En las últimas semanas, la democracia en América Latina ha sufrido un golpe silencioso pero devastador. Con la suspensión y disminución del financiamiento de organizaciones clave como la National Endowment for Democracy (NED), el International Republican Institute (IRI), el Instituto para la Paz, el Inter-American Foundation y USAID, cientos de programas que garantizaban elecciones libres, fortalecían instituciones democráticas y promovían la libertad de prensa han sido cancelados.
Esta situación se suma a una tendencia que ha estado erosionando las democracias en la región. En varios países, los propios gobiernos están debilitando las instituciones encargadas de garantizar procesos electorales justos y mantener el equilibrio de poderes. La reducción de fondos para elecciones, el debilitamiento de organismos de control y la presión sobre los medios forman parte de una estrategia para concentrar el poder y restringir el acceso a información independiente.
Este no es un problema exclusivo de la política estadounidense, nos afecta directamente. La debilitación de las instituciones democráticas erosiona el Estado de derecho, compromete la seguridad y concentra el poder en unos pocos, con consecuencias en nuestras libertades y oportunidades económicas.
El peligro de la desfinanciación: ¿por qué nos debe importar?
Cuando se habla de la reducción de fondos para la democracia, suele percibirse como un problema distante, pero esta crisis impacta a todos. Durante décadas, estos programas han promovido elecciones transparentes, fortalecido congresos y gobiernos locales, defendido derechos humanos y permitido la supervivencia de medios independientes. Si estas instituciones desaparecen, ¿quién tomará su lugar?
Los gobiernos han implementado medidas para reducir la capacidad de acción de la sociedad civil y debilitar las instituciones que podrían frenar los intentos de centralizar y perpetuar el poder. Esto no es un debate ideológico: sin democracia, no hay espacio para el debate ni la diversidad de ideas. Donde el poder se concentra, las reglas cambian a conveniencia, afectando la estabilidad económica, la seguridad jurídica y las libertades individuales.
¿Qué iniciativas están en riesgo?
El impacto de esta crisis ya se siente. Algunos programas afectados incluyen:
- Medios de comunicación independientes que dependen de fondos externos para investigar y publicar información en entornos donde la censura es una amenaza.
- Sistemas de monitoreo electoral que garantizan elecciones limpias y minimizan el fraude.
- Organismos electorales y tribunales de justicia que enfrentan recortes presupuestarios o ataques a su independencia.
- Investigaciones académicas y encuestas de opinión sobre el estado de la democracia.
- Programas de formación política y cívica para ciudadanos líderes.
- Tecnologías cívicas que fomentan transparencia y rendición de cuentas.
- Campañas de información y movilización ciudadana en defensa de derechos.
- Monitoreo de desinformación y discursos de odio en redes sociales y medios.
El debilitamiento de estas iniciativas solo beneficia a los regímenes autoritarios y a quienes buscan eliminar cualquier forma de control al poder.
¿Quién se beneficia del debilitamiento de la democracia?
La suspensión de estos fondos no es solo un tema burocrático. Mientras las organizaciones democráticas pierden apoyo, los regímenes autoritarios del continente ganan terreno. Esto implica:
- Menos acceso a información veraz, debilitando la capacidad de los ciudadanos para tomar decisiones informadas.
- Reducción de espacios de participación ciudadana.
- Mayor vulnerabilidad en elecciones debido a la pérdida de autonomía de los organismos electorales.
- Desconexión de la ciudadanía con la política y la acción cívica.
Cuando la democracia se debilita, las consecuencias son claras: menos transparencia, más corrupción, desconfianza institucional y crisis económicas y sociales más profundas. Además, la participación ciudadana es clave en la lucha contra el cambio climático, por lo que el debilitamiento democrático también afecta esta agenda crucial.
¿Qué podemos hacer? Poder ciudadano y comunidad organizada
Si los gobiernos miran hacia otro lado y la cooperación internacional se repliega, la respuesta está en nosotros. No hay democracia sin una ciudadanía activa ni empresas comprometidas con su defensa. Algunas acciones urgentes:
- Empresarios: Respaldar organizaciones sociales que trabajan por reglas justas y equitativas.
- Ciudadanos: Participar, donar y hacer voluntariado en organizaciones sociales.
- Medios independientes: Suscribirse, donar y compartir contenido para defender su labor.
- Organizaciones locales: Contribuir con tiempo, recursos o conocimientos.
- Educación: Consumir y difundir información de fuentes confiables para frenar la desinformación.
- Involucrarse en causas concretas: Elegir una lucha y comprometerse con ella.
- Participación política: Votar, exigir a representantes y formar redes de incidencia.
- Políticos: Redoblar esfuerzos para fortalecer el sistema de frenos y contrapesos.
Si nos mantenemos activos e informados, seremos un obstáculo para quienes buscan concentrar el poder y silenciar voces críticas.
En tiempos de incertidumbre, la esperanza no es una ilusión ingenua, sino una estrategia de resistencia. Defender la democracia en América Latina no es tarea de unos pocos, sino responsabilidad de todos. Y la mejor forma de hacerlo es juntos.