Vera Spinetta tiene ese aura Spinetta del que es imposible escapar. No solo respira en sus facciones, sino en cada una de sus respuestas y en su forma de ver y abordar la vida. La hija más chica de Luis Alberto Spinetta tiene 33 años, dos hijos, Eloísa (10) y Azul (4), muchas horas de cine y series y también de tiempo en el escenario. Tanto ella como sus hermanos llevan consigo un legado del que no reniegan, los hace sonreír, reflexionar y encontrar los mejores recuerdos aún 13 años después de la muerte de El Flaco.
En plena promoción de la segunda temporada de El fin del amor (Prime Video), Vera habla con Revista GENTE sobre Juana, el personaje que encarna en la ficción protagonizada por Lali Espósito y basada en el libro de Tamara Tenenbaum. También filosofa sobre el lugar de la mujer en la sociedad y la importancia de encontrar un espacio en medio de tantas exigencias. «Una tiene que ser buena mamá, trabajar, y romperla en todos lados», dice.
Además, Vera recorre parte de su historia: habla de cómo hace convivir el trabajo con la maternidad, enfatiza en una de las figuras más importantes y vital para que hoy los Spinetta sean la familia que son, su madre, y recuerda cómo era la relación con su padre. «Éramos amigos y compañeros de gira», cuenta.
-¿Qué te dejó el rodaje de El fin del amor?
-Fue algo muy hermoso. Con las chicas somos todas amigas.
-¿Te pasó de haberte hecho amiga de otro elenco con el que trabajaste?
-El ambiente es bastante pequeño y te vas cruzando… Con algunos trabajás o te cruzaste poco en algún trabajo, pero así, de tanta intensidad, no.
-No solo es una serie de mujeres sino que, al menos en la primera temporada, estaba dirigida y producida por mujeres.
-Somos muchas mujeres… Hay muchas mujeres en el equipo técnico también y eso es hermoso. Como que se armó algo re poderoso entre todas. Se da como un entorno de mucha protección. Incluso en las escenas más jugadas, de intimidad o lo que sea, te sentís súper cuidada. Yo me acuerdo en la primera temporada que Constanza Novick fue la directora de varios capítulos y que tenía una escena de sexo bastante intensa con Juli Ortega y confié en que me iba a cuidar. Sabía que iba a poner la cámara y que después iba a ver el material con amor, respeto y cuidado. Eso siento que se nota
-¿En la segunda también hay escenas así?
–Sí, hay un montón de escenas que decís: «Uy, qué fuerte hacer esto.» Y yo creo que entre todas nos cuidamos un montón. Esta temporada la dirigió Dani Barone. Con él, el nivel de confianza es total. Y bueno… era un hombre entre muchas mujeres, pero un hombre espectacular.
-¿Te inhibe hacer escenas de sexo?
-He hecho antes… No es lo que más calor me da. De hecho, siento que las escenas capaz más jugadas son las escenas en las que emocionalmente estás más expuesto. Abordarlas desde un lugar de la verdad, para poder realmente interpretar desde ese personaje. El trabajo de un actor es súper expuesto porque trabaja con su cuerpo, con su voz, con su emocionalidad, su pensamiento y creo que las que más me desafían son las escenas emocionalmente difíciles. Esas que decís: «Ok, esto lo tengo que preparar con tiempo».
-¿Escenas más serias, decís?
-Hay algunas cosas que son un poco más frescas o más del juego o de la improvisación… Está buenísimo poder encarar estas escenas que son más serias y que tienen que contar algo muy importante para el desarrollo, la curva dramática de tu personaje y eso.
-¿Las escenas sexuales las tomás más como un juego?
-Claro. Lo otro te da más libertad de jugar. También nosotros estamos acostumbrados a tener que besar o a tener contacto con un otro. Además ahora hay un rol que es re importante, el de coordinador de intimidad, que es una persona que habla con vos sobre las escenas de intimidad, sobre qué es lo que te gustaría, qué es lo que no te gustaría hacer.

-Un rol clave para sentirse cómoda, me imagino.
-Sí. Más después de todas las cosas que pasaron con Thelma Fardin, con Calu Rivero y miles de historias que no sabemos. Entonces, creo que es muy importante que exista esta persona con la que pactás hasta dónde estás dispuesta a llegar.
-La serie también plantea diferentes tipos de vínculo y le da a las mujeres un vuelo que quizá años atrás era impensado…
–Me parece buenísimo que exista este tipo de conversación, este planteo, esta posibilidad de vivir de otra manera. Siento que se están haciendo cosas y que se habla sobre esto. Es re importante para nosotras poder tomar las decisiones que sentimos en el momento en que las sentimos.
-¿Cómo sería eso?
-Vamos cambiando y nos vamos reformulando y parándonos en distintos lugares. Soy madre de dos y surge la pregunta de: ¿cómo quiero atravesar esto? A mí me gusta mucho trabajar, me gusta tener mi vida social, me gusta estar sola también. Todas esas cosas en otros momentos de la historia no se planteaban ni siquiera. Incluso si te las planteabas tenías un montón de culpa o un montón de dudas y por ahí no las podías hablar. Incluso me pasa hoy.
-¿Qué sentís?
-Eso de decir… cómo hago. Me pasó con mi mamá de decir: «Gracias» o preguntarle: «Ok, Ma, yo trabajo, soy madre, ¿cómo hago? ¿Cómo hiciste vos?». De tener esta conversación con la gente más sabia, que es la gente más grande, la gente que ya vivió mucho… Está buenísimo que suceda. Creo que esta serie va a fondo con eso… muestra cómo se puede vivir de otra forma y hasta dónde una está dispuesta a cumplir con la bajada de línea de los padres, la sociedad, las religiones, las instituciones, lo que sea.

-Aunque siento que todavía queda recorrido por andar.
–Creo que para nosotras toda esa libertad de vida personal siendo madre también es un desafío. Es como: «Ok, sos madre y trabajás y ganás guita y salís y también estás sola». «Ah, bueno, a ver cómo te las arreglás para ser una madre presente y estar encima de los chicos y acompañarlos».
-Demasiada presión.
–Hay que hacer todo bien. O sea, no solamente tenés que ser una buena ama de casa y ser una madre que acompaña a sus hijos, sino que también tenés que romperla a nivel laboral. Entonces es un montón. Es muy exigente la maternidad. Por suerte ahora la responsabilidad cada vez es más de los dos, padre y madre.
-¿Vos estás en pareja con el papá de Azul (Juan Saieg, el cantante de Usted Señalemelo)?
-No, no. Yo me separé hace no tanto. Estoy en pareja ahora, pero no con el padre de los chicos (Eloísa es hija de Pedro Merlo).
-¿Qué hacés cuándo no estás con los chicos?
-Es rarísimo porque los extrañás a morir. Estoy acostumbrada a estar mucho tiempo con ellos, sobre todo con Azul, porque el papá gira… Esta cosa de que sea igual para los dos es también difícil porque uno los extraña, no sé, yo los extraño mucho cuando no estoy con ellos.
-¿Pero aprovechás para hacer cosas tuyas?
-Claro, me planteo: ¿Qué puedo hacer para mí? ¿Qué me doy a mí? Hago ejercicio físico y tengo momentos de silencio y lectura, también de ver a mis amigos… Y hago clases de teatro y trabajo. El tiempo que estoy con ellos, quiero estar con ellos. El tiempo que estoy sin ellos, digo: «Bueno, meto todo en estos días que no los veo».
-Te gusta sentirte presente.
-Hay maternidades y paternidades que son súper desvinculadas y súper pragmáticas y que no están en el día a día, en la vida real, en la profundidad de lo que implica criar a una persona. A mí me gusta vincularme desde la verdad. No todos tenemos esa conciencia, ojalá todos la tuviéramos. Pero es una forma de vivir re intensa también, porque estás ahí como en un intercambio re profundo con tus hijos donde te ves a vos un montón… Ellos son espejo, con una claridad total, de lo que es uno y al mismo tiempo respetando la individualidad de ese ser que es tu hijo, que tiene su propia forma de ser, de pensar y de hacer.
Vera Spinetta, entre las enseñanzas de su padre y la fortaleza de su madre

Vera, que es parte de una de las pocas familias musicales exitosas («Se ve que la familia y el rock eran incompatibles», afirma entre risas), habla sobre el rol clave que tuvo su madre, Patricia Salazar, y cuenta cuál es la enseñanza más importante que le dejó su padre.
«Mi papá me enseñó a respetar y a ver lo mejor del otro», dice.
-¿Cuánto de la maternidad te hizo pensar en tu crianza?
-Un montón. Por suerte, tuve padres muy presentes que me han respetado mucho a mí y a mis hermanos. Tomé eso como lema para decir: «Ok, estos son mis hijos, tienen esta forma de ser, esta forma de pensar… cómo hago para acompañarlos sin quitarles nada propio».
-¿Qué te pasa con los límites?
-Hay que poner límites y hay que acompañar. Me parece que lo más importante con los hijos es validarlos. Validar su emocionalidad, su libertad, sus ganas, su independencia… Dándoles su propia forma.
-Tu viejo no solo logró trascender con su música sino que también pudo tener una familia tan o más importante que su legado.
-Parece que para los músicos de esa época era imposible, evidentemente. Pero ahí, mi mamá era muy fuerte. Muy fuerte. Mi papá, obviamente, también. Él amaba estar con nosotros. Todo eso es real, pero mi mamá era un cable a tierra muy picante, con los patitos en fila totalmente. Ella ubicaba sin dejar de ser ella, mujer y persona… Pero la prioridad era la familia.

-Y eso es algo que caló muy hondo en vos y en tus tres hermanos (Catarina, Dante y Valentino).
-Sí… Además todos tuvimos hijos bastante jóvenes y con mucha conciencia, como eligiendo eso. Nos encanta, somos familieros. Es como que se puede ser una persona con su vida desarrollada y también ser padre y madre.
-¿Siguen siendo muy unidos?
-Sí, nos vemos todo el tiempo. Con mis hermanos y con mis sobrinos, Angelo, Benicio, Justino, Brando, Vida… compartimos mucho. Con Angelo y Benny somos muy amigos y eso es hermoso. Con ellos me llevó menos tiempo que con mis hermanos.
-¿Sentís que ese vínculo es parte del legado de tus viejos?
-Creo que sí, fue gracias a la unión que armaron mis viejos.
-Pasaron 13 años de la muerte de tu viejo, ¿Qué fue lo más lindo que te dejó?
-Bueno, algo muy lindo para mí de mi viejo era la capacidad que él tenía de ver el potencial de cada persona… Veía, de verdad, el valor de cada persona, no importara quién fuera… Todos podemos ser nuestra mejor versión, es cuestión de que uno se encargue de que suceda. Como decir: «Ok, yo vengo con estos temas capaz a resolver, no tengo estas cosas que resolver, pero me encargo de ser una mejor versión de mí mismo». En esa posibilidad también existe como una esperanza de que con cualquier persona podés conectar un montón, de que cualquier persona te va a enseñar algo, si estás dispuesto a recibirlo. Eso me marcó un montón de él. Creo que me lo recuerdo todo el tiempo.
-Como a ver más allá de lo obvio.
-Sí, de lo obvio, de los prejuicios. Incluso de los juicios que uno tiene o hace sin querer con las personas que va conociendo o que, tal vez, le reflejan algo de uno que a uno no le gusta y que lo ve en el otro y dice: «Ay»… Y en realidad es lo que te molesta de vos mismo.

-¿Te pesa que tus hijos no lo hayan conocido?
-Es fuerte, pero ellos lo aman. Están conectados, por suerte, a través de la música y de todo lo que hay del material audiovisual, entrevistas y esas cosas. Yo les muestro todo y los chicos lo adoran. Es como que está presente de alguna manera. Y con la música, re, todo el tiempo. Es alguien que está para nosotros.
-¿Escuchás mucho su música?
-Sí. Tengo épocas que me cebo con un disco y le meto. Me encanta, lo amo.
-Sos la más chica de los cuatro… ¿Cómo era tu relación con él?
–Era hermosa. Muy, pero muy cercana, muy de amigos. Éramos muy amigos. Compartíamos un montón, porque además en un momento yo me empecé a ir de gira con él. Primero lo acompañaba y después ya empecé a cantar con él. Era un vínculo no solo de padre e hija, sino que éramos como compañeros de banda. Él me enseñó un montón.
-¿Qué cosas aprendiste de él?
–El compromiso con lo que uno hace, la entrega, el respeto por los que están trabajando con vos… Todo eso lo aprendí de él. Fue como de una escuela muy primaria. Ver a tu papá dando el ejemplo con eso, ya está, te forma fuerte.
-A vincularte con su mundo de una forma amigable.
–Sí, porque hay mucha gente que no tiene ese vínculo con el mundo… Malos rockeros, ¿viste? Que tienen como una cosa muy estereotipada de justamente no respeto. Eso de no respetar a nadie. Mi papá era todo lo contrario.