesto Neto, junto con otros artistas. Alguna relación habrá.
‘Perfiles’
Comisario: José Esparza Chong Cuy. Pabellones 7 y 9.
En fin, indigenismo, chamanismo, cuestionamiento de la identidad de género y experiencias sensoriales, fundamentalmente olfativas, parecen así las referencias mayores de esta nueva imagen de América Latina, presentada por José Esparza Chong Cuy.