En América Latina, cruzar fronteras puede ser tan simple como mostrar una cédula… o tan complicado como sortear una larga lista de visados. Aunque la región carece de un sistema unificado como el europeo, existen tratados y excepciones que permiten una movilidad desigual. Aquí desvelamos quiénes son los verdaderos privilegiados del continente, y por qué algunos países van quedando cada vez más aislados.
Lo que se esconde tras los pasaportes más poderosos

No todos los pasaportes latinoamericanos ofrecen las mismas posibilidades. Aunque no existe una zona de libre circulación como el espacio Schengen europeo, en América Latina algunos países disfrutan de mayor libertad de movimiento que otros, sobre todo gracias a tratados multilaterales. Sin embargo, también influyen otros factores menos visibles: crisis políticas, diplomacia bilateral y flujos migratorios que obligan a cambiar reglas sobre la marcha.
Según el Henley Passport Index, que mide la libertad de viajar en todo el mundo, la movilidad dentro del continente está condicionada por acuerdos y tensiones en constante evolución. Como regla general, la mayoría de los latinoamericanos pueden viajar entre países vecinos sin visa por cortos periodos, salvo notables excepciones como Cuba, Venezuela, Haití y, en menor grado, República Dominicana.
Pero esta “libertad relativa” es frágil. Ecuador dejó de permitir la entrada sin visado a los cubanos en 2015, y México hizo lo mismo con los ecuatorianos en 2021. ¿El motivo? Muchos usaban esos permisos como escalas en rutas hacia Estados Unidos.
La red invisible que favorece a algunos latinoamericanos

Los tratados regionales son la base de la movilidad más allá del turismo. Iniciativas como MERCOSUR, la Comunidad Andina (CAN) y el SICA permiten circular, residir y trabajar entre países con solo un documento nacional de identidad. Por ejemplo, gracias al Acuerdo de Residencia de MERCOSUR, ciudadanos de nueve países pueden obtener residencia temporal, permiso de trabajo y luego residencia permanente.
Este acuerdo no lo aplica por igual cada país. Chile, por ejemplo, excluye a ecuatorianos, colombianos y peruanos. Aun así, entre 2009 y 2021 se emitieron casi 4 millones de residencias bajo este esquema, según la OIM.
Otros acuerdos, como el del SICA en Centroamérica, facilitan el tránsito sin pasaporte, pero sin otorgar derechos de residencia. Y fuera de Latinoamérica, comunidades como la OECS o el Caricom ofrecen regímenes similares, sobre todo para trabajadores cualificados.
Chile lidera el continente, pero no está solo
Chile posee el pasaporte más “potente” de América Latina: sus ciudadanos pueden ingresar sin visa o con procesos simplificados a 176 países. Es el único país de la región cuyos ciudadanos pueden entrar tanto a Estados Unidos como a Canadá con simples autorizaciones electrónicas. A esto se suma la percepción internacional positiva sobre su estabilidad política y económica, factores que también pesan en rankings como el Nomad Passport Index.
Brasil, Argentina y Uruguay también gozan de gran movilidad, seguidos más a distancia por México y Costa Rica. En cambio, los ciudadanos de países con conflictos internos o limitaciones económicas encuentran cada vez más obstáculos para cruzar fronteras.
Los países que pierden acceso y por qué

El caso más emblemático es Venezuela, cuyo pasaporte ha caído 16 posiciones en la última década en el Henley Passport Index. Cada vez más países exigen visado a sus ciudadanos debido a la crisis prolongada. En contraste, Colombia ha subido 38 puestos, beneficiada por su estabilidad relativa y acuerdos de cooperación.
Haití, Cuba y República Dominicana también enfrentan severas restricciones, con pasaportes considerados de los más débiles del continente. Aun así, hay excepciones estratégicas: Nicaragua, por ejemplo, exime de visado a cubanos desde 2021, convirtiéndose en una ruta clave para migrantes que buscan llegar al norte.
¿Hacia una integración real o solo promesas?
A pesar de las disparidades, América Latina no está al margen del fenómeno global de integración migratoria. Las tendencias apuntan a una mayor cooperación y libertad para estudiar, trabajar o incluso retirarse en países vecinos. Pero los avances siguen dependiendo de decisiones políticas que pueden revertirse sin previo aviso.
La movilidad en América Latina es un juego de equilibrios cambiantes. Algunos ganan terreno mientras otros lo pierden, y el pasaporte que se lleva en el bolsillo puede marcar toda la diferencia.