
Caldes de Malavella
Un espacio rodeado de naturaleza, donde las personas mayores puedan envejecer en comunidad en función de sus necesidades de salud, dotado de todo tipo de equipamientos sociosanitarios, hospedaje, seguridad y otros servicios como unidades de demencia, una escuela de formación para cuidadores o un hotel restaurante.
Es una idea en la que trabajan desde hace años una quincena de profesionales de distintos ámbitos (ingenieros, economistas, abogados, arquitectos…) dispuestos a convertir una finca de Caldes de Malavella, próxima al campo de golf, en un lugar de retiro para mayores de 62 años con un alto poder adquisitivo
Se estima que podrían residir 500 personas distribuidas en distintos vecindarios en función de su salud
El escenario de esta iniciativa “vanguardista en España y Europa”, según destacan sus impulsores, son 115 hectáreas, de las que 50 serían en bosque abierto al público, en las que residirían entre 450 y 500 personas distribuidas en cinco vecindarios en función de sus necesidades asistenciales: desde personas sin limitación física o psíquica alguna hasta ancianos que requieran atención médica y asistencial continuada. Todo ello en casas de planta baja con patio interior, espacios de ocio y servicios lúdicos para combatir la soledad.
El proyecto, de hacerse realidad, comportaría una inversión de 60 millones de euros, la creación de 280 puestos de trabajo altamente cualificados y la implantación de servicios específicos para atender a los mayores como un centro de día o un centro de atención primaria (CAP) gerontológico, con especialidades propias como neurología, reumatología, endocrinología o traumatología, que funcionaría como prueba piloto en Catalunya, entre otros.
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El profesor de IESE Joaquim Vilà, que es uno de sus ideólogos, destaca la necesidad de dotarse de espacios de este tipo en un momento en que el envejecimiento de la población “es un tsunami silencioso” e “imparable” con implicaciones desde el punto de vista “social, económico y político”.
Bautizado como Gelabert del Bosc –que es el nombre de la masía que ocupaba este espacio–, la idea se inspira en comunidades surgidas en Estados Unidos en las décadas de 1970 y 1980 como alternativa a las residencias de ancianos. Espacios capaces de cubrir todas las necesidades del envejecimiento, desde la vida independiente hasta la vida asistida o la enfermería especializada.
El modelo se inspira en las comunidades de mayores surgidas en Estados Unidos en las décadas de 1970 y 1980 como alternativa a las residencias de ancianos
Los requisitos para acceder a estos servicios es tener más de 62 años y disponer de los recursos económicos suficientes para cubrir la entrada y las cuotas mensuales que requerirá esta comunidad de mayores con atención especializada. Vilà explica que en Estados Unidos se pagan entre 300.000 euros y hasta un millón de entrada, cuantía que en el caso de Caldes sería muy inferior si se logra que el proyecto salga adelante.
Los usuarios pagarían en concepto de “derecho de reserva de uso” bajo el compromiso de hospedarse en este espacio durante un tiempo determinado. Si falleciera antes de completarse el periodo de estancia, se devolvería a los familiares la cantidad no consumida. La entrada inicial, las cuotas mensuales y la aportación de los inversores son algunas de las fórmulas que ayudarían a financiar el proyecto.
El acalde Salvador Balliu dice que se trata de una “idea embrionaria que hay que estudiar”
Por ahora, los impulsores están presentando su iniciativa al Ayuntamiento de Caldes, a partidos de la oposición y a los departamentos de la Generalitat que de una forma u otra se verían implicados en esta iniciativa. Vilà explica que la tramitación del proyecto se podría hacer en unos tres años y que, más allá de la atención a los usuarios, también comportará beneficios para el municipio. “Será un win-win”, subraya. Por ejemplo, se baraja la idea que vecinos de Caldes puedan ocupar una parte de esas plazas a cambio de ceder su vivienda al Ayuntamiento para que este las destine a alquiler asequible.
El alcalde de Caldes, Salvador Balliu, explica que se trata aún de “una idea embrionaria, todavía sin proyecto, que hay que estudiar”.