En Camino de libertad (Taurus) el Premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz afirma en la primera línea del prefacio: “La libertad es un valor humano fundamental”. Sin embargo, a continuación se interroga sobre el significado de este concepto: “¿Libertad para quién? ¿Qué ocurre cuando la libertad de una persona se consigue a costa de la de otra?”.
De esta manera Stiglitz direcciona la intención de su libro en términos de una disputa de la noción de libertad apropiada y hegemonizada durante décadas por parte de la derecha. Según el autor, la retórica de la libertad individual que emplean los intelectuales conservadores y libertarios (F.A. Hayek, Milton Friedman o Ayn Rand) es superficial y errónea; por el contrario, quienes defienden una libertad profunda son aquellos que están alineados con posiciones progresistas tanto en Estado Unidos como en los demás países del mundo.
Partiendo de estos presupuestos es que el economista estadounidense organiza su planteamiento en tres partes: en primer lugar, analiza la libertad y la coerción desde la perspectiva de un economista tradicional; en segundo lugar, Stiglitz incorpora la economía conductual moderna, reconociendo que los comportamientos y las creencias no suelen basarse en hechos ni razonamientos; por último, expone sus ideas fundamentales para construir una buena sociedad, es decir, aquella donde la libertad sea un valor pleno para todos los ciudadanos.

Consecuencias
Stiglitz sostiene que no es posible pensar la libertad de un modo independiente, es decir, en un marco de una sociedad integrada la libertad de un individuo siempre tiene consecuencias sobre la libertad de los demás, por tanto, se torna indispensable dar cuenta de las “externalidades” (negativas o positivas) de toda acción no como la excepción sino como la norma desde la cual debemos comprender la dinámica social.
En este sentido es que la crítica por parte de la derecha conservadora a toda regulación y coerción no comprende cabalmente el impacto de cada decisión individual en los demás. Un ejemplo simple que nos ofrece Stiglitz ilustra esta situación: “Los semáforos son una regulación sencilla, fácil de imponer, que permite a los conductores turnarse para pasar un cruce. Si no existieran, se producirían atascos y accidentes (…) La pequeña coerción que supone el semáforo puede aumentar el bienestar y, en cierto sentido, la libertad de acción de todos”.
De manera que la crítica a todo impedimento en forma de regla no visualiza que ciertas coerciones, lejos de suprimir libertades, pueden ampliarlas, así como evitar externalidades negativas concretas.
Un postulado crucial de Camino de libertad será que no se puede tomar de manera aislada la libertad de una persona, sino que permanentemente resulta necesario sopesar los choques entre diferentes libertades y tomar una decisión en consecuencia.

Para Stiglitz la concepción estrictamente negativa de libertad que privilegian los conservadores y libertarios precisamente no toma en consideración las desigualdades en el punto de partida y el desarrollo del propio potencial, vale decir, la libertad concreta, positiva, requiere de regulaciones para garantizar su ejercicio.
Sin embargo, Stiglitz observa que durante doscientos años la economía dominante actuó como si los individuos fueran homo oeconomicus perfectamente racionales e informados cuando se ha probado que esto no es así. Recurriendo al psicólogo y economista conductista Daniel Kahneman, el autor da cuenta del peso de los sesgos de las creencias arraigadas en las decisiones económicas.
Un sistema económico mejor
La ideología neoliberal, sea en su variante conservadora (Reagan-Thatcher) como progresista (Clinton-Blair), aún sigue teniendo muchos adeptos a pesar de sus fallas y crisis al punto de sostenerse una y otra vez que no hay alternativa posible. Contrariamente, Stiglitz considera que sí podemos pensar en un sistema económico mejor en términos de libertad e igualdad que denomina “capitalismo progresista”.
El esquema socio-económico que el Premio Nobel desarrolla, apelando a ciertas ideas de Stuart Mill, Keynes, Rawls y Amartya Sen, parte de tres premisas: en primer lugar, los países deben actuar como quieran siempre que no perjudiquen a otros, es decir, en tanto y en cuanto no impongan externalidades negativas a las demás naciones.
En segundo lugar, se deberá fijar un principio de equidad o justicia al estilo del “velo de ignorancia” rawlsiano a partir del cual los países menos aventajados puedan también tener acceso al conocimiento científico determinante en materia de salud o educación de sus ciudadanos.
Por último, los acuerdos económicos tienen costes para la sociedad que deben ser tenidos en cuenta, vale decir, la economía no es ajena a la sociedad, por tanto, las políticas económicas no deberían tener un impacto negativo que restrinja la libertad para desarrollar el potencial de la mayoría de la sociedad, por ejemplo, el acceso a la escuela.
Dice Stiglitz: “La aspiración más profunda del capitalismo progresista es construir una sociedad en la que haya más empatía, más cuidados, más creatividad y un esfuerzo sano, que esté compuesta por individuos menos egoístas y más honestos”.

Para hacer que esta aspiración devenga en un programa específico se vuelve imperativo, según nuestro autor, recuperar la noción de libertad monopolizada por la derecha, desmontar su propaganda y hacer visible la posibilidad de una autonomía real desde un marco normativo que garantice la potencia de todos los individuos, en especial de aquellos socialmente desaventajados.
Camino de libertad, de Joseph E. Stiglitz (Taurus).