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viernes, marzo 14, 2025

Cinco barilochenses navegaron 200 kilómetros en kayak para recorrer un glaciar en la Patagonia Chilena

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Cinco amigos de Bariloche cumplieron el sueño de navegar en kayak, durante días, a lo largo de 200 kilómetros entre fiordos, témpanos y olas inmensas para llegar al glaciar San Rafael, uno de los mayores glaciares de los Campos de Hielo Norte, en la Patagonia chilena.

El glaciar se encuentra en el parque nacional Laguna San Rafael, en la región de Aysén, que fue declarada Reserva Mundial de la Biósfera por la Unesco en 1979. Apenas unas 150 personas recorren en kayak, al año, ese imponente rincón patagónico.

En este caso, la expedición se extendió desde el 20 de enero al 2 de febrero y los tramos de navegación fueron acompañados por lluvias intensas e incesantes.

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Cuando faltaban aún unos 10 kilómetros para llegar al glaciar, los deportistas pudieron verlo a lo lejos. Se escucharon algunos gritos de alegría y hasta, reconocieron, brotaron algunas lágrimas de emoción por lograr lo que parecía algo imposible.

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La travesía demandó ocho días de remo en kayak. Foto: gentileza

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La travesía demandó ocho días de remo en kayak. Foto: gentileza

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Paisajes imponentes y selva valdiviana. Foto: gentileza

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La expedición requirió todo un trabajo logístico Foto: gentileza

La idea surgió cinco años atrás, pero requería toda una logística que fue dilatando el sueño. En julio del año pasado, en pleno invierno, este grupo barilochense, integrado por Patricio Gómez Constenla, Mariano Aquino, Diego Francisco, Julio Cesar Posse y Matías Nicolas Marcolin, comenzó a entrenar con la confianza plena de que en enero concretarían el viaje a Chile.

Así fue. Partieron desde la ruta nacional 40 hasta la localidad Perito Moreno, en Santa Cruz, donde hicieron la primera parada. Al día siguiente, cruzaron por el paso fronterizo Jeinimeni hasta Puerto Río Tranquilo donde la Armada Chilena les dio un turno para controlar el equipamiento, desde los botes y trajes hasta los equipos de radio y comunicación.

«En esta zona, vimos el lago imponente General Carrera que, para los amantes del kayak de travesía, es un lugar soñado», comentó Matías que, al ser guía de kayak de travesía en el parque nacional Nahuel Huapi, fue nombrado por sus amigos como el «jefe de la expedición». El resto asumió distintos roles.

Vía libre por parte de la Armada Chilena

Al recibir la autorización por parte de la Armada, recorrieron otros 95 kilómetros de ripio hasta Puerto Grosse, el lugar de inicio de la travesía, al pie del río Exploradores por el cual se accede al parque nacional Laguna san Rafael. Allí terminaba la parte logística y debían comenzar a remar 100 kilómetros para llegar al glaciar. Y otros 100 para regresar.

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La travesía demandó ocho días de remo en kayak. Foto: gentileza

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La travesía demandó ocho días de remo en kayak. Foto: gentileza

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Ocho días navegando, con lluvia. Foto: gentileza

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Los campamentos del grupo aventurero. Foto: gentileza

«El plan era remar durante 10 días en el parque, pero en realidad nos tomó ocho. Navegamos entre 25 y 30 kilómetros cada día, durante siete u ocho horas a diario. Recién el quinto día decidimos descansar porque el guardaparque de la Conaf nos advirtió que había alerta meteorológico», comentó Matías, de 42 años.

Describió que el lugar es una reserva natural cubierto de playas agrestes. Cada tarde, el grupo acampaba sobre la costa de los fiordos. «Al ser de un lugar de montaña, no entendíamos del todo cómo funcionaban las mareas en los fiordos, donde sube y baja el mar. Llevamos una tabla de mareas y cada vez que parábamos a dormir, buscábamos a dónde estaba la línea máxima del agua del día anterior y armábamos el campamento un poco más arriba en la playa», especificó.

Al cuarto día, acamparon en un campamento de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), a tan solo dos kilómetros de la pared del glaciar. «El segundo momento más emotivo fue recorrerlo porque, de alguna manera, estábamos disfrutando del objetivo más importante de la expedición. Era sensibilidad a flor de piel«, aseguró.

Describió que remaban «entre témpanos de hielo, por el frente del glaciar que tiene paredones en entre 40 y 60 metros de altura». Advirtió también que la navegación «fue precavida» en tanto no podían acercarse a más de 500 metros ya que se generaban desprendimientos de hielo constantemente. «El ruido era ensordecedor y nos ponía más alerta. Se generaban olas inmensas. Por eso, buscamos la manera de navegar de manera segura», acotó.

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Ocho días navegando, con lluvia. Foto: gentileza

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El equipamiento necesario para la expedición. Foto: gentileza

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La expedición requirió todo un trabajo logístico Foto: gentileza

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Aventura en paisajes imponentes. Foto: gentileza

Un entrenamiento de meses

«Era una travesía que veníamos planeando desde hacía muchos años por la magnitud de la expedición. En un principio, éramos más, pero quedamos solo cinco que nos fuimos entrenando físicamente, desde la fuerza y la resistencia. Sabíamos que no era un paseo ni vacaciones. El desafío de remar tantos kilómetros era importante y desgastante», expresó.

Por eso, insistió, «si bien somos un grupo de amigos, el objetivo era netamente deportivo y de aventura. El condimento más importante fue que, al ser un grupo de amigos, estábamos dispuestos a poner el 100% del compromiso para desarrollar la expedición sabiendo de las dificultades».

Matías relató que lo más impactante fue ver «el tamaño del glaciar con su color tan blanco, al igual que la geografía tan cambiante con sus bosques y selva valdiviana y la variedad de flora y fauna». «Remamos el río Exploradores, de agua dulce y nos metimos en los fiordos, custodiados por montañas de la cordillera chilena, tan altas y abruptas. Se veían ventisqueros, glaciares, islotes, bahías«, puntualizó.

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Cinco amigos en busca de un sueño. Foto: gentileza

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Cinco amigos en busca de un sueño. Foto: gentileza

Sin embargo, la expedición fue dura. Ardua. Temperamental. Llovió mucho desde el primer día hasta el octavo. «Estuvimos mojados todos los días, hubo días en los que parecía que llovía a baldazos como en la Patagonia chilena. El desgaste fue tremendo. El equipo no se secaba nunca y había que ponerse la ropa mojada. Hubo viento, olas, cruces expuestos de un lado al otro de los fiordos por cuestiones de seguridad», planteó.

Contó también que, en los fiordos, las nubes bajan a la altura del agua y «se pierde la visual. Entonces, no podés hacer grandes tramos y hay que circular por zonas costeras porque no sabés por dónde estás navegado».

Sin dudas, reconoció Matías, el tercer momento más emotivo fue al llegar el octavo y último día. «Ya estábamos con un desgaste físico mental. Estábamos agotados. Nos bajamos de los kayaks y nos abrazamos felicitándonos. Lo habíamos logrado», sostuvo.

Kayaks de travesía

El kayak de travesía es una embarcación pequeña, de unos 5 metros de longitud, para una sola persona. Permite navegar en lagos, mares o ríos con un remo aunque haya olas, viento o condiciones adversas.

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Cinco amigos en busca de un sueño. Foto: gentileza

Los kayakistas deben llevar elementos de seguridad como un chaleco salvavidas, un faldón de neoprene que impide que el agua ingrese al interior de la embarcación.

«Puede permitir un paseo recreativo por la costa del lago en un día soleado o hacer una expedición de varios días con condiciones más adversas. Todo depende de la capacidad técnica del kayakista», indicó Matías y aclaró que, «en Bariloche hacemos paseos guiados para turistas y no necesitan experiencia previa. Solo se eligen una condición ideal de clima para ese momento. O puede ser el caso de esta expedición de varios días que requiere mucha experiencia y condición física«.

En esta travesía, la elección de los alimentos también resultó estratégica. Por eso, llevaron comida liofilizada que permitía llevar menos volumen y más cantidad en cada kayak. Sabían que el desgasta físico sería inmenso. A la vez, durante la remada, comían algún snack, frutas o alfajores para mantener la energía.

Redacción

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