
En la edición dominical ‘Desde la Fe’, la Iglesia Católica denunció los fuertes estragos tras el hallazgo de seis lotes de restos óseos al interior en Teuchitlán, Jalisco; así como la crisis de violencia que aqueja a México en razón de la desaparición forzada de miles de ciudadanos.
Bajo un artículo religioso, la arquidiócesis evidenció que la violencia y los casos de desaparición se han convertido en una constante al interior del país, donde la sociedad mexicana ha normalizado este tipo de actos dejando de lado la indignación y la lucha contra las injusticias.
Conforme al Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), desde 1952 hasta el 2025, se contabiliza un total de 124 mil 265 registros de personas sin un paradero en el país, lo que pone en evidencia la deficiente atención a los casos, así como la severa huella de violencia y crueldad que se ejercen contra de las víctimas localizadas sin vida en dichos sitios clandestinos.
A través del texto ‘La escucha desaparecida’ en la editorial ‘Desde la Fe’, la doctrina católica emitió un llamado a los creyentes para sumarse en una lucha que pueda atender la crisis de violencia que enfrenta el país, pues la sola presencia de una fosa clandestina en el territorio, es una problemática que debe generar indignación nacional.

Los servidores de la religión hicieron alusión al reciente hallazgo de un predio de casi 10 mil metros cuadrados en la comunidad de Teuchitlán, cuyo establecimiento encubría un crematorio clandestino, estructuras de entrenamiento y exterminio de personas bajo la dirección del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG); al cual catalogó como parte de una ‘crisis humanitaria’ en México.
“En medio de este ruido ensordecedor de cifras, dolor y hechos violentos, dejamos de escuchar a quienes sufren (…) Tantas veces las víctimas de la delincuencia nos han gritado ‘queremos justicia’, que los hemos dejado de escuchar”, lamentó.
Ante la indignación, la Iglesia también enfatizó en otros casos de impunidad respecto al incremento de desapariciones, tales como en las entidades de San Fernando, Ayotzinapa, Culiacán, entre múltiples regiones del país.
En medida de acción, la editorial llamó a recuperar la escucha y visibilizarían tanto a las víctimas de la violencia como a los familiares y grupos de búsqueda, pues consideró que únicamente trabajando en conjunto se puede ‘erradicar la violencia que nos está arrebatando parte de nuestra humanidad’.

El artículo reconoció el papel fundamental que ejercen los grupos de madres buscadoras y sus familias, a quienes distinguió por su ardua labor y resiliencia para el hallazgo de los desaparecidos y enfrentar las causas desde la colectividad pese a su dolor y miedo. En razón de ello, la doctrina pidió a las colectivos de exploración en que continúen siendo un ‘faro de esperanza’ para aquellos que lo han perdido todo.
“Las familias buscadoras nos dejan claro que las familias son la esperanza del mundo, aún en medio del dolor y la adversidad”, compartió el artículo.