Jana Hocking fue a un “campamento de orgasmos” en Estados Unidos y describió su experiencia en un artículo para el New York Post. Dijo que terminó “exhausta, pero en el buen sentido”. ¿Por qué?
La introducción al programa “Back to the Body” le costó a esta “madre de los suburbios” nada más ni nada menos que 750 dólares. Pagó por un retiro de tres días en un desierto de California (existe una versión de 7 días de 15.000 dólares en el extranjero) con el objetivo de vivir un despertar sexual.
El programa es solo para mujeres. Eran dieciséis en total. Lo lideró la especialista Pamela Madsen y sus “educadores sexuales”, que recurren a juegos eróticos, talleres, meditaciones y demostraciones en vivo para enseñarles sobre placer a sus clientas. El único hombre que trabaja en el equipo es Court, que se encarga de prácticas específicas.
La experiencia empezó con una cena en el “templo”, que no era más que una sala con almohadones y colchonetas en la que todas compartieron sus razones y expectativas. Acerca de ese momento, Jane destacó que muchas mujeres dijeron que estaban allí para recuperarse de traumas.
El primer ejercicio que hicieron fue el “Levantamiento de Loto”: dos se ponían espalda con espalda con una mano en el pecho y la otra ahuecando la vulva y luego se balanceaban sincronizadamente.

Acto seguido, se acostaron sobre colchonetas y dejaron que las practicantes excitaran su piel con plumas y caricias. La actividad siguió con juegos de cuerdas, y para eso, que requería fuerza, estaba Court.
Ese mismo día, Jana experimentó un ritual de adoración en el que les colocaron a todas las mujeres frutas y cristales ornamentales sobre sus cuerpos desnudos.
Al día siguiente, las clientas despertaron y tuvieron una clase con una uróloga para “desestigmatizar la salud sexual femenina”. La noche fue más intensa: hubo un show de cuerdas y shibari.

El último día por la mañana, la mujer experimentó «el plato fuerte»: una sesión de sexoterapia en vivo llevada a cabo por Court y Pamela.
En conclusión, la experiencia le sirvió con creces. «Al final del retiro estaba agotada. En el mejor sentido. Había salido tanto de mi zona de confort que ya ni siquiera podía verla. Pero me fui empoderada, inspirada por las mujeres que se toman en serio su placer y lo reclaman a su manera», escribió.
«Y si algo aprendí es que las mujeres no perdemos el deseo con la edad. Simplemente perdemos el acceso a él», concluyó Jane.