Éxito, fama y glamour. Eso ofrecía Kat Torres a través de sus clases de coaching y bienestar espiritual. La modelo e influencer ostentaba una vida de lujo, alcanzada por una supuesta providencia divina. Y extendía su mano a aquellas personas que soñaban con triunfar como ella lo hizo. Pero detrás de esta generosa oferta se escondía una peligrosa trampa que conducía al maltrato, el abuso y la explotación sexual.
Originaria de Belém, capital del estado de Pará, Brasil, Katiuscia Torres Soares dio sus primeros pasos en el mundo del modelaje desde muy chica, a la temprana edad de 12 años, cuando comenzó a participar de concursos de belleza. Aunque nunca llegó a recorrer las pasarelas, poco a poco se hizo de un nombre y creció en la industria como modelo de fotografía. Incluso llegó a estar en la tapa de revistas internacionales.
Su belleza natural le permitió dejar atrás una vida complicada en Brasil y apostar un futuro más prometedor y ambicioso. Se mudó a Nueva York, Estados Unidos, con la esperanza de conquistar un mercado mucho más grande y altamente complejo como lo es la industria del modelaje. Una vez instalada y con una nueva vida, demostró sus aptitudes para ser modelo de lencería.
Sus vínculos con las agencias de modelaje y figuras de la industria le abrieron las puertas a fiestas y muchas actividades sociales. En 2013, fue vista junto al actor de Hollywood Leonardo DiCaprio a quien conoció en el Festival de Cannes. Pese a los rumores, el actor nunca habló Torres. Pero eso fue suficiente para que todos los reflectores se pusieran sobre Kat.

“Conocí a Leo en Cannes y nos quedamos en la misma casa durante todo el festival. Leo es un chico encantador, todo un caballero que me trata como una reina, aunque no sé cómo se va a tomar que esté hablando sobre nuestra historia de amor. Sé que no le va a gustar demasiado, ya que tenemos un pacto que nos obliga a no desvelar absolutamente nada sobre nuestra relación. Yo lo acabo de romper”, contó Torres en aquel entonces en diálogo con el diario brasileño Extra.
Los años pasan y las redes sociales comienzan a aparecer. La joven modelo brasileña le saca provecho a estos nuevos canales digitales y poco a poco se transforma en influencer. Con fotos de viajes, estadías en lujosos hoteles, autos deportivos y a bordo de yates, Kat amasaría una gran comunidad de seguidores que añoran en triunfar cómo ella lo hizo. O al menos eso es lo que demostraba en sus perfiles de Instagram y TikTok, que también contaría en su libro «Una voz» (2017).
Un poco de autobiografía, pero también de fantasía y ficción, en su libro asegura que su éxito y crecimiento se debió a la obra del destino y que sus acciones estuvieron guiadas por una voz, espíritus y arcángeles que la protegieron desde su juventud. De esta forma, Torres mutaría de influencer a gurú espiritual y ofrecería un mundo de posibilidades a quienes oyeran su voz, tal como ella escucha voces en su cabeza.
Kat Torres, una gurú del coaching y líder espiritual
El mundo del modelaje no era suficiente para Kat. La industria, tirana, no le permitió triunfar de la forma en la que soñaba, por lo que tuvo que recurrir a otros negocios para obtener ingresos y mantener su estilo de vida opulento. Fue así como comenzó a ofrecer sus servicios de coaching para guiar a otros a obtener la fama y el bienestar que tanto le gusta ostentar.
Sin embargo, en redes sociales las apariencias engañan, y la joven influencer no era ajena a ello. En diálogo con la BBC, Luzer Twersky, compañero de departamento de la modelo en Nueva York, sostuvo que Torres ofrecía sus servicios de acompañante a hombres mayores y acaudalados que le daban dinero a cambio y pagaban su alquiler.
Además, Twersky aseguró que las amistades de Torres en Hollywood la llevaron al consumo de drogas alucinógenas y sustancias como la ayahuasca. «Ahí fue cuando de cierta manera comenzó a tocar fondo», indicó.

Mientras tanto, Kat ganaba popularidad en redes. En su web de bienestar ofrecía a sus clientes «amor, dinero y la autoestima que siempre han soñado». En sus videos brindaba consejos de pareja, y claves para un bienestar físico y espiritual, junto con tip para obtener éxito en los negocios y programas de hipnosis, meditación y ejercicio.
Por la oferta de unos 150 dólares extra, Kat brindaba consultas por videollamadas donde aseguraba que podía resolver cualquier problema que atraviesen sus clientes. Así fue como conoció a quien se convertiría en una de sus primeras víctimas: Ana. «Ella me daba esperanza. Parecía que había superado la violencia que sufrió en su niñez, el abuso, todo ese tipo de experiencias traumáticas», contó Ana a BBC Eye Investigations y BBC News Brasil.
Ana era una estudiante de nutrición de la Universidad de Boston, quien invirtió sus pocos ahorros en las clases online de Kat con la esperanza de alcanzar el mismo éxito. Cuando Torres le pidió mudarse a Nueva York, Ane aceptó de inmediato. El trato era que Ana cuidaría los animales de Torres, además de cocinar para ella, lavar su ropa y limpiar su casa por 2.000 dólares al mes.

Pero cuando Ana llegó a Nueva York, no podía creer el estado del departamento de Kat. «Era impactante porque la casa estaba realmente muy desordenada, sucia, no olía bien», contó Ana, y detalló que Torres era incapaz de valerse por sí misma. La influencer necesitaba ayuda para cuestiones básicas como bañarse y que no aguantaba estar a solas, por lo que Ana tenía que las 24 horas disponibles.
De esta forma comenzó la esclavitud, a tal punto que Ana tenía que fingir que iba al gimnasio a hacer ejercicio solo para poder descansar unos minutos. «Ahora veo que me estaba usando como una esclava. Ella encontraba satisfacción en eso», contó Ana. Además, según narró, Kat nunca le pagó los 2.000 dólares por mes que le había prometido. Así Ana, que abandonó su cuarto universitario, no tenía dónde volver y a dónde ir sin plata.
A Ana tuvo que soportar tres meses de maltrato y abuso por parte de Kat, ya que cuando la confrontaba para exigirle los pagos que le debía, la influencer se ponía agresiva. Esto tenía un efecto particular sobre Ana, quien tuvo experiencias de violencia en su pasado, las cuales había compartido con Torres durante sus sesiones online. Finalmente, se armó de valor y pudo escapar, pero Kat seguiría en su vida.
El tráfico de personas y la explotación sexual
Con Ana fuera de su vida, Kat avanza en la suya y decide casarse con Zach, un joven de 21 años a quien conoció en California. Juntos compraron una casa en Austin, Texas, donde se mudaron para vivir allí. Torres invita a sus seguidoras más fieles a vivir con ella con la promesa de cambiar sus vidas y usar sus dotes espirituales para que alcanzaran el éxito.
Desirrê Freitas -brasilera- viaja desde Alemania a Texas. Según pudo saber la BBC, Kat le compró el pasaje y la manipuló al decirle que Desirrê tenía pensamientos suicidas, por lo que necesitaba la ayuda de la gurú espiritual.
Leticia Mai fue otra de las mujeres que se instaló en la casa de Austin. A los 14 años, Leticia comenzó a tener las sesiones de coaching online con Kat. En esos encuentros la influencer la persuadió de mudarse a Estados Unidos para un intercambio estudiantil, que finalmente abandonó para trabajar con Torres.
Sol, también brasilera, fue la tercera víctima convencida por Kat para mudarse a vivir con ella y trabaje como instructora de yoga y brinde sesiones de tarot. En redes sociales, Kat presentó a Desirrê, Leticia y Sol como su «Clan de Brujas».

No pasó mucho tiempo para que Kat mostrara su verdadero rostro. Según relataron las víctimas, la influencer las obligaba a trabajar en un club de strippers bajo la amenaza de que si se negaban tendrían que pagarla lo que había gastado en viaje, alojamiento, muebles e incluso un trabajo de «brujería». Desirrê aceptó trabajar como stripper porque temía de los supuestos poderes sobrenaturales de Kat y no tenía dinero para pagar lo que pedía.
Más aún, durante su estadía en Austin, Kat no les permitía Desirrê, Leticia y Sol hablar entre ellas y retenía todos sus ingresos económicos. Incluso debían pedirle permiso para ir al baño o salir de su habitación. «Era aterrador. Pensé que podría pasarme algo porque tenía toda mi información, mi pasaporte, mi licencia de conducir», recordó Sol a la BBC.
El miedo y la presión que ejercía la influencer era muy fuerte. Por un lado, escuchaban conversaciones por teléfono donde Kat obligaba a una seguidora de Brasil a prostituirse como «castigo». Por otro, Zach ostentaba las armas de fuego que poseía en redes sociales, lo que consideraban un mecanismo de amenaza y control. Sol logró dejar la casa con la ayuda de un exnovio.
Pero el calvario seguía para Leticia y Desirrê. Según cuenta la propia víctima, Kat llevó a Desirrê a un campo de tiro para demostrarle su habilidad en el uso de las armas, luego de que Desirrê se haya negado a prostituirse. Esta situación llevó a Desirrê a aceptar. Además, Kat les cobraba un impuesto que iba desde los 1.000 a los 3.000 dólares al día. Si no pagaban, debían dormir en la calle.
«Terminé durmiendo en la calle varias veces porque no podía lograr esas sumas», contó Desirrê, quien llegó a trasferirle más de 21.000 dólares a la cuenta de Kat. O incluso más, según contó Desirrê. Esto lo hizo bajo presión. Kat amenazaba con denunciarla si no trabajaba para ella, ya que la prostitución es ilegal en Texas.
La denuncia y la investigación de FBI
Mientras Kat teñía de rubio a sus víctimas para que asimilaran a ella, retenía sus teléfonos y bloqueaba todos sus contactos, los familiares de Desirrê y Leticia denunciaron su desaparición en Brasil. Al no tener respuestas comienzan una campaña en redes sociales para dar con algún dato de las jóvenes. En la cuenta de Instagram @searchingDesirrê publican sus fotos y el caso gana relevancia en los medios.
De esta forma la historia llega a Ana, a quien se les encienden todas las a alarmas y por su experiencia cree que Torres podría estar coartando la libertad de Desirrê y Leticia. Junto con otras ex clientas de Kat, entre ellas Sol, Ana denuncia a la situación a la policía estadounidense, aunque sin éxitos, pues no fue tomada en serio.
Más tarde llevarían su denuncia al FBI, quienes descubren que los perfiles de las víctimas desaparecidas están en páginas web de prostitución. Alertada por la situación, Kat viaja 3.000 kilómetros desde Texas a Maine y lleva a Desirrê y Leticia lejos. Además, las obliga a grabar un video que subirían a redes sociales y pedirían que dejen de buscarlas.

Un agente del Departamento de Seguridad Nacional estadounidense tuvo una videollamada con Torres para corroborar que Desirrê y Leticia no estuvieran retenidas contra su voluntad. «Él empezará a hacer preguntas. Chicas, están llenos de artimañas. Él es un detective, sean muy cuidadosas. Por Dios santo, las echaré si dicen algo. Voy a gritar», amenazó Torres, según se pudo escuchar momentos antes de que comience la videollamada.
Finalmente, la policía convenció a Kat de acudir con Desirrê y Leticia a la Oficina del Sheriff del condado de Franklin, en Maine, para demostrar que todo estaba bien. El detective David Davol, que interrogó a Torres, Desirrê y Letícia, aseguró a la BBC que la preocupación fue inmediata al ver a las mujeres.
«Quienes trafican personas no siempre son como aparecen en las películas, en las que una pandilla secuestra a gente. Es mucho más común que sea alguien en quien confías», sostuvo Davol. En diciembre de 2022, después del calvario, Desirrê y Letícia regresaron a Brasil sanas y salvas.

Kat Torres fue condenada a ocho años de cárcel por trata de persona y esclavitud. Permanece detenida en una cárcel en Brasil. Al menos 20 mujeres aseguraron ser víctimas de la influencer, algunas de ellas se encuentran bajo tratamiento psiquiátrico por los abusos sufridos.
«Cuando veía a la gente testificar, ellos decían tantas mentiras. Tantas mentiras que en un punto no podía parar de reírme. La gente está diciendo que soy una gurú falsa, pero al mismo tiempo, dicen ‘Ella es peligrosa para la sociedad porque puede cambiar la mente de las personas con sus palabras’», aseguró Torres en diálogo con la BBC.