Solemos imaginar de forma errónea la frontera entre dos países como un lugar concurrido y perfectamente delimitado, sin embargo, lo cierto es que, en ocasiones, las líneas que dividen los estados son apenas perceptibles. El tratado de Schengen suprimió en 1995 los controles en las fronteras interiores de la Unión Europea, pero, en algunos rincones, estas ya eran prácticamente inexistentes.
Es el caso de El Marco, una aldea de Portugal dividida en dos por el tratado de Lisboa de 1864. Desde entonces, el arroyo de Arronches, un pequeño torrente local, ejerce de línea divisoria entre España y Portugal. El Marco español forma parte de la localidad pacense de La Codosera, mientras que la parte lusa depende del municipio de Arronches, en Alentejo.
En 2008, se construyó una estructura sólida que sustituía el paso rudimentario levantado por los propios vecinos.

Más de un siglo y medio después, las cosas continúan casi igual. La división administrativa no impidió que familias y vecinos convivan, compartan y generen sinergias, con más o menos facilidad, según el momento histórico. Sin embargo, algo sí mejoró sustancialmente en los últimos tiempos: el acceso ahora es mucho más fácil. Y es que, finalmente, en 2008, se construyó un puente «de verdad»; una estructura sólida que sustituía al paso rudimentario levantado por los propios vecinos y que desaparecía aguas abajo cuando llovía con intensidad.
A instancias de Arronches y con fondos de la Unión Europea, el nuevo armazón, en cuya obra participaron trabajadores de ambos márgenes, tardó poco en popularizarse, no solo por ser mucho más moderno, robusto y seguro que el pontón al que reemplazaba, sino por su flamante estatus. A pesar de sus pequeñas dimensiones, se había convertido en puente internacional.

La novedad no finalizaba aquí. Con solo 3,2 metros de longitud y 1,45 metros de ancho, el puente de El Marco pasaba a ser ¡el puente internacional más pequeño del mundo! Así desposeía de un cuestionado récord planetario al puente de 9,75 metros que comunica la isla privada de Zavikon, -un diminuto pedazo de tierra de las Mil Islas de la provincia canadiense de Ontario- con el patio trasero de un supuesto islote del mismo propietario del estado de Nueva York, en EE.UU.

A diferencia de lo que algunos podrían imaginar, el puente de El Marco es un rincón tranquilo en tierra de castaños y encinas que solo permite el paso de peatones y bicicletas, aunque por él cruza alguna que otra motocicleta.
La única pista que ofrece al transeúnte para identificar su ubicación son unas letras de piedra situadas a ambos lados con una «E» y una «P», que indican si se encuentra en España o Portugal.
Fuente: La Vanguardia
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