
Barcelona
Amparo Zapata ultima un escatológico dossier de fotos de excrementos de palomas desparramados por las cornisas de su casa que refuerce su queja ante el Ayuntamiento.
“Estoy harta, todo esto es muy desagradable, así llevo años, pero desde hace un par de ellos es que vamos a peor –lamenta esta vecina de 58 años del barrio de Vallcarca–. Es que viene gente a la plaza de enfrente a darle de comer a las palomas ¡algunos con sacos de arroz! y les echan el grano a puñados. Y luego, las palomas, cuando ya tienen el estómago lleno, se posan en las cornisas de mi edificio a descansar, echar una siesta y hacer sus cosas, y como yo vivo en las plantas bajas me cae todo encima. A veces ni puedes sentarte en la terraza, del asco y la peste ¡a veces ni puedes abrir las ventanas!”. La septuagenaria Rosa Maria Garriga, del bloque colindante, escucha a Zapata y asiente una y otra vez.
El Ayuntamiento estima que hoy día la población de este especie quintuplica lo recomendado
“A uno de estos alimentadores le grité desde la ventana que está prohibido dar de comer a las palomas –prosigue Zapata–, y enseguida se marchó a toda velocidad en su bicicleta. Era uno de los habituales de la plaza. Venía como a las siete de la mañana. Afortunadamente no lo he vuelto a ver. Pero cuando bajé a hablar con la mujer que más comida trae a las palomas me insultó y se puso muy agresiva. Yo intenté explicarle que se trata de un problema higiénico, de salud pública… mi hijo nunca abre la ventana de su cuarto porque si lo hace las palomas se meten dentro. Tenemos ahí una rejilla, para que al menos el cuarto se pueda ventilar. Pero cuando traté de explicárselo a la mujer que más les da de comer me respondió que ella hacía lo que le daba la gana y encima me soltó que me fuera a mi país a recoger cocos o algo así”.
El Ayuntamiento registra cada día unas cuatro quejas ciudadanas relacionadas con estas aves. El año pasado sumó 1.237, y el anterior 1.289. Un estudio municipal elaborado a partir de estas denuncias estima que unas 230 personas se dedican a alimentar a las palomas de la ciudad de una manera compulsiva. Muchos lo hacen empujados por la soledad.

Una vecina espanta a una paloma con una escoba
Andrea Martínez
“Esta primavera, en el marco del plan Endreça –prosiguen las fuentes del Consistorio– , se impulsará otra campaña de concienciación para que dejen este hábito. Estamos terminando un informe con los puntos de reposo de estos animales a fin de mejorar el control de esta sobrepoblación”. En estos momentos la población de palomas de Barcelona quintuplica los estándares recomendados. Hablamos de unos 103.000 ejemplares. Una paloma se sacia con apenas 30 gramos. Los sobrealimentadores pueden doblar o triplicar una colonia en poco tiempo.
“Yo las espanto con una solución de agua con vinagre que les echo con un pulverizador –retoma Zapata–, y también les echo un ambientador muy fuerte que tampoco les gusta nada. Pero igualmente me llegan las cacas de las que se posan a hacer la digestión en las plantas de arriba. Y si te pones a cocinar con la ventana abierta a lo mejor se te cuela una en casa, atraída por el olor de la comida. El caso es que vuelven, siempre vuelven”.
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“Yo básicamente las espanto a gritos y a escobazos –tercia Garriga, la vecina en edad provecta del edificio colindante al de Zapata–, porque son muy listas, las palomas, mucho más de lo que parece, y los brillos del papel de aluminio y de los cedes que puse en la terraza funcionaron durante una temporada, pero luego se acostumbraron y ya no les molestan tanto. Esto no es sano. Son demasiadas. Las palomas hacen caca en nuestro edificio desde hace años, pero yo antes tenía una chica muy apañada que me lo dejaba todo como los chorros del oro, pero después mi marido falleció y ya no me la puedo permitir. Es asqueroso, de verdad”.
La guerra de los recipientes de yogur en las fuentes del barrio de Sant Antoni
Últimamente una vecina de Sant Antoni que prefiere guardar el anonimato retira de las fuentes del barrio los recipientes de yogur y bandejas de plástico que otra persona deja para que las palomas beban agua. “A mí me gustan las palomas –dice–, pero no tantas, que se te chocan por la calle”. Los expertos dicen que las palomas que hallan tanta comida dejan de buscar frutos, empobrecen su dieta y engordan. Y así sobreviven las menos habilidosas, lo que degenera la especie. “Y hacen caca por todas partes –sigue esta vecina–, y como sigan multiplicándose vendrán las gaviotas a comérselas. Se lo quiero contar a quien les deja los recipientes, pero aún no nos hemos encontrado. No entiendo que los barrenderos no los retiren ¿no está prohibido alimentar a las palomas?”.