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sábado, abril 19, 2025

¿Ver para creer?: Teorías Conspirativas

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En la era de la información todo fluye sin control a través de las redes sociales. Aquello que antes se consideraba un puñado de creencias marginales, hoy adquiere relevancia y miles de seguidores, gracias a la exposición en Internet. Estas convicciones se propagan porque satisfacen las necesidades psicológicas y sociales del público. Básicamente, brindan explicaciones simples a eventos complejos, generando un sentido de comunidad entre quienes las profesan, reforzando a su vez, la desconfianza en las instituciones.

Origen de las teorías

Las raíces de estas hipótesis conspirativas se hunden profundamente en la historia, reflejando tanto el ingenio humano como sus miedos más profundos. Desde tiempos inmemoriales, la humanidad desarrolla narrativas que atribuyen intenciones ocultas a grupos poderosos. En la Antigüedad, existían explicaciones alternativas a eventos inexplicables, en una época de escaso conocimiento científico. En Roma, los cambios políticos se asociaban a complots ocultos. En la Edad Media se culpaba a ciertas minorías por causar catástrofes como la Peste Negra. Con la llegada de la Ilustración, ese rol de chivo expiatorio pasó a las instituciones emergentes y sociedades secretas, como los Masones o los Illuminati; y por primera vez ese fenómeno adoptó un carácter global que vinculaba eventos distantes bajo la influencia de una supuesta mano invisible. Posteriormente, la Revolución Industrial y el crecimiento de los Estados amplificaron estas ideas como herramientas políticas para manipular a las masas. La Modernidad, trajo las guerras y el auge de los medios de comunicación, creando un canal perfecto para que nuevas teorías conspirativas se masificaran. Hoy, en plena era digital, estas ideas logran una expansión sin precedentes, alcanzando una audiencia global en cuestión de horas.

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Teoría Terraplanista.

Elena Schweitzer/Shutterstock

El mundo es un plato

Inspirados en ideas como las que propone el británico Samuel Rowbotham (1816-1884) en su libro: Astronomía Zetética, los terraplanistas afirman que la Tierra no es redonda, sino un disco plano centrado en el Polo Norte, rodeado de un muro de hielo de 45 metros de altura como límite exterior. En los últimos tiempos, este grupo tomó notoriedad al celebrar congresos multitudinarios en todo el mundo, incluido nuestro país, y al crear organizaciones internacionales, como la International Flat Earth Society. Sus seguidores se comunican en grupos cerrados de WhatsApp, Facebook y especialmente en Youtube, donde argumentan que la NASA y otras agencias espaciales engañan a la humanidad sobre la forma real del planeta, a la vez que aseguran que las imágenes científicas divulgadas, están manipuladas. Lo cierto es que prefieren ignorar siglos de evidencia obtenida en el estudio y la investigación profunda, para basar sus argumentaciones en pasajes bíblicos y otras creencias que describen a la Tierra como un plano con pilares; un firmamento con límites definidos (1 Samuel 2:8 y Job 38:13). También sostienen que la Antártida no es un continente, sino un muro de hielo que rodea a la Tierra, y que impide a las personas llegar al “borde”. Aseguran que los gobiernos no permiten el acceso a la zona para ocultar lo que ellos denominan realidad, y argumentan que al observar el horizonte desde cualquier punto, este siempre se ve recto y no curvado; y que si la Tierra fuera geoide, los barcos y los edificios lejanos deberían desaparecer de la vista gradualmente.

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Portales hacia El Otro Lado.

Google Earth.

Hacia el otro lado

Esta hipótesis fue popularizada por figuras como el capitán del ejército estadounidense, John Cleves Symmes, en el siglo XIX, y revivida por autores modernos como el inglés David Icke. Se basa en la idea de que el hielo oculta portales hacia un mundo escondido, ubicados en un oasis en el medio de la Antártida, detrás de la gran barrera de hielo de Ross. Los gobiernos mundiales (o una élite) encubren esto para mantener el control. También se asocia a conceptos propios de la cultura pop y de la ciencia ficción, como el Upside Down de la serie Stranger Things, en la que se plantea una dimensión paralela a la que se accede mediante un portal. Otros lo relacionan a la teoría del Puente de Einstein-Rosen (agujeros negros o de gusano), sugiriendo que la Antártida alberga accesos a realidades paralelas o bases extraterrestres. Parte de su argumento expone que el aislamiento de la Antártida y las restricciones de acceso (Tratado del Antártico de 1959) ocultan experimentos secretos; y citan anomalías magnéticas y climáticas como evidencia. Entre sus explicaciones, exponen relojes en los que las agujas retroceden a medida que se acercan a un portal; imágenes satelitales borrosas de estructuras extrañas; y los infaltables rumores de expediciones militares nunca divulgadas.

Algunos incluso afirman que los nazis construyeron bases secretas en la Antártida (como la Base 211) con tecnología avanzada, posiblemente extraterrestre, incluyendo stargates (dispositivos alienígenas que conectan dos lugares del universo) para viajar por el Sistema Solar. Supuestas imágenes de Google Earth difundidas en las redes, revelan entradas en el hielo que a menudo se comprueba que son icebergs y vórtices polares.

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Teoría Reptiliana.

BLACKDAY/Shutterstock

Invasión Reptiliana

Es una de las teorías más populares, impulsada también por David Icke. Sus seguidores afirman que seres extraterrestres provenientes de la constelación de Draco, de la constelación de Orión y de otros universos y dimensiones, adoptan un aspecto humanoide para camuflarse y lograr sus objetivos de dominio sobre la política y las finanzas globales. Parte de esta teoría explora la mímesis, entendida como la acción de hacerse pasar por otro, a partir de la figura del reptil. Los creyentes ven en aspectos físicos de algunos líderes mundiales, rasgos propios de los reptiles, como piel escamosa y brillante; ojos grandes o rasgados con parpadeos sospechosos, y mandíbulas y pómulos marcados, entre otras características. Según quienes aprueban esta teoría, son seres con habilidades avanzadas que superan las capacidades humanas. Icke declaró en múltiples ocasiones que muchos líderes mundiales fueron o están poseídos por los llamados reptilianos. Entre los citados figuran: la familia Bush, Angelina Jolie, Valdimir Putin, y la monarquía británica. Como argumento para validar tal conjetura, se apela a narrativas de abducción extraterrestre, en las que las personas afirman haber tenido contacto con criaturas alienígenas. Al parecer se reconocen por el símbolo de una serpiente alada, y viven en bases subterráneas. Viene a cuento la respuesta que Elon Musk le dio a un usuario cuando le preguntó cómo podía gestionar tantas empresas a la vez. Fue en 2021, que con sarcasmo twiteó: “soy un extraterrestre de 3 mil años que viajo en el tiempo y cambio de identidad”.

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Teoría SkinWalkers.

Los skin-walkers

Provienen de leyendas y creencias de algunas tribus nativas americanas, particularmente de los Navajo, que refieren a seres humanos con la capacidad de transformarse en animales, generalmente con fines maliciosos. Se cree que son brujos o chamanes que adquirieron poderes sobrenaturales. Para lograr esta transformación, deben realizar rituales oscuros, como matar a un ser querido o romper un tabú sagrado dentro de su comunidad. Para muchos se trata de un mito que prefieren no discutir abiertamente, por miedo a atraer malas energías.

Copamiento en Capitolio
Teoría de QAnon.

SAUL LOEB

Los QAnon

Los rumores sobre esta organización surgieron en 2017, inicialmente en foros de Internet. Su discurso sostiene que hay un grupo de élites poderosas, que incluyen figuras del gobierno de Estados Unidos, en una red secreta de pedofilia y tráfico infantil, que está siendo combatida por el presidente Donald Trump.

Los QAnon creen que estas élites, llamadas por ellos “el Estado profundo”, controlan el mundo y manipulan eventos políticos y sociales para su propio beneficio. La figura central de la organización sería “Q”, un supuesto funcionario del gobierno norteamericano con acceso a información clasificada, que publica mensajes crípticos en línea, llamados Q drops o breadcrumbs (miguitas de pan), que los seguidores interpretan como pistas sobre el futuro. Alegan que un gran despertar está por ocurrir, en el que se revelará a la opinión pública la existencia de esta conspiración global, y se tomarán medidas drásticas para desmantelar la red secreta.

Sin impacto climático

A pesar de las contundentes pruebas, hay quienes sostienen que el calentamiento global es una farsa creada por científicos y gobiernos, para imponer impuestos, controlar a la población y favorecer ciertas industrias y economías, como la de la explotación de combustibles fósiles. Esta idea se fortaleció, impulsada por grupos conservadores y películas documentales, por ejemplo The Great Global Warming Swindle, dirigida por Martin Durkin en 2007; junto a otros informes aislados y manipulados, como el del jaqueo conocido como el Climategate. Alegando que se trata de un consenso científico forzado, cuestionan el impacto de la actividad humana en fenómenos como el efecto invernadero, que incide en el cambio natural de patrones climáticos. Mientras se busca un consenso respecto a este tema, se retrasa la toma de decisiones urgentes por parte de los gobiernos, y se genera confusión en la población, dificultando la implementación de políticas ambientales efectivas, orientadas a las empresas que provocan gran impacto ambiental, y que continúan evadiendo procesos sostenibles, e impuestos.

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Teoría Antivacunas.

Fervor antivacunas

La pandemia fue el escenario perfecto para revivir la creencia de que las vacunas contienen microchips para rastrear a la población. Alimentado por la desconfianza hacia la industria farmacéutica y el rápido desarrollo de las vacunas contra la COVID-19, un importante sector de la población pasó a asociar el desarrollo de la tecnología 5G con la activación de esos microchips. El origen de esta teoría surge luego del discurso de Bill Gates en 2015, en el que planteó la posibilidad de una pandemia global, y la idea de que el feroz avance de la tecnología tenía fines de control masivo. Aún tienen vigencia los debates por el origen de este virus, y recientemente el diputado por el partido Identidad Soberana, Gustavo Salles, insistió en que existe la “conspiración de la plandemia”, sugiriendo que las medidas adoptadas podrían haber llevado a un aumento del 28 por ciento en las muertes en Uruguay debido a la campaña de vacunación. Incluso llegó a comparar este escenario con las muertes consumadas en la dictadura. No está lejos el recuerdo de cuando César Vega, del Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI), viralizó testimonios de personas imantadas luego de inocularse. Videos y testimonios mostraban cómo atraían metales, cucharas, monedas y llaves.

El gran reemplazo

Es una ideología conspirativa promovida por ciertos grupos, que asegura que las élites globales están llevando a cabo un plan sistemático para reemplazar a las poblaciones autóctonas de Europa y otras regiones occidentales, con inmigrantes de origen no europeo. Según esta teoría, el objetivo sería diluir la cultura, identidad y valores tradicionales de las sociedades occidentales, a través de la inmigración masiva, especialmente de personas provenientes de países africanos y asiáticos. Esta idea ha sido usada para justificar actos de violencia, y fue popularizada en 2011 por el escritor francés Renaud Camus en su libro Le Grand Remplacement. La teoría cala hondo en la derecha, que asegura que la izquierda junto a las élites liberales son las que lideran este complot, promoviendo políticas antimigratorias y difundiendo información engañosa sobre ideologías xenófobas. En 2019, el mismísimo Donald Trump hizo referencia al Gran Reemplazo en un twit a favor de su propuesta de muro fronterizo, entendiéndose por muchos como un respaldo a esta teoría. Otros argumentos se basan en las tasas de natalidad bajas entre las poblaciones europeas, y que están siendo contrarrestadas por un aumento masivo de inmigrantes que cambiará la demografía de Occidente.

Nuevo orden mundial

Es una de las teorías más vigentes hoy por hoy, y tiene su propia sigla: NOM. La misma sostiene que un secreto grupo de poder busca establecer un gobierno único y totalitario para restablecer un mundo más sostenible. Con la pandemia como excusa, se alega que la OMS junto a líderes mundiales activaron el coronavirus en un evento realizado el 19 de octubre de 2019, siendo la primera fase de una serie de pandemias planificadas, con el objetivo de establecer las condiciones necesarias para reestructurar a las potencias del mundo, e imponer así, un nuevo régimen totalitario neocomunista y orwelliano. Al parecer muchos ejemplos refieren a esta teoría que surgió a principios del siglo pasado por la desconfianza hacia los banqueros internacionales. Se popularizó después de la Segunda Guerra Mundial con la creación de la ONU y otros organismos internacionales.

George Bush padre, presidente de Estados Unidos entre 1989-1993, ya hablaba de un Nuevo Orden Mundial, lo que alimentó aún más la teoría. Fue a principios de 2020 que resurgió con fuerza, apoyada en otras creencias como el Gran Reinicio del Foro Económico Mundial, y el slogan Build Back Better, de la campaña de Joe Biden de ese año. Actualmente, quienes apoyan esta teoría identifican a personalidades como Bill Gates (por su influencia en la salud global y su papel en la vacunación), George Soros (acusado de financiar movimientos políticos para desestabilizar gobiernos), Klaus Schwab (fundador del Foro Económico Mundial, promotor del Gran Reinicio), las familias Rothschild y Rockefeller (señaladas históricamente como controladoras del sistema financiero mundial), Elon Musk y Jeff Bezos (vinculados al control tecnológico y la exploración espacial), y el Papa Francisco (por promover una agenda globalista en la religión y la política), entre otros. Esta teoría podría incluir la creación de una moneda única global, una autoridad política centralizada y una fuerza policial mundial, y en consecuencia, la desaparición de las soberanías nacionales, y la diversidad cultural para la implementación de un control social masivo, vigilancia y censura totalitaria.

Anti-transgénicos

Esta idea conspirativa afirma que los alimentos u organismos genéticamente modificados (OGM) no solo afectan a la salud, sino que pueden alterar directamente el ADN de quienes los consumen. La falta de comprensión sobre cómo funcionan los transgénicos se basa en la fuerte desconfianza que generan la biotecnología y la industria alimentaria. Ello suele ligarse a otras teorías como la de la reducción de la población mundial, promovida por quienes creen en el Gran Reinicio, en el que las élites globales buscan modificar a la humanidad a través de la alimentación y la tecnología.

¿Por qué persisten?

Algunas teorías conspirativas tienen una estructura similar a la alegoría de la Caverna de Platón, las cuales básicamente plantean que la mayoría de la gente vive engañada y que solo unos pocos han “descubierto la verdad”. Mientras la filosofía platónica usa a la caverna como una metáfora sobre el poder del conocimiento, y que la verdad se alcanza mediante la razón, la educación y el pensamiento crítico; las teorías conspirativas afirman que hay sociedades secretas controlando la información para engañar deliberadamente a la población, y su “verdad” se basa en sospechas, desconfianza y conexiones forzadas entre eventos.

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Javier Mazza.

En una Era en la que “ver para creer” ya no es suficiente, la clave está en cuestionar y contrastar. Por eso la consulta con Javier Mazza, (Filósofo y comunicador cultural); y con Bernardo Borkenztain (Químico, y comunicador humanista), ambos divulgadores y defensores de un pensamiento crítico frente a estas teorías con el fin de comprender mejor el entretejido social, cultural y filosófico detrás de quienes siguen estos pensamientos sin base comprobada.

Javier Mazza considera el conspiracionismo como una patología o una forma extrema de relativismo, donde “no hay verdad, sino tantas verdades como personas”. Según él, estas teorías no buscan descubrir la verdad, sino confirmar creencias preexistentes: “la verdad se la tiene antes de salir a buscarla”. Además, señala que el conspiracionismo apela a una ultra racionalización, donde establece sus propias reglas, aparentemente parecidas, pero esencialmente distintas a las de la justificación basada en evidencia.

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Bernardo Borkenztain.

Pablo Rivara.

En el mismo sentido, Bernardo Borkenztain sostiene que todas estas teorías se basan en la falta notable de comprensión y en la necesidad psicológica de pertenecer a un grupo, y obtener reconocimiento. “Es más fácil creer una mentira linda, que una realidad fea; y en tiempos de crisis, las conspiraciones florecen debido a la incertidumbre. Uno de los aspectos centrales del conspiracionismo, es la manipulación de la realidad”, afirma, y a la vez compara a este fenómeno con otras narrativas que intentan imponer verdades alteradas, como el negacionismo de la biología, por parte de muchos defensores de la ideología de género. Esto es, en el entendido de que siguen una lógica similar a la conspirativa, al pretender que una percepción individual determine la realidad objetiva. “Es un reflejo del relativismo cultural mal entendido, donde se pretende que todas las opiniones tengan el mismo valor, incluso cuando algunas son evidentemente falsas o dañinas”. Para Borkenztain, “es necesario mantener el respeto por las personas, pero no por todas las opiniones”. Finalmente subraya, que los conspiracionistas utilizan un lenguaje que aparenta conocimiento, pero que es “una serie infinita de argumentos tan incomprobables como ilógicos. Enfrentarlos racionalmente es inútil, porque no hay manera de razonar con ellos”, puntualiza, citando a Jorge Luis Borges: “argumentos que no admiten la menor réplica, pero que no producen la menor convicción”.

Un mal en común

Las teorías conspirativas también tienen otro punto en común: la identificación de un mal. Mazza cita al escritor británico Terry Pratchett: “era mucho mejor imaginar a un grupo de hombres en alguna habitación llena de humo, enloquecidos y cínicos por el privilegio y el poder, conspirando mientras bebían brandy. Tenías que aferrarte a esa imagen, porque si no, entonces tendrías que enfrentar el hecho de que las cosas malas ocurrían porque gente común, de la que cepilla al perro y les cuenta cuentos a sus hijos antes de dormir, era capaz de salir y hacerle cosas horribles a otra gente común. Era mucho más fácil culparlos a Ellos. Era terriblemente deprimente pensar que Ellos éramos Nosotros”.

Mazza entiende que el conspiracionismo encuentra una hipótesis viable para despejar el origen del mal, que históricamente ha sido un problema para la humanidad, para la filosofía, para la religión, para el Derecho y más… ¿Por qué la gente actúa así? ¿Por qué existe el mal?, y lo explica así: “todas las teorías personifican el mal en alguien, o en un grupo, o en una élite de personas. Pero lo cierto es que ninguna puede identificarlo con nombre y apellido, con una ubicación real; sino que es un referente vacío, incomprobable, e inimputable. ¿Por qué no se pueden erradicar? Porque simplemente se acabaría la lógica de la teoría conspirativa, y no habría nada que explique el mal, entonces debería asumirse como aspectos inherentes a la naturaleza humana. Por eso el conspiracionista que cree en una teoría, por lo general cree, naturalmente en todas. Porque en definitiva no cree en ninguna institución. Y aunque se pueda erradicar un mal, siempre existirán otros actuando en otras esferas”.

Sentido de pertenencia

Psicológicamente, las teorías conspirativas satisfacen una necesidad humana de orden, significado y hasta de entretenimiento. En un mundo lleno de incertidumbre, culpar a una entidad poderosa brinda una explicación fácil a problemas complejos, y es casi imposible de contrarrestar sin una exhaustiva investigación. El éxito de estas teorías radica en que satisfacen el deseo de desentrañar lo oculto y dar sentido a lo inexplicable. Además explica esa conspiranoia a nivel de la pseudociencia: “hay una fantasía bien instalada en todos nosotros que entiende que porque tenemos una inteligencia que nos permite comprender cómo funciona el mundo, podemos controlarlo y predecirlo. Pero sabemos científicamente que hay cosas que no están determinadas, y eso nos genera incertidumbre y un sentimiento de dolor emocional asociado a la disonancia cognitiva. Tomo el efecto Dunning-Kruger como una posible explicación de lo que envalentona a los conspiracionistas a debatir sin límites sus argumentos. Este efecto es un sesgo cognitivo por el cual las personas con poca habilidad o conocimiento en un área, tienden a sobrestimar su competencia, mientras que quienes son más expertos suelen subestimarse. En otras palabras, los menos capacitados creen saber más de lo que realmente saben, mientras que los más preparados tienden a dudar de sí mismos. Y aunque todas las teorías carecen de respaldo científico o histórico sólido, persisten debido a su alta difusión, porque fomentan la pertenencia, y generan identidad y conexión social al formar parte de un selecto grupo que conoce la verdad oculta”. Mazza refrenda este concepto, y agrega: “la pertenencia asociada tanto a los fenómenos fandom (de la comunidad fan) como a las políticas identitarias, convierten a estas teorías en fenómenos difíciles de ignorar o descartar”.

¿Fenómeno sin freno?

Por último, ambos expertos, coinciden en que las teorías conspirativas pueden tener consecuencias graves. Para combatirlas proponen fortalecer la educación crítica, regular la desinformación en redes sociales y fomentar el pensamiento científico.

Borkenztain propone un ejemplo: “si yo digo ‘el rey de Francia es calvo’¿a qué me refiero? ¡Si en Francia no hay rey, es una democracia!. Por lo tanto, este es un concepto que no tiene cabida, porque no existe. Otro ejemplo es: ¿Dios puede crear una piedra que el mismo no puede levantar? Una piedra que Dios no puede levantar es una afirmación que no tiene sentido porque en teoría, es omnipotente. Estos ejemplos demuestran que las personas pueden afirmar conceptos que no tienen lógica, pero aun así los van a defender hasta la muerte”.

No se puede negar que hoy los ciberataques y la guerra de la información, son poderosas armas a la hora de manipular el pensamiento crítico de la población, y jaquear infraestructuras claves. “Las redes sociales permiten la difusión masiva de estas ideas con facilidad y sin costo. Plataformas como TikTok no solo amplifican las teorías, sino que proporcionan a los conspiracionistas un colocón (efecto intenso) de dopamina, al recibir interacción y validación. Esta dinámica refuerza su creencia y genera una guerra de interacción en la que se obtiene reconocimiento simplemente por sostener ideas polémicas”, concluye.

A su vez, Mazza advierte que cuando estas creencias lesionan directamente el tejido social, se vuelven peligrosas. “Cuando figuras públicas y líderes influyentes coquetean con teorías conspirativas, provocan desinformación masiva, desconfianza en las instituciones y decisiones políticas basadas en creencias infundadas”. La clave del peligro, según él, radica en que el conspiracionismo no se basa en el pensamiento crítico, ni en el debate racional, sino en la reafirmación de creencias según un criterio construido a gusto del consumidor.

Redacción

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