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sábado, abril 19, 2025

Osvaldo Baigorria: “Cierta expectativa en el futuro se reemplazó por una idea pesimista”

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“Aunque estoy frente a la pantalla, todavía toso sobre el antebrazo. La costumbre que dejó la pandemia”. Quien habla, del otro lado del Zoom, es el periodista Osvaldo Baigorria. El lector desprevenido podría sospechar que Terminal 2020 –su última novela y la excusa para esta charla– es su libro más íntimo y personal, ya que está inspirado en la experiencia que vivió durante los primeros meses de la pandemia del coronavirus cuando su pareja durante más de veinte años se enfermó y murió de cáncer. Sin embargo, un hilo autobiográfico recorre toda la obra de este escritor.

Autor de un peculiar perfil de Néstor Sánchez en donde también juega con la ficcionalización (Sobre Sánchez), en la solapa incluye alguno de sus múltiples oficios terrestres: dibujante, artesano, sembrador de árboles, bombero en incendios forestales, traductor, traductor, obrero y profesor universitario. Vivió además en ciudades tan disímiles como Lima, el Delta del Paraná, Milán, San Francisco y Oaxaca.

El amor, la convivencia, la enfermedad, el duelo y la muerte son algunos de los núcleos de este relato que narra, más bien, la aventura del amor. Por medio de silencios e instantes que se prolongan, el narrador va contando su historia con Beatriz, una médica intensivista y homeópata que se desvive por ayudar a sus pacientes. De pronto, en plena cuarentena estricta, le diagnostican cáncer de pulmón y dicha condición avanza a toda velocidad.

El relato se vuelve conmovedor y emotivo trazando uno de los puntos más altos dentro de la obra de un escritor cuyos libros nunca se repiten entre sí y que demuestra una maestría para la narración notable. Sin embargo, en las primeras líneas, escribe: “No tengo tantos recursos para encarar la escritura de este libro; es algo que me excede. Para escribirlo debo adentrarme en zonas dolorosas del recuerdo”.

–¿Cómo nace Terminal 2020?

–Hubo dos momentos. Inmediatamente después del 2020 sentí la necesidad de procesar la experiencia de transitar la pandemia, de ver la muerte de cerca, de aprender a cuidar al otro, la otra. Luego, durante un curso que di en el FILBA en 2023 sobre la lectura de relatos de duelo. Joan Didion, Roland Barthes. Ahí se me ocurrió desarrollar un relato en el marco de un duelo colectivo, como fue el de la pandemia, pero en clave individual. Como alguien puede enfrentarse a todo lo que pasó y a todo lo que se puso en juego durante la pandemia, el fin de muchas ilusiones, relatado de forma individual.

Osvaldo Baigorria. Foto: archivo Clarín.
Osvaldo Baigorria. Foto: archivo Clarín.

–El personaje de Beatriz está inspirado en Susi, tu pareja. ¿Por qué utilizaste su segundo nombre?

–Es Beatriz y no Susi porque está inspirado en esa mujer real a la que amé y amo, porque también se ama a los muertos. El cambio de nombre y algunos detalles mínimos me permiten ampliar las posibilidades de tratamiento del tema. Susi no hablaba de la manera en que habla Beatriz en la novela. Los diálogos son construcciones ficcionales. No hay tanta ficción en el retrato de esta mujer que es una médica homeópata e intensivista con la que estuve en pareja casi un cuarto de siglo. Ante el retrato ese me propuse no inventar ni exagerar los hechos y las circunstancias de su vida salvo aquellas que por mi propia idealización terminan siendo una ficción.

–Tensás los límites entre realidad y ficción

–Hay una ficción en los dos primeros capítulos y en los últimos hay una entrada en la no ficción. En lo real. Lo real de la muerte. La enfermedad terminal. Aparece allí un diario construido luego pero está tomado de la transcripción de muchos mensajes de WhatsApp que envié y recibí en esos años a familiares, médicos, enfermeras, amigas. Empecé a usarlo en el 2020. Por temor a perder esos mensajes, al final del 2020, y porque no sabía que se podía hacer una copia de seguridad, los transcribí. Después, cuando escribía la novela, hubo una elaboración de esa transcripción con reflexión, anécdotas, digresiones. La escritura me llevó unos cinco meses del 2023 y continué con ajustes en 2024.

–Hay toda una rama dentro de la literatura del duelo.

–Sí. Fui encontrando cada vez más. Siempre aparece porque siempre hay pérdidas. De todas formas, no sé si todo Terminal 2020 puede ser definido como un relato de duelo. Pienso que eso está al final. Lo que intenté hacer es una historia de amor. Que tuvo un inicio, con tensiones, dificultades, desembocó en la pandemia y la enfermedad.

–Narrás como Beatriz, al ser una profesional de la salud, comprende todo lo que va atravesando

–Es un problema saber todo, ¿No? Un profesional de la salud sabe lo que le puede esperar. En cambio uno se entrega con la fe como en un chamán, en un gurú. El médico sabe lo que está haciendo. En cambio, el profesional, muchas veces sabe que no; como lo puse en palabras de Beatriz, uno siempre se muere por error médico. Es una frase exagerada pero tiene un punto. Es imposible cubrir todas las posibilidades y variables que hacen a la vida y la muerte de una persona. Es una gran profesión la medicina. Al mismo tiempo, la persona que la ejerce, sufre un tipo de responsabilidad, de estrés, al cual no estamos sometidos quienes no la ejercemos.

–Hasta contás algunas escenas que se perciben reales de momentos donde diversas personas le piden ayuda y Beatriz ella respondía siempre

–Sí. Parece como si el médico no tuviera derecho a una vida privada. Como si un presidente de la Nación pudiera creer que ejerce sólo en determinado horario y después no.

Osvaldo Baigorria. Foto: archivo Clarín.Osvaldo Baigorria. Foto: archivo Clarín.

–Aparece mucho el amor. Es inevitable relacionarlo con reflexiones tuyas previas. Le has dedicado una antología al amor (El amor libre, Eros y anarquía) y has escrito bastante al respecto. Aquí también aparece ligado al cuidado, algo que se habló mucho durante la pandemia

–Las palabras cuidar y curar tienen una etimología común. El curador de una muestra de arte es también el que la cuida. El cuidado puede ser también un gesto de amor posesivo, egoísta. Estoy cuidando aquello que creo que me pertenece. Pero también puede ser un gesto desinteresado de entrega al prójimo.

–Hay algo con la temporalidad en la novela. El tiempo se estira, se dilata y se distorsiona. Así como también ocurrió en la pandemia.

–La novela narra una historia de amor, con toda la ficción necesaria para narrarla, que se desarrolla a lo largo de más de veinte años. Allí no hay más posibilidades de relatar por omisión, por recorte, por exageración. Es casi imposible relatar algo que sucedió a lo largo de veinte años. Por lo tanto, la única solución es hacer una novela. Después, cuando entramos en el detalle, los meses de la pandemia, la enfermedad terminal, el cuidado, la internación hasta el desenlace, allí entra un realismo mucho más fuerte.

–¿El título lo pensaste con una doble interpretación? Alude a una enfermedad terminal pero, también, a la terminal de un viaje. Una parada.

–Surgió muy espontáneamente. Yendo al lugar común, la vida es un viaje. Toda peripecia lo es. Entonces, todo viaje tiene una terminal, un lugar de inicio y de final. La palabra refiere tanto a un espacio en donde finaliza cualquier viaje y también una relación a una enfermedad, pero, sobre todo, la idea de unir terminal y 2020 fue porque muchas cosas terminaron y mutaron a partir de ese año.

–¿Por ejemplo?

–Justo en el momento en que gobiernos progresistas o de derecha moderada tuvieron que tomar medidas extremas de restricción de las libertades civiles para enfrentar la pandemia, empezaron a cobrar fuerza las ultraderechas, que ya existían pero de modo incipiente o de maneras no tan ostentosas. Estas empezaron a captar cada vez más sectores de descontento de la población. Marcó el inicio de un cambio de época. Cambió en mucha gente la confianza de un futuro mejor. La peste estaba incentivando lo peor del ser humano. Su agresividad, su egoísmo, su violencia contra los más débiles. Cierta expectativa de que podíamos vivir mejor en el futuro se reemplazó por una idea pesimista sobre los años por venir. Fue la primera vez que pasé a ser pesimista de tiempo completo. Antes era pesimista part time. Después de 2020, el pesimismo me invadió por completo. Recién ahora estoy intentando moderarlo. Estar atento a lo imprevisible. Porque, en realidad, nadie sabe nada del futuro, ni los pesimistas ni los optimistas.

Osvaldo Baigorria básico

  • Nació en Buenos Aires en 1948.
  • Entre 1974 y 1993 residió en Perú, Costa Rica, México, Estados Unidos, España, Italia y Canadá.
  • En este último país, fue traductor, asistente en programas de ayuda a refugiados latinoamericanos de la Argenta Society of Friends y miembro fundador de una comunidad rural en los bosques de las Montañas Rocosas.
  • Escribió y participó en diversos medios, como las revistas 2001, Crisis, Cerdos y Peces, El Periodista, El Porteño, Ajo Blanco, Mutantia, Uno Mismo, Página/30, revista Ñ, El ojo mocho, Lote, La Mano y La Letra A, entre otras, y en los diarios Clarín, Página/12, Tiempo Argentino, El Independiente y El Mundo, entre otros.
  • Publicó Llévatela, amigo, por el bien de los tres (Grupo Editorial Latinoamericano, 1989; Caja Negra, 2015), En Pampa y la vía (Perfil Libros, 1998), Georges Bataille y el erotismo (Campo de Ideas, 2002), Correrías de un infiel (Catálogos, 2005; Blatt & Ríos, 2020), Un barroco de trinchera. Cartas a Baigorria de Néstor Perlongher (Mansalva, 2006), Anarquismo trashumante (Terramar, 2008), Sobre Sánchez (Mansalva, 2012), Cerdos & Porteños (Blatt & Ríos, 2014), Poesía estatal (Iván Rosado, 2017), Indiada (Blatt & Ríos, 2018), Postales de la contracultura (Caja Negra, 2018), Estrés de pez (Borde Perdido Editora, 2019) y Didáctica de la orgía (n direcciones, 2020).

Terminal 2020, de Osvaldo Baigorria (Seix Barral).


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