OPINIÓN. En la provincia que inició el agitado cronograma electoral hubo un ganador y dos perdedores. Quien cuidó a sus aliados y se ocupó de los problemas de la gestión fue premiado por los votantes. Quienes se dedicaron a pelearse y se cortaron solos fueron castigados. La fragmentación sigue siendo el gran problema de la política argentina.

Maximiliano Pullaro obtuvo un contundente triunfo para reformar la Constitución provincial. (Foto: X / @@GiScaglia).
Apenas se terminaron de contar los votos santafesinos, la ministra de seguridad Patricia Bullrich abrió el paraguas debajo del que buscó protegerse el oficialismo: fueron “puramente locales” dijo. Para desalentar a los que quieren ver en los pobres resultados obtenidos por la lista de La Libertad Avanza un indicador de resistencias ciudadanas crecientes al proyecto encabezado por Javier Milei.
Con todo, Bullrich no pudo disimular que, con el triunfo de Maximiliano Pullaro y el lejano tercer puesto obtenido por LLA, no había nada que festejar para su gobierno. Porque la cosecha de sus candidatos locales fue mucho más escasa de lo esperado. Y porque los vencedores son exaliados a los que él trata cada vez más como sus peores enemigos, los “tibios que vomita Dios” y que pretende sepultar debajo de toneladas de polarización.
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El apuro de Bullrich
La necesidad de la ministra de minimizar lo sucedido, además, confirmó una preocupación que agita cada vez más a las filas libertarias desde que el Presidente empezó a caer en las encuestas y la inflación tomó el camino inverso: que las elecciones adelantadas en varios distritos para los meses que vienen vuelvan a mostrar, igual que sucedió en 2023, que LLA carece de una estructura territorial, que sigue siendo solo un sello detrás de un liderazgo de opinión por ahora potente pero posiblemente efímero, y que es incapaz de organizarse como una auténtica fuerza política. Y todavía peor que todo eso, que la ciudadanía se sigue expresando a través de tres corrientes políticas, y no dos, como ellos pretenden: que además de libertarios y kirchneristas, hay un amplio espacio de centro, capaz de sobrevivir a la polarización y de ganar elecciones y gobernar provincias importantes.

El gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, celebró el triunfo del Frente Unidos en las elecciones para constituyentes (Foto: Gobernación Santa Fe).
Fue curioso, en ese sentido, que Bullrich no apelara a otro argumento, que a ella al menos la hubiera beneficiado, porque le hubiera evitado quedar del lado de los derrotados y en general en una posición de debilidad frente a lo sucedido este domingo en Santa Fe: y es que si el oficialismo distrital allí triunfó fue, principalmente, por las mejoras en materia de seguridad, y eso se lo debe en buena medida a la ingente colaboración que le brindó, a través del ministerio del ramo, el gobierno nacional. ¿Por qué la responsable de esa asistencia no quiso reclamar para sí el mérito? Tal vez porque hacerlo la hubiera conducido a admitir que si ese logro fue capitalizado por la administración de Pullaro y no por la suya se debió, evidentemente, a que Pullaro acertó en su estrategia política y electoral, y los libertarios fallaron.
Qué fue lo que sucedió, entonces, en las elecciones santafesinas
¿Qué lecciones arroja para otros distritos y la política nacional? Por sobre todo, enseña que conservar las alianzas suele ser provechoso, y fomentar la fragmentación, no. Lo primero fue lo que hizo Pullaro; lo segundo, lo que prefirieron tanto los libertarios como los peronistas.
Pese a que Juntos por el Cambio desapareció a nivel nacional, su expresión santafesina sigue en pie. El mismo instrumento que le permitió ganar las elecciones de 2023 al actual gobernador, y que él viene usando para sostener su gestión, ahora le permitió habilitar la reforma de la constitución provincial, para tener chances de reelección, y revalidar títulos en la elección de legisladores y concejales. La coalición gobernante en Santa Fe reúne, además, a tres actores principales (UCR, PRO y CC) que evitaron, gracias a su sostenida pertenencia a la alianza, padecer las fracturas y la dispersión que esas mismas fuerzas están sufriendo en otros distritos y a nivel nacional.
Todo lo contrario a lo sucedido en los dos espacios con que ellos compitieron. Los peronistas se dividieron esta vez en dos listas, y en conjunto no sumaron más del 20% de los votos. Un desastre para una fuerza que, hasta 2023, cuando también hizo un muy flaco papel, siempre rondó por lo menos el 40% de los votos, y durante años gobernó la provincia y la gran mayoría de sus municipios.
El declive que experimenta esta fuerza, en suma, tiene altas chances de profundizarse si el internismo sigue debilitando a sus viejos liderazgos y es incapaz de generar otros nuevos. Algo que puede repetirse en otros distritos. Para empezar, en el principal de ellos y que sigue siendo su mayor baluarte.
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En cuanto a los libertarios, también padecieron los efectos de la fragmentación. “El jefe” impuso en la provincia el criterio que busca inocular a todos los seguidores del Presidente: que tienen que “construir identidad”, cortándose solos, presentando listas propias en todos lados. Eso los llevó a romper lanzas con Amalia Granata y su grupo, pese a que ambos espacios representan a los mismos sectores de opinión. Y la consecuencia fue dividir los votos casi a la mitad. Con lo que Granata demostró, de paso, que aún sin un referente nacional y con poca estructura y financiamiento se puede poner coto a la “ola mileista”. Que si se frena con tan poco sería más bien una olita.
De haber sido un poco más colaborativa y menos excluyente, Karina Milei podría haber ofrecido a su hermano y el movimiento libertario una doble conquista: dejar al peronismo en tercer lugar en un distrito hasta hace poco “propio”, y formar una corriente de derecha dura representativa de alrededor de un tercio del electorado. Lo que para una fuerza nueva como LLA, en una provincia tan competitiva como Santa Fe, hubiera sido un gran logro. Pero se privó de ambas cosas, por un exceso de soberbia y ambición.
Las lecciones que Santa Fe deja son cualquier cosa menos “locales”.