Si uno ve una foto del puente Eshima Ohashi, en Japón, desde la base de su carril de acceso, lo primero que tranquilamente podría pensar es que se trata de una imagen generada con Inteligencia Artificial. Todo lo contrario.
Existen obras de ingeniería civil que no hacen más que fascinarnos. Las admiramos por su belleza, su sofisticación, su simplicidad, su originalidad o, como en este caso, por su indudable singularidad. Y es que el efecto sorpresa del Eshima Ohashi, un puente que une las ciudades de Matsue y Sakaiminato, en el suroeste de Japón, produce auténtico vértigo.
Los artífices del proyecto construido sobre el lago Nakaumi tenían por objetivo crear un viaducto que permitiera el paso de embarcaciones y vehículos sin necesidad de interrumpir el tránsito. Por este motivo, en lugar de un puente levadizo, optaron pon una estructura rígida cuya pendiente aparentemente no es apta para cardíacos.

Pero la sensación de vértigo es tan grande se hizo famoso en todo el planeta por el vértigo que genera a quienes lo «trepan» con sus vehículos.


Y es que con una longitud total de 1,7 kilómetros y una inclinación del 6,1% en un lado y del 5,1% en el otro, el Eshima Ohashi alcanza los 44 metros de altura. La pendiente no es nada comparable a otras vías como Canton Avenue, en Pittsburgh o Eldred Street, en Los Ángeles, cuyas rampas llegan a ser del 37% y el 33% respectivamente.
A pesar de todo, se recomienda a los conductores primerizos que presten atención a la conducción ya que su descenso requiere igualmente un uso muy controlado del sistema de frenado.

Fuente: La Vanguardia
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