Juan Eiras es hoy director de la Cámara Argentina de Feedlot, aunque supo ser su presidente durante varios años. Actualmente maneja el grupo que lleva su apellido, con varios establecimientos que hacen producción y hotelería de ganado propio y de terceros. Originario de Corrientes, es un pionero del engorde a corral (feedlot). “La Argentina tiene la ventaja, a nivel mundial, de poder criar extensivamente, recriar prácticamente extensivamente y terminar con 90/150 días en corral con granos, según el destino. No hay duda de que este tipo de producción a corral vino para quedarse, tanto en el mercado interno como en la exportación”, dice Eiras sobre el optimismo con que vislumbra el futuro del feedlot en el país. “Hoy el importador europeo le dice al exportador argentino que le siga mandando lo que le mandó en la cuota argentina 481, que es carne con más de 120 días de engorde”.
– La primera inquietud surge por el tema del cepo, que fue uno de los reclamos de todos los que participan de la economía. ¿Cómo afecta a la actividad de los feedlots?
– La noticia fue muy bienvenida. Somos más de 200 empresas, con un millón de cabezas encerradas. Y si bien hubo mucha incertidumbre en los primeros días, cuando el dólar Banco Nación se perfiló en 1230, 1240 y se mantuvo estable, haciendo cuentas… Y si bien algún corral podrá tener algún ajuste menor en el costo de alimentación, el precio del maíz en la Argentina hace ya varios años es casi pleno hasta las retenciones. Mientras el nuevo dólar fluctúe en el rango anunciado, algunas zonas pagarán el insumo con un ajuste de entre 2 % y 5 %. En alguna otra región, como estamos en tiempos de cosecha gruesa, no van a ajustar nada, porque la oferta será muy abundante. Y después no debería repercutir en nada más, porque la hacienda, el ganado gordo y la invernada están con buenos precios y no se fijan por el valor del dólar. Así que volvemos a un tema de oferta y demanda. Para quien vive en Patagonia, cuando viene la veraneada vale menos; pero cuando el invierno se impone, hay menos hacienda y, en consecuencia, vale más. En el caso del ganado, sabemos que siempre se imponen los volúmenes ofertados y demandados. A la exportación de carne es un poco prematuro hacerle la cuenta, porque todavía se mantienen las retenciones del 6,75 %. Nosotros seguimos peleando, igual que la industria, como productores, para que la carne tenga que ir a cero retenciones, para sacar otro gris más. En términos de recaudación, ese 6,75 % representa muy poco, pero en la cadena de las carnes tiene una influencia importante.
– Claro, y usted, ¿Cómo ve, digamos, el punto de equilibrio entre la demanda, la exportación y el consumo?
– Es difícil mirar a la Argentina porque hay que ir más de 50 o 60 años para atrás… Cuando uno mira a otros países, la gente consume los niveles de proteína de los cinco tipos de carne: vacuna, porcina, aviar, ovina y pescados. Son países que consumen igual que nosotros, y se habla de 115 kilos por habitante/año en total. Cuando la exportación se afirma, sin duda tracciona algo al supermercadismo, lo obliga a alinear un valor para el productor un poco más alto, y cuando los mercados internacionales están más flojos, el supermercadismo se impone sobre ellos. Es un juego que debe existir y que existe en todos los países. Cuando la carne vacuna se pone un poco más cara durante cuatro meses, en general aumenta un poco más el consumo de carne porcina y aviar. Eso es muy dinámico. En el caso de la carne vacuna, somos miles de operadores. Hoy, el consumo está pagando más que la exportación. Un novillo para el supermercado vale más que un novillo para la exportación. Es así. La exportación faenó menos y exportó menos. Y es así. Hay que ajustar el estándar sanitario único, que es mínimo. No puede competir un frigorífico con empleados en blanco y todas las habilitaciones contra un colgadero donde no hay nada de eso contemplado. Entonces, eso sí es un tema que preocupa. Y Patagonia tiene parte de eso, porque tiene la cultura del ovino, pero en vacunos también —dicen algunos socios y productores conocidos— eso sigue existiendo, porque hay ciudades o pueblos con muy bajo consumo, con lo cual la faena se vuelve muy informal. Esas cosas sí hay que trabajarlas, y el Estado y el SENASA deben regular. En lo que hace al comercio, mientras la cuenta nos dé 100 kilos por habitante/año de proteína total… Solo hay dos países en el mundo que consumen lo que nosotros, y son Uruguay y Estados Unidos. No puede ser que los otros 135 países estén tan equivocados cuando comen cerdo y pollo en cantidades diferentes.
– ¿Cuál es hoy el principal cliente de los feedlots? ¿La exportación o el mercado interno?
– El mercado interno sigue siendo el mayor cliente de todos. Pero hoy estamos al 50 % de ocupación en las grandes hotelerías. Somos 35 empresas. Da la impresión de que la exportación ganó terreno en querer tener hacienda propia en los feedlots donde damos servicio. Pero, cuando tomamos el total de los feedlots, son 6 a 7 millones de cabezas que se producen bajo el sistema; la proporción es diferente. Cuando se analiza la faena del país, hoy es 70 % consumo y 30 % exportación. Pero de esas cifras hay que restar las categorías de faena que no pasan por los corrales. Los corrales tienen menos del 1 % de vacas. Pero la faena de vaca de corte y de vaca de consumo sigue siendo importante en el país, especialmente en la mitad norte de la Argentina. La vaca de descarte gorda, en base a la experiencia, si se toma la faena de consumo de feedlot y la de exportación de feedlot —que incluye novillos y vaquillonas pesadas—, el porcentaje de consumo debe estar en un 80 % o 90 %. Las categorías de exportación dentro de los corrales son las premium, que son los novillos y las vaquillonas pesadas, porque los mercados externos requieren ese tamaño y esa terminación. Así que el consumo es nuestro mayor cliente.
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Cuando se analiza la faena de vacunos del país, hoy es 70 % consumo y 30 % exportación.
¿Qué puedan entrar animales al sur del río Colorado y que se flexibilice o abra la barrera influye mucho en los feedlots? ¿Se va a perjudicar a las empresas de la Patagonia?
Claro que los va a afectar. Yo creo que el ingreso de carne es inevitable porque, de la misma manera que te digo que los va a afectar, tengo que decirte que no tiene ningún sentido la no entrada. Si la Patagonia tuvo a lo largo de los últimos 70 años algunas situaciones muy justificadas en cuanto a proteccionismo, y que las debe seguir teniendo por un tema de propia radicación en el territorio, después las barreras comerciales son muy difíciles de sostener. Entonces, si un productor lejano, en una condición muy lejana, para producir tiene que vender su novillo o su vaquillona gorda a un precio, cuando viniendo como carne faenada en plantas habilitadas y empacada correctamente llega por ahí a un 40 % menos de precio, la verdad es que en algún punto tiene que pensar en reconvertirse porque está fabricando un producto a un costo muy alto. ¿Por qué el habitante patagónico tiene que pagar 23.000 pesos el kilo de asado, cuando yo, que vivo a 70 kilómetros de Rosario, lo pago 13.000, si no es por una cuestión sanitaria pura? Cuando la cuestión sanitaria era activa, estamos de acuerdo. Si es una situación comercial y proteccionista, bueno, habrá que buscar gradualidades, contemplar alguna situación muy especial, pero tarde o temprano esto va a llegar. Y posteriormente, en muy poco tiempo, en pocos años, llegará también el precio de la hacienda en pie. No podemos decirle a Japón que la Patagonia no tiene aftosa, que el resto del país vacuna y es libre con vacunación, pero además no tenemos brote, mientras Uruguay les exporta vacunando, libres con vacunación, entra a Japón y nosotros no. Además, Japón nos habilitó Patagonia, pero no podemos lograr 500 kilos para un embarque aéreo, porque no hay volumen de carne que puedan consumir. Entonces, entramos en situaciones de regulaciones. Si no hay una cuestión sanitaria, como la que la originó, no tiene sentido la barrera.
– El tema de aranceles que quiere imponer Estados Unidos, ¿Puede llegar a afectar al mercado?
– Sí. Trump juega su juego con los aranceles. A él y a su administración hay que medirlos con los hechos y las medidas consumadas, porque claramente ya lo hizo en su primer mandato. Su figura, como es él, gritona y escandalosa. La realidad es que ahora suspendió por 90 días los aranceles para 70 países, pero la medida no incluye a China. El mercado mundial está convulsionado. Si Trump mantiene los aranceles a China y China deja de comprar carne americana, hay una nueva oportunidad para la carne de calidad de Argentina. Estados Unidos no exporta carne barata, exporta carne cara. Entonces, se podría abrir una ventana que hasta ahora nos ha costado por las distancias, por vencimiento, por tener que mandar congelado y no enfriado. Es decir, yo entiendo que hasta podría ser una oportunidad de acelerar la inserción argentina, no en la vaca congelada, que es un producto que sale fluidamente desde hace años, sino en esto que es buscar los nichos. Y un nicho chino son tres Patagonias, ¿no? Un millón de consumidores potenciales. Entonces, la realidad es que hay que observar e irse acomodando.