(Informe elaborado por Pablo Lumerman, Luciano Boyero, Lucio Savignano Josefina Ronco y Diego Marks y Francisco Mantilaro, miembros del círculo interdisciplinario de bosques, clima y hábitat de Liquen, consultora especializada en facilitación regenerativa)
La reciente inundación de la ciudad de Bahía Blanca, causada por un récord extremo de casi 400 milímetros de lluvia en pocas horas, evidencia la crisis en los modos en que se construye y habita en las ciudades y nos obliga a revisar las estrategias de adaptación a un nuevo régimen climático en la Patagonia Norte. Mayores temperaturas y menos humedad en la cordillera, más incendios forestales y tormentas más intensas son algunos de sus efectos que llegaron para quedarse.
Este nuevo régimen coexiste con un crecimiento demográfico no planificado en la región, ya sea por migración o crecimiento vegetativo. La catástrofe del 7 de marzo en Bahía Blanca, que dejó al menos 16 muertos, una centena de desaparecidos y miles de evacuados, plantea interrogantes sobre las estrategias de adaptación de ciudades y territorios frente a un escenario climático distinto al histórico.
El desarrollo de infraestructuras resilientes que incorporen soluciones basadas en la naturaleza (SBN) se convierte en una prioridad para la política pública y el sector privado, con el fin de aumentar la seguridad económica y humana de la región. La protección e integración de humedales urbanos, la restauración de ecosistemas naturales, entre otras SBN forman parte de un catálogo de estrategias necesarias para enfrentar este nuevo régimen climático, que ha llegado para quedarse.
Un enfoque regenerativo no solo debe aplicarse desde las ingenierías, sino también preservar el lazo social y apostar por un futuro mejor para las generaciones venideras. Además, la creación o transformación de estas nuevas ciudades debe incorporar las voces de todos los sectores, especialmente los más vulnerables que sufren la falta de servicios, el abandono y la falta de planificación. Estos grupos, junto a las juventudes, deben ser parte central de la planificación. De lo contrario, la preparación para eventos extremos podría generar exclusión.
Una planificación inclusiva con infraestructura resiliente debería resultar no solo en una ciudad más preparada, sino también en una población más preparada. Es crucial desarrollar planes de respuesta inmediata de base comunitaria y planes de post-regeneración que permitan reconstruir el tejido social, comercial y político.
• MegaIncendios y Supertormentas en la Patagonia: del desastre a la regeneración
En el último año, la Patagonia ha enfrentado incendios forestales devastadores, tornados destructivos, lluvias torrenciales y marejadas extraordinarias. Los incendios han arrasado más de 71.300 hectáreas en Chubut, Río Negro y Neuquén, afectando la biodiversidad y a comunidades rurales y urbanas que enfrentan vulnerabilidad extrema por la falta de medidas de prevención y manejo adecuadas. Ciudades como El Bolsón, insertas en el bosque andino patagónico, enfrentan riesgos asociados a estar en zonas de interfase, donde la sequía, la especulación inmobiliaria y la falta de regulación aumentan la probabilidad de incendios.
Los eventos climáticos extremos pueden causar impactos politraumáticos, destruyendo hábitats urbanos y provocando pérdidas irreparables. Episodios como el megaincendio en El Bolsón y la supertormenta en Bahía Blanca forman parte de una serie de desastres asociados a eventos climáticos extremos, que incluyen lluvias eléctricas, tornados y lluvias destructivas.
Estos eventos funcionan como un llamado de atención para que la sociedad, incluidas comunidades, empresas y gobiernos, tomen conciencia de su exposición y vulnerabilidad socioambiental. Los daños y pérdidas asociados son cuantiosos, requiriendo cientos de millones de dólares para la reconstrucción. Sin embargo, las vidas perdidas son irreparables. La organización social y las redes solidarias son clave para enfrentar estos desafíos, junto con políticas públicas, concertación y trabajo articulado entre niveles estatales y la comunidad. En momentos de emergencia, las luchas políticas deben suspenderse para atender lo urgente.
No obstante, existen líneas de acción para mitigar los efectos de estos desastres. El sistema científico internacional es fundamental para comprender el funcionamiento de los sistemas climáticos, geográficos y sociales, y generar predicciones basadas en datos. Estas predicciones permiten diagnósticos territoriales precisos, que integran perspectivas multidisciplinarias y sociopolíticas locales, facilitando una planificación preventiva a diferentes escalas.
• Enfoque Integral para la Respuesta Temprana y Reconstrucción Regenerativa
Para abordar desastres como el de Bahía Blanca y los incendios en la Patagonia, es crucial desarrollar una estrategia que combine tres elementos:
1. Respuesta Temprana: Implementar sistemas de alerta temprana más efectivos para evacuar áreas de riesgo antes de que ocurra el desastre.
2. Reconstrucción Regenerativa: Fomentar la reconstrucción de infraestructuras resilientes al clima, utilizando tecnologías sostenibles y materiales locales.
3. Adaptación al Cambio Climático: Realizar estudios de vulnerabilidad para identificar áreas de alto riesgo y desarrollar planes de contingencia específicos.
Para crear territorios más seguros frente al clima extremo, se requiere un cambio de mentalidad en los modelos de desarrollo urbano. Nuevas tecnologías y corrientes de diseño arquitectónico integrado al planeamiento urbano, como el enriquecimiento de humedales y el desarrollo de infraestructuras verdes y azules, son clave para mejorar la resiliencia climática de las comunidades locales.
En resumen, la situación en Bahía Blanca y los incendios en la Patagonia subrayan la necesidad de una planificación atenta a las nuevas vulnerabilidades creadas por el cambio climático. Estos eventos catastróficos evidencian el costo incalculable del retroceso en el debate público global sobre el cambio climático, donde se deslegitiman consensos amplios necesarios para la acción preventiva.