Una madre quebrada por el dolor relató cómo su hija de 19 años murió de cáncer por un mal diagnóstico médico. Jane Jelly dijo que el médico la llamó «neurótica» cuando ella le insistió para que verificara los síntomas que tenía su hija Megan, en 2017.
Megan tenía 16 años en ese momento y estuvo enferma durante varias semanas con un virus incurable. También sufría constantes infecciones de orina, llegando a estar tan enferma que, para abril de 2018, tuvo que dejar la escuela por faltar muchos días.
Tras numerosas visitas al médico, Jane comentó que a Megan le diagnosticaron mononucleosis infecciosa, escarlatina e infecciones urinarias. Sin embargo, sus síntomas persistieron.
“Estaba preocupada. Mi intuición me decía que algo iba muy mal”, declaró Jane al Instituto de Investigación del Cáncer . “Yo misma había luchado contra el linfoma de Hodgkin a los 32 años. Me llevó un año recibir el diagnóstico correcto, y reconocí gran parte de mi propia experiencia en lo que Megan estaba viviendo”.

«Pero mi lado racional quería creerles a los médicos cada vez que nos decían que solo tenía un virus», admitió. «Era mucho más difícil pensar que mi hija adolescente pudiera tener cáncer, y desde luego no era algo que quisiera oír».
Para el 2019, la condición de Megan empeoró y sufrió un episodio de hipotermia. Jane dijo que estaba «agotada de lidiar con diferentes médicos».
“Recuerdo haberle dicho a la doctora de la clínica ambulatoria que había que hacer algo, que temía que algo anduviera muy mal”, recordó. “Pero simplemente puso los ojos en blanco y me dijo que los padres a veces pueden ser neuróticos con sus hijos”.

No fue hasta junio de 2019, cuando Megan tenía 18 años, que un médico le realizó un diagnóstico correcto y descubrió la causa de sus síntomas. Durante una revisión, el médico le palpó una masa en el riñón y sospechó que se trataba de cáncer.
Después de seis semanas de pruebas y biopsias, le diagnosticaron sarcoma de Ewing de células blandas en estadio 4, un tipo de cáncer que se presenta en los huesos o en el tejido blando que los rodea y que generalmente afecta a adultos jóvenes y niños, según Mayo Clinic .

Jane dijo que el cáncer de Megan “probablemente había estado allí durante dos años” y ya se había extendido a sus pulmones y ganglios linfáticos.
“Megan era luchadora, fuerte, resiliente y siempre enfocada en soluciones. Escuchó su diagnóstico, lloró, luego se detuvo y dijo: ‘¿Y qué vamos a hacer?’”, recordó Jane. “Claro que hubo días difíciles, pero en general, fue muy positiva. Nunca se compadeció de sí misma”

Jane declaró al medio que su hija tuvo que someterse a un régimen de quimioterapia brutal. «Yo era su animadora, su bolsa de boxeo, su defensora, pero fue desgarrador verla tan golpeada por el tratamiento», dijo.
A pesar de la dura experiencia, en junio de 2020, a Megan le informaron que estaba en remisión. Sin embargo, los médicos le dijeron que «si el cáncer regresaba, no había nada más que hacer». Aunque Megan se mantuvo «muy optimista», en tan solo dos meses volvió a sentirse mal.
Jane se dio cuenta inmediatamente de que el médico sospechaba una recaída y más tarde se enteró de que tenía razón.
“Fue la peor noticia: el cáncer de Megan había regresado y no podían hacer nada más por ella. Nos dijeron que le quedaba un año de vida”, explicó Jane. “Increíblemente, Megan ni siquiera se inmutó. A pesar de prometerme que nunca lloraría delante de ella, me derrumbé. Pero ella simplemente se giró hacia mí y me dijo: ‘Sabes qué, mamá, estoy bien. He estado pensando mucho en este momento y lo acepto con tranquilidad. Estoy lista’”.
Megan murió en diciembre de 2020 a los 19 años.