En un contexto de tensiones geopolíticas crecientes, Argentina se encuentra en una posición delicada al intentar equilibrar sus relaciones con dos potencias mundiales: Estados Unidos y China. El presidente Javier Milei ha manifestado su intención de fortalecer los lazos con Estados Unidos, alineándose ideológicamente con la administración de Donald Trump. Recientemente, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, visitó Buenos Aires para expresar su respaldo a las reformas económicas argentinas y discutir un posible acuerdo de comercio recíproco.
Sin embargo, esta aproximación a Washington ha generado tensiones con Beijing. Durante su campaña, Milei había declarado que no haría negocios con «comunistas», refiriéndose a China, lo que provocó una respuesta crítica por parte del gobierno chino. A pesar de estas declaraciones, la realidad económica ha llevado al gobierno argentino a reconsiderar su postura, reconociendo a China como un socio comercial importante.
Este cambio de postura ha sido observado con preocupación por Estados Unidos, que ha advertido sobre los riesgos de una mayor dependencia de inversiones chinas, especialmente en sectores estratégicos. La situación plantea interrogantes sobre la capacidad de Argentina para mantener una política exterior independiente y equilibrada, sin comprometer su soberanía ni sus intereses económicos.
¿Como repercute?
1. Desconfianza de ambos bloques
Ni China ni EE.UU. confían plenamente en un país que oscila entre un alineamiento ideológico fuerte con uno y luego busca acuerdos comerciales con el otro. Eso puede traducirse en:
- Menores inversiones (o al menos más lentas y cautelosas).
- Pérdida de credibilidad internacional.
- Riesgo de quedar fuera de acuerdos bilaterales clave, o que se nos impongan condiciones más duras.
2. Inestabilidad económica interna
La política exterior afecta directamente a:
- Las exportaciones (China es uno de nuestros principales compradores, especialmente del agro).
- El acceso a financiamiento (EE.UU. tiene peso en organismos como el FMI o el BID).
- El tipo de inversiones que llegan (más ligadas a infraestructura con China, o tecnológicas con EE.UU.).
Si el rumbo no está claro, las inversiones se postergan. Y eso significa menos dólares, menos empleo y menos crecimiento.
Riesgo de represalias comerciales o políticas
Ya hemos visto antes cómo China puede responder frente a desplantes diplomáticos. Si se siente «utilizada» o desairada, podría:
- Disminuir compras o poner trabas a productos argentinos.
- Retirar apoyo financiero, como líneas de swap con el Banco Central.
- Enfriar proyectos conjuntos (como infraestructura energética o ferroviaria).
4. Contradicciones que debilitan la política exterior
Cuando Milei dice que no va a negociar con “comunistas” pero después busca reactivar relaciones con China, el discurso ideológico choca con la necesidad económica. Eso lo deja atrapado entre:
- Su base política y narrativa discursiva, que es muy pro-occidente.
- La realidad económica, que lo obliga a negociar con quien tenga plata.
Ese cortocircuito resta fuerza a la política exterior y deja a la Argentina sin una estrategia clara.
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