Uno de enero del 2026. Vuelve de su cena de Nochevieja y busca un taxi. Imposible. Abre su aplicación y pide una VTC, como lleva haciendo desde que decidió que no volvería a hacer una hora de cola en Sants, a esperar en una esquina una luz verde que nunca llega, o a permitir que su hijo volviera a pie de un concierto en Montjuïc.
Pero algo va mal: No hay VTC. Después de varios intentos, se da por vencido. Y vuelve andando a casa preguntándose ¿qué ha pasado?
Para contestar a esta pregunta tenemos que retroceder en el tiempo y hablar de un tema muy incómodo para nuestros políticos: tenemos que hablar de Tito Álvarez. Para los que no lo conozcan, Tito es el fundador de Élite Taxi, un “sindicato” que, en el 2018, bloqueó durante quince días la Gran Via de Barcelona ante la pasividad de la policía y la incredulidad de ciudadanos y visitantes.
Funcionó. Élite solo levantó el campamento cuando el ministro Ábalos en persona transfirió la competencia de las VTC a las comunidades autónomas. Una gran victoria para Tito que, eufórico, declaró ante los medios “La Generalitat hará lo que nos salga de los cojones”.
No se equivocaba. Hasta hoy, Tito ha liderado más de 150 manifestaciones, con escenas tan surrealistas como la “Titoneta”, un camión con terraza desde la que repartía carnés de políticos amigos y enemigos. Unos carnés que funcionaron muy bien. Desde entonces, nuestros políticos se han arrodillado ante el jefe del taxi. Tanto es así que la última ley de VTC, gracias a la cual encontrar un taxi o una VTC en Barcelona se ha convertido en una pesadilla, se llamó el “Decretito”.
La Titoneta, el Decretito. ¿Divertido verdad? Lo sería si no fuera porque Tito está a punto de conseguir el que siempre fue su objetivo: eliminar a las VTC de Barcelona. Y lo ha hecho de la mano del alcalde de Barcelona.
En mayo del 2023, después de años apoyando a Ada Colau, Tito pidió el voto para Jaume Collboni, quien ganó por casi 400 votos. ¿Votos de taxistas? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que Tito lleva meses presumiendo de haber puesto al alcalde donde está, y de que siempre cobra sus favores.
Un favor para que, volviendo al principio de este artículo, en el 2026 desaparezcan las VTC de Barcelona, mandando a 4.000 trabajadores al paro y a la ciudad de vuelta a los años 90. Un favor que, a usted, en Nochevieja y todos los días, le va a condenar a seguir andando mirando hacia atrás, a ver si aparece una luz verde.
Un favor, mejor dicho, una cacicada, que aún estamos a tiempo de evitar. Pero para eso tenemos que hablar de cómo, en Catalunya, nos hemos acostumbrado a que el taxi dicte las leyes. Tenemos que hablar de la consellera Paneque, a quien no le va a temblar el pulso cuando nos borre del mapa y blinde al monopolio del taxi por los años que vendrán.
Pero, sobre todo, tenemos que hablar de Tito y del alcalde que, si nadie se lo impide, van a convertir la movilidad de Barcelona en la vergüenza de Europa.