El rojo intenso y brutal de la sala penetra en el cuerpo. Cubre el suelo, las paredes y las columnas, arropando y conteniendo las obras alumbradas por una luz punzante, como la de los consultorios odontológicos o las galerías tipo «cubo blanco». Las piezas que componen Los objetos, la última muestra individual de Clara Esborraz en Piedras, son pocas pero contundentes. Juntas generan una simbiosis entre el dibujo y la performance –o mejor dicho la performance escultórica– donde signos y referencias de unas se vuelcan sobre las otras.
Aparecen en escena grandes dibujos de colores chillones, donde una mano sujeta con firmeza una peluca de pelo largo, a veces de manera violenta y otras más suave, lo que genera confusión. ¿Acomoda el peinado? ¿Busca diferentes estilos o agarra la cabellera como un acto dominador?
La peluca sin rostro y la mano anónima no parecen revelar ninguna respuesta. A su lado sobre un sillón azul, un cuerpo sin torso –solo piernas duplicadas– reposa sudorosa post ejercicio, exacerbando la sensualidad de las curvas que se contorsionan.

El cuerpo y los objetos
Se suma un paisaje aniñado y estridente, tajeado por una bota roja a lo Lucio Fontana. Estos trabajos estudian la relación entre el cuerpo y los objetos a partir de la deformación y la transformación por medio de la mano que se repite una y otra vez como la parte del cuerpo que controla, dirige y presenta el universo que Clara quiere mostrar.
Esa mano y algunos objetos de la vida cotidiana como una lámpara o las botas antes mencionadas, vuelven a aparecer en un inmenso ploteo que ocupa una de las paredes de la sala, donde un personaje (Clara, ¿sos vos?) dibuja, crea y acompaña diferentes secuencias a la manera de un cómic, un recurso presente en series anteriores.

El cuerpo protagónico se desnuda y se derrite hasta que comienza a disolverse como un sueño que nos guía por el resto de las escenas. Nótese que al final, la figura busca fotocopiarse y así conseguir multiplicarse, un acto que recuerda a las escobas insurrectas de Fantasía, la famosa película de Disney de 1940.
En esta puesta Esborraz fusiona las tres técnicas que definen su trabajo pero que aún no habían dialogado en una misma sala. Es así como en Los objetos, el dibujo, las piezas gráficas y la performance conviven.
«Por un lado está lo gráfico, donde aparece la posibilidad de manipular el dibujo digitalmente para sumarle viñetas y otros aspectos, imprimir en gran formato y lograr que se adapte a los lugares donde se lo coloca. Después está el dibujo en cuestión y en sintonía ingresa la performance. Quería presentar la muestra en un espacio de un solo color, donde uno pudiera ingresar en una situación donde las obras flotan y se crea una especie de collage», explica.

El color es ese rojo que rebota en la retina y permite olvidar por completo al mundo exterior.
«En cuanto a las esculturas performáticas, hace tiempo que vengo investigando de qué manera aparecen en mí trabajo y qué hacer con eso. Me interesa que haya más presencia que acción y que un personaje esté representado por eso y no tanto por el hacer. Si bien antes las performances estaban más ancladas a la repetición, ahora el objetivo es que la permanencia se vuelve un acto en sí mismo, ya que es lo que las va transformando en esculturas aunque no dejen de emanar actitud», cuenta con respecto a las tres situaciones performativas incluidas en Los objetos: «Ying y Yang», «La Quemada» y «La muy joven vieja señorita».
La primera es una pareja de punks que bailan de forma recatada al compás de una música que no se oye, la segunda es una señora por demás bronceada, desplomada sobre una mesa, alumbrada por una lámpara y escuchando la radio.

La doble interpretación del título se detecta en el mobiliario, ya que «La Quemada» no está acostada sobre una cama solar sino un escritorio de oficina. Por último, la «señorita» con facciones, arrugas y ojeras muy marcadas, mira tele y fuma sin parar.
Movimiento mínimo
Cada performance está dominada por el movimiento mínimo y la recreación de los personajes se hacen carne gracias al maquillaje y el vestuario, dos elementos fundamentales.

«Decidí incluir cosas como el olor a cigarrillo para anclar a la gente a la realidad, un aspecto mínimo que se vincula con el deseo. Me gusta el movimiento del humo y su olor, que ayudan a que la situación tome mayor profundidad. Sumo capas para ver que despierta en el otro porque no se trata sólo de mirar sino que esta es una experiencia sensitiva», concluye Esborraz.
Algo similar sucede con los sonidos que salen por ejemplo de la radio de «La Quemada», que Clara deja en el mismo dial para que de manera azarosa se escuche un tema atrás de otro; una secuencia que elige no controlar. La música permanece en un volumen bajo y genera un clima particular que invita a mover el cuerpo al ritmo de hits anglosajones.

Del otro lado, de la tele de «La Señorita» también se oye algo apenas perceptible. Todos los sonidos, incluso los que genera la gente que asiste a la muestra, acompañan y agregan una capa extra, que como todo en Los objetos es una señal que invita, seduce y abre nuevos portales en una puesta arriesgada y necesaria.
Los objetos, muestra individual de Clara Esborraz en la galería Piedras (Perú 1065).