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lunes, abril 7, 2025

Los días de exasperación en la Casa Rosada: «Hay que aguantar»

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La culpa es de Cristina, que sueña con ver a Javier Milei alejándose de la Casa Rosada en helicóptero. O es de Victoria Villarruel, que se comporta como si fuera opositora y posibilitó la sesión del jueves en el Senado. O de Mauricio Macri, que actúa por venganza porque Karina Milei impide una alianza del oficialismo con el PRO. O es del periodismo, que operó en contra y recibe sobres con plata negra para ayudar a que le vaya mal al Gobierno. La culpa es de todos ellos o de Ricardo Lorenzetti, que convenció a los asesores del Presidente de que el tratamiento del pliego de Ariel Lijo iba a ser un simple trámite parlamentario. O es del propio Lijo, que ni consiguió los votos de los senadores ni tuvo agallas para renunciar a su cargo de juez federal.

Según a quién se consulte en la Casa Rosada, la responsabilidad por el fracaso de los aspirantes a jueces de la Corte Suprema, Lijo y Manuel García Mansilla, es de cualquiera menos del Gobierno. Un fracaso que empezó a construirse el 20 de marzo del año pasado, cuando se difundieron sus postulaciones a través de un comunicado, y que termina con un desgaste fenomenal para el Ejecutivo y con un signo enorme de interrogación sobre cómo, cuándo y con qué integrantes se conformará el máximo Tribunal de Justicia del país. Hubo demasiado tiempo para negociar, para cambiar, e incluso para retroceder (hubo voces de alerta hasta el minuto previo a que la oposición consiguiera el quorum). Doce meses de un lento naufragio. Milei decidió desoír a todos y, como siempre, pensó que lo mejor era acelerar.

Los senadores del PRO Alfredo de Ángeli y María Victoria Huala (ambos a pedido de Macri), los radicales Pablo Blanco y Martín Lousteau y el ex oficialista Francisco Paoltroni se plegaron a 33 kirchneristas y lograron el quorum para el tratamiento de los pliegos. En Balcarce 50 se había trabajado hasta ese mismo instante para impedirlo. A último momento hubo hasta una maniobra de desesperación: le pidieron a Bartolomé Abdala, el presidente provisional del Senado -que reemplazaba a Villarruel, que esa día estaba como presidente en ejercicio- que firmara un decreto para suspender la sesión.

Presionado por propios y ajenos, Abdala acudió al despacho de Villarruel y le confesó que estaba en una posición muy incómoda. “Están locos si quieren frenar esto. No se puede, no hay tiempo. Se hubieran acordado antes”, le contestó la vicepresidenta. Se desconoce si Villarruel sufría o gozaba de la situación. Sí se sabe, en cambio, que intentó distraer a Abdala para que los minutos pasaran y ocurriera lo que, al cabo, sucedió: sonó la chicharra y el inicio de la sesión fue presidido por Silvia Sapag, ante la ausencia de Abdala, que apareció en el estrado después de la entonación del Himno Nacional.

Villarruel, como Macri, siempre se opuso a la candidatura de Lijo. Los confidentes presidenciales sostienen que ambos trabajaron desde el primer día para voltear su pliego y que la vice se regocija ante cada traspié del oficialismo. Desde cuentas libertarias en X, algunas atribuidas al gurú todopoderoso Santiago Caputo, la castigaron. Pero ya no parecen intimidarla. Ella se defendió y asoció los ataques a “la casta”. Les contestó con el relato libertario. Y al otro día, como si quisiera demostrar su independencia, hizo un segundo acto en homenaje a los caídos en la Guerra de Malvinas, filmado y distribuido por el equipo de prensa del Senado.

En el Gabinete hay quienes se preguntan si no llegó la hora de revisar algunas conductas extremas, los movimientos impulsivos y los vínculos interpersonales de Milei. Quizás no se trate de los funcionarios más escuchados, pero sí de personas que adquieren relevancia por su función y que conversan seguido en el despacho presidencial. Ese ala del equipo de ministros se pregunta si la inestabilidad de su líder frente a personas que pasan del amor al odio sin escala, a veces de modo súbito, no están afectando la gestión. Vale para el caso de Lijo y García Mansilla, aunque no se agota allí. Esta semana hubo episodios que desnudaron nuevos errores no forzados.

¿Quién fue el responsable de que Milei viajase a Estados Unidos para, supuestamente, ver a Donald Trump, aunque más no fuera para una foto? El primer mandatario se subió al Boeing 757-256, el Arg-01, pasadas las 23, rodeado de especulaciones. Por eso, durante esa tarde habían irrumpido versiones de que el viaje estaba en duda. Los rumores partían de funcionarios clave, pero otros -también con peso propio- aseguraban lo contrario y decían que a las 23 se subiría a la nave, como finalmente ocurrió. Se sabría luego que la discusión pasó por si estaba o no cerrado el contacto con Trump. ¿Milei viajó con la certeza de que sí lo estaba? De otro modo no se explica por qué se acopló a la comitiva Luis Caputo, el ministro de Economía, en medio del tembladeral en los mercados.

La gala organizada por los grupos conservadores Make America Clean Again (MACA) y We Fund the Blue fue un éxito de recaudación, pero Trump no acudió a recibir el premio ni a dar un discurso. El presidente de Estados Unidos se había demorado en un evento en el Doral Golf Club, al que de por sí había llegado tarde por un desperfecto en la goma de un helicóptero, que lo obligó a cambiar de aeronave cuando partía del aeropuerto de Miami. Cuando volvió para embarcar rumbo a Palm Beach, donde se encuentra la mansión de Mar-a-Lago, los asistentes al cónclave todavía permanecían ahí.

Pasadas las 22, Gerardo Werthein asumió que Trump no pasaría ni a saludar y los hermanos Milei, Caputo y él se retiraron de Mar-a-Lago. El director ejecutivo de MACA, Glenn Parada, dijo que vio movimientos nerviosos entre los miembros del Gobierno y que, de pronto, sin avisar, todos se fueron. “Si esperaban 20 minutos más se veían con Trump”, declaró. Y dijo algo más: que Werthein se fue “a los gritos”. Cerca del canciller lo negaron.

Werthein ya ha tenido roces con Karina Milei, la dama de hierro, que tiene el antecedente de haber eyectado de ese mismo ministerio a Diana Mondino. En la Cancillería y en la Rosada niegan enfáticamente que exista la posibilidad de que Werthein se aleje de su cargo. Pero, en el entorno de Karina, advierten: “Werthein es un hombre difícil y muy particular”.

Milei volvió al país un viernes negro por el comportamiento de los mercados, alertados, entre otros motivos, por la suba de aranceles de Trump. Las acciones argentinas en Wall Street se desplomaron, el dólar blue, el MEP y el CCL se mantuvieron en alza, el riesgo país -que en el inicio del año estaba en 570 puntos- escaló a los 925 y el Banco Central vendió reservas, esta vez por 31 millones de dólares, para quedar en US$25.119, el nivel más bajo en 14 meses.

Semejante combo no hace más que inquietar al establishment. Esa inquietud podría agudizarse, por lo menos hasta que se firme el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, lo que le permitiría a Milei ganar aire y redoblar su apuesta de que no está en los planes la devaluación del peso. “Vienen dos semanas duras. Hay que aguantar”, admiten en la cima del poder. Aguantar, un verbo que se escucha cada vez más en la adminstración mileísta, para este y otros asuntos de Estado.

Las elecciones legislativas se aguardan también con expectativa. Para Milei, un éxito a nivel país -del que dice estar seguro- actuará como un mazazo para quienes promueven desestabilizarlo. Karina confía en que el primer golpe fuerte lo darán en la Ciudad, donde Manuel Adorni desafía la hegemonía macrista. Las encuestas que manejan en La Libertad Avanza lo dan arriba, seguido por Leandro Santoro y, luego, por Horacio Rodríguez Larreta. En esos sondeos, Silvia Lospennato, del PRO, aparece cuarta. Hay que tomarlo, de todos modos, con mucha cautela, como a todas las encuestas. Los encuestadores quedaron en ridículo en la última elección presidencial. Ninguno advirtió que MIlei podía ganar en las PASO y ninguno, en el balotaje, proyectó la amplia diferencia que el libertario le sacó a Sergio Massa.

Una vez que termine la pelea porteña, La Libertad Avanza y el PRO se sentarán a negociar las listas en la provincia de Buenos Aires. Por eso, aquel resultado se volverá crucial para Milei y Macri. El fundador del PRO volvió a atacar esta semana al mileísmo y, enseguida, sobrevinieron ls réplicas. Aun así, de uno y otro lado dan por cerrado el acuerdo en la Provincia. Habrá que verlo.

En el principal distrito electoral del país, Cristina y Axel Kicillof siguen enfrentados. La jefa del peronismo amenaza con ser candidata a legisladora bonaerense si el gobernador no detiene su plan de desdoblar los comicios, como le reclaman la mayoría de los intendentes. Kicillof ha dicho que no lo van a amedrentar y en su entorno responden con sorna: “¿No era que lo importante era la elección nacional? ¿Por qué entonces ahora Cristina quiere competir en la Provincia?”. La relación de Cristina y Kicillof es nula. No se hablan.

Axel cree que llegó el momento de la emancipación. Dice que él no es, ni quiere ser, Alberto Fernández.

Redacción

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