¿Puede uno estar seguro, al iniciar un nuevo procedimiento ,que todo saldrá bien? Pues no, como tampoco se puede saber si uno volverá a casa esta noche o cómo evolucionará el país el año que viene. Los hombres lidiamos con la incertidumbre desde siempre. Aquella famosa frase de Sócrates de “Sólo sé que no sé nada” escondía en verdad una especie de respuesta al Oráculo de Delfos que, preguntado por su amigo Querefón, había dicho que el filósofo era el hombre más sabio. Él piensa el tema y se da cuenta que su conocimiento está dado en no dar nada por sentado, en aceptar la incertidumbre.
En la época contemporánea, Jean-Paul Sartre ha mencionado que «el hombre toma conciencia de su libertad en la angustia, o, si se prefiere, la angustia es el modo de ser de la libertad como conciencia de ser”. Puede parecer difícil pero cuando debemos tomar una decisión, sí sabemos que a menudo la angustia y la libertad se dan la mano: nada hay seguro.
En ese mismo camino, el filósofo Zygmunt Bauman sostuvo la idea de “modernidad líquida” para referirse al “epítome del estado de permanente incertidumbre”. Vivimos en un mundo que fluye, donde no hay constantes permanentes. Y debemos aceptar caminos cuyos recorridos no siempre conocemos.