C uatro años después de la muerte de Santiago Rusiñol, se inauguraba el monumento que la ciudad le dedicaba. Quizá se había demorado en demasía, habida cuenta de la popularidad y la estima que le habían distinguido. Era un fuera de serie. De ahí que hubiera mucho interés en estar a la altura de la enorme deuda sentimental contraída.
Varias podían ser, con todo, otras dudas surgidas al respecto. ¿Era acertado un Montjuïc tan alejado, poco visitado y muy desconocido? ¿Estaba el monumento a la altura del grandioso personaje? Es cierto que el busto lo había cincelado con mucho amor, en mármol blanco, su amigo del alma Enric Clarasó, escultor con el que, junto al pintor Ramon Casas, habían formado un reconocido trío mosquetero artístico: indisoluble, invencible y firme.
El busto de Clarasó fue acercado en el 2001 a su calle nativa y en la que tuvo la tienda el Senyor Esteve
Aquella inauguración, celebrada al cumplirse el aniversario del 13 de junio de 1935, tranquilizó las inquietudes. Aunque allí quedaba olvidado.
Con motivo de los enormes cambios obrados al calor de la inminencia olímpica, el lugar fue considerado inadecuado. Se retiró el monumento y se puso a buen recaudo en un almacén municipal, a la espera de encontrarle un lugar más oportuno y céntrico.

Inauguración en 1935, con la viuda Lluïsa Denís y el escultor Clarasó a su izquierda
PÉREZ DE ROZAS / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA
Una ambiciosa obra urbanística destinada a esponjar una zona abigarrada y degradada derribó toda una alineación de casas sin el menor interés entre las calles Allada y Vermell, lo que permitió crear un espacio que pronto se reveló vital y seductor. Justo en la cabecera baja y en el encuentro con Assaonadors y Princesa, quedó así bien enmarcado un reducto amable y llamativo.
Por la proximidad con la
casa natal de Rusiñol (Princesa, 31), se tuvo el acierto de bautizar tal enclave estratégico con el evocador nombre de plaza La Puntual, tienda mítica del representativo Senyor Esteve.
Y así fue como se pudo por fin exhumar el monumento y plantarlo, en el 2001, una vez adecentado con mimo el entorno por Maria Luïsa Aguado, máxima responsable del Patrimoni Històric i Artístic Municipal. La campaña desplegada por la combativa y tenaz defensora de la memoria de Rusiñol, Montserrat Cornet, había conseguido su generoso empeño.
Pese a la tentadora blancura de la obra y quedar desprotegido a pie de calle, lo cierto y estimulante es que se ha ganado el respeto.