En el 2014, Laiseca me apuntó con un arma y sonrió. Esto sucedió: había salido su libro largamente postergado La puerta del viento (Mansalva), donde cuenta su deseo de ir a la Guerra de Vietnam para vencer un miedo ancestral que lo poseía y no culminaba la escritura porque tenía la creencia que si lo terminaba iba a morir, y fui a entrevistarlo a su departamento en Flores. Me llevó el escritor Sebastián Pandolfelli, que era la persona que le organizaba un poco la vida, incluso fue él quien habló con la editorial para que saliera esa novela (“se empezó a dar un clima más de confianza que se convirtió en amistad más allá de la relación Maestro/Discípulo, y terminé siendo su «Lugarteniente» como él me llamaba”, cuenta).
En un momento de la entrevista, le pregunté a Laiseca por su padre, una figura mítica y dictatorial en el relato de su vida, y recordándolo se emocionó hasta que se le cayeron algunas lágrimas. Laiseca estaba imponente y vulnerable detrás de un escritorio cargado de papeles escritos a mano, libros, medicamentos y botellas de cerveza. Se lo veía conmovido, fumaba sin parar y quiso seguir hablando.
Divagó un poco. Hasta que dijo que lo único que le había quedado de su padre era un arma. A continuación, abrió un cajón y sacó el arma. Me apuntó. Por un instante consideré la posibilidad de que fuera un arma de juguete, pero no, se veía muy real. Me miró fijo a los ojos y sonrió. Esa era el arma que le había dejado su padre. Sebastián Pandolfelli estaba al lado mío y se puso a hablarle frenéticamente, intuyo que para calmarlo. Laiseca lo miró a Pandolfelli y guardó el arma, casi obedeciendo y comprendiendo la situación, volviendo al contexto de la entrevista.
Nunca supe si el arma estaba cargada o no. Hoy, once años después, Pandolfelli recuerda esa aventura y me dice entre risas: “¿Te acordás de eso?”

Un humor medio raro
“Sí, me acuerdo perfectamente”, le digo. Y al rato continúa recordando: “Él estaba con un humor medio raro ese día y, creo que pasó tanto tiempo que ya lo podemos contar, en un momento sacó el revólver y te lo mostró. Ya había hecho eso en el taller un par de veces, yo ya estaba curado de espanto, pero fue un momento intenso. Tiene un millón de anécdotas así, y muchas están en el libro”.
El libro al que se refiere es el que acaba de llegar a la mesa de novedades: Laiseca, el maestro. Un retrato íntimo (Random House), firmado por Chanchín, que era una forma coloquial/afectiva/comodín con la que llamaba a sus alumnos más fieles (la fidelidad era muy importante para él). Quienes escribieron este memorial/perfil, que también coquetea con la ficción (la vida de Laiseca tenía bordes muy difusos entre lo real y la invención), son Selva Almada, Rusi Millán Pastori (también cineasta y realizó el documental Lai), Guillermo Naveira, Natalía Rodriguez Simón y el ya mencionado Sebastián Pandolfelli.
Esto coincide con la reedición de Los Sorias (Editorial Barrett de España), la novela más larga de la literatura (1356 gloriosas páginas), pero, lo más importante, que muestra en toda su magnitud, complejidad y dimensión profunda el universo literario laisequiano.
Un territorio extraordinario donde puede ingresar absolutamente todo ya que trabaja por acumulación desbordante y oceánica: la ciencia ficción, la magia, el realismo más llano, la música, la filosofía, el esoterismo, el humor, la poesía, la lingüística, la economía, la aventura, estrategias militares, geopolítica y, la lista podría seguir pero terminamos acá, una visión personal sobre el poder y su ejercicio infernal en la tierra.
Tal como planteó Jorge Luis Borges, no hay nada obligatorio en relación a la lectura, pero si es posible pensar que hay una novela obligatoria para leer y descubrir los alcances extraordinarios a lo que puede llegar un escritor de esta parte del mundo, entonces Los Sorias es ese libro. Buenas noticias: el monstruo sigue entre nosotros.

Rescatar alegría y amor
Escribe Laiseca en Camilo Aldao, su última novela publicada en un volumen llamado Hybris donde estaba junto a La puerta del viento y Sindicalia (su primera novela escrita): “La vida es tan espantosa que al menos en la ficción tenemos que rescatar un poco de alegría y amor”.
¿No es un poco eso lo que intentó hacer Laiseca, de distintas maneras y bajo distintos trajes de género, a lo largo de toda su obra? Sí, eso y mucho más también. Por eso era un escritor tan vitalista. Tenía una existencia que iba de la escritura al cotidiano y viceversa. De esta manera, el escritor Laiseca gestó una nueva faceta de su obra: la de maestro inolvidable.
Cuenta Selva Almada sobre el nacimiento de Laiseca, el Maestro: “La idea de este libro salió cuando estábamos trabajando Hybris con la editora Ana Laura Pérez, editora de Random House, ese libro que salió en el 2023 que tiene dos novelas inéditas y la reedición de La puerta del viento. A mí me convocaron para hacer el prólogo y que Sebastián Pandolfelli se ocupara de la revisión de los inéditos y demás. En las charlas mientras hacíamos eso hablábamos de Laiseca y de sus talleres y que nos conocimos ahí. Y surgió la idea de que sería lindo que su último grupo de taller, entre todos era un texto a diez manos, escribiera una biografía, pero atravesada por la figura del Maestro»
De esa manera en común pusieron manos a la obra a mediados del 2022: «Empezamos a trabajar, que fue reunirnos y encontrar una forma, una estructura, articular las vivencias que habíamos tenido cada uno y, a la vez, como grupo. Queríamos que fuese una voz unificada, que es la voz de Chanchín, el nombre de guerra con el que firmamos el libro. Fueron dos años de trabajo para llegar al final”, agrega Almada.
Laiseca, el Maestro es un perfil que recorre toda la vida del escritor y que se nutre tanto de material archivo de medios como de entrevistas a quienes lo conocieron (un rol destacado el de su hija Julieta Laiseca que aportó un material desconocido hasta ahora y de familiares directos) y de momento de ficción donde se apoyan algunos capítulos para hacer ingresar lo biográfico.
En cierto modo, la vida del tipo de escritor que fue Laiseca tuvo tanto de horror (ausencias letales –la madre– como presencias espantosas –el padre-, entre otros) como de explosiones de intensidad (sus amores, ssus momentos familiares, el llegar a publicar, entre otros) que le permitieron llegar a ser quien fue en sus libros.

Dice Selva Almada: “Nos dimos el permiso de ficcionaliar algunas escenas porque tuvo un recorrido tan particular que en muchos momentos la vida se confundía con la obra. Es el único escritor que yo conocí en los que los límites entre ficción y vida se corren y confunden constantemente”.
Si se le pregunta a Sebastián Pandolfelli cómo era Laiseca como maestro dice lo siguiente: “Era mi Maestro y mi amigo. Como el Señor Miyagui para el Karate Kid”. Pandolfelli arrancó el taller con Laiseca en el Centro Cultural Rojas, en 2003, y después fue a su casa y, cuenta: “Ahí se empezó a dar algo más cercano entre nosotros. Yo había leído El jardín de las máquinas parlantes y le preguntaba todo el tiempo cosas sobre esa historia, ahí cada tanto él me contaba alguna anécdota o parte de su vida y yo fui entendiendo que esa novela era autobiográfica”.
Cuenta sobre el libro que escribió sobre su maestro junto a sus compañeros en donde parecen confundirse la realidad y la imaginación constantemente: “Sabíamos que estábamos describiendo escenas que fueron reales porque Lai nos contaba todo el tiempo sobre algunos aspectos de su vida y sacamos el material de ahí. Las partes ficcionalizadas del libro están rigurosamente basadas en situaciones que él contó o que dijo en entrevistas o citando parte de sus obras”.
Los bordes en los que se manejaba Laiseca siempre eran caóticos porque fue alguien que hizo de su relación con lo esotérico, la magia y el más allá una forma de vida, es por eso que es tan importante contar su relación con el polémico escritor Marcelo Fox y su maestro Enrique César Lerena de la Serna alias Jalí.
Magia y rituales
Explica Pandolfelli: “Su relación con lo esotérico era muy profunda, él creía en eso, practicaba magia, tenía sus rituales, como lo de forrar los libros de blanco para protegerlos de robos astrales y esas cosas. Yo lo acompañé muchas veces a visitar a la bruja que le tiraba el Tarot, pero no le gustaba hablar mucho sobre eso. Para hablar de magia había que sacarle el tema y esperar a que él soltara algo. Estudiaba astrología, de eso sí hablaba a veces, de cartas astrales que había hecho y esas cosas. En El jardín de las máquinas parlantes está todo, esa novela es la más autobiográfica que escribió, se puede leer como un tratado introductorio al mundo de la de magia.”

¿Más allá de lo anterior estaríamos hablando de Laiseca si no fuera por Los Sorias? Una novela que ya era toda una leyenda antes de ser publicada por primera vez en 1998 (en el ensayo Laiseca –Ediciones Entre Ríos, 2022– de Agustín Conde De Boeck hay una foto del manuscrito que circuló durante más de una década de mano en mano).
Y además, es una novela que no tiene referencias en la literatura argentina, toma sus influencias de un cúmulo delirante de tradiciones (Piglia lo llama “la biblioteca insólita”) y, sin embargo, es una obra terriblemente anclada de este suelo.
Por otra parte, toda la obra literaria de Laiseca se dirige hacia Los Sorias y una vez que se publica es un mundo que estalla en mil pedazos y va desperdigando sus esquirlas hacia el futuro de sus textos.
Una historia que comienza en una pensión y deriva en un enfrentamiento entre dos potencias: Soria y Tecnocracia (gobernada por Monitor), que limita con otra patencia: Unión Soviética. Leerla, al menos una vez en la vida, es comprender la singularidad y oportunidad que significa esta reedición de la editorial Barrett: implica ser abducido por un planeta llamado Laiseca que solo ofrece literatura en su máximo nivel de expresión.
¿Es un segundo momento de reconocimiento popular para Laiseca luego de su paso por la televisión con sus Cuentos de terror? Opina Selva Almada: “Creo que sí. Me hubiese encantado que sucediera en vida porque a él le hubiera gustado una mayor circulación de su obra y llegar a más lectores. Y otra idea del libro era contagiar a posibles lectores de su obra y que vayan a sus libros, era construir una versión de Laiseca, porque es casi inabarcable, pensando en que a partir de este libro se abra una puerta de entrada a su obra que es lo más importante. Queremos seguir impulsando sus libros, que son tan enormes y tan particulares en la literatura argentina.”
Laiseca, el Maestro: Un retrato íntimo, de Selva Almada, Guillermo Naveira, Sebastián Pandolfelli, Rusi Millán Pastori y Natalia Rodríguez Simón (Random House).