El nuevo orden económico que se perfila en 2025 vuelve a poner a prueba la resiliencia de América Latina. El súbito regreso al proteccionismo comercial encabezado por Estados Unidos ha desatado una ola de incertidumbre global que, como suele suceder, golpea con mayor dureza a las economías más vulnerables.
Una posición delicada
Los países de la región, que arrastran viejos lastres estructurales, enfrentan un escenario en el que la fragmentación comercial y financiera amenazan con ensanchar las brechas sociales y limitar su margen de maniobra.
El Fondo Monetario Internacional ha rebajado las perspectivas de crecimiento mundial al 2,8 % para este año Y las previsiones para América Latina y el Caribe no son mejores: un 2 % en 2025, por debajo del ya modesto 2,4 % del año pasado. El informe de Perspectivas Económicas Mundiales, que acaba de presentar en Washington en su reunión de primavera, advierte que la región se encuentra en una “posición delicada”, con presiones externas cada vez más intensas y escasa capacidad de respuesta fiscal y monetaria.
México, tan cerca de EE. UU.
México, principal socio comercial de Estados Unidos en la región, es también su víctima más directa. La economía mexicana, muy expuesta a los vaivenes de Washington, se contraerá un 0,3 % en 2025, arrastrada por los aranceles impuestos por la Casa Blanca a productos no amparados por el acuerdo T-MEC.
La industria automotriz, los bienes de consumo y el sector agroalimentario ya acusan el golpe. Pese a las exenciones parciales y a la intención del Gobierno mexicano de preservar el diálogo, el daño ya está hecho. La inversión se ha frenado, la confianza se ha erosionado y el margen de maniobra del Ejecutivo se reduce.
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Competitividad y diversificación: las tareas pendientes de Brasil
En Brasil, el panorama es menos sombrío, aunque no exento de riesgos. El país mantendrá una tasa de crecimiento del 2 %, apuntalada por su mercado interno y una política fiscal que, tras años de vaivenes, ha ganado algo de credibilidad. Sin embargo, el informe del FMI advierte que la caída de los precios de las materias primas, especialmente del petróleo, podría enfriar el ánimo en los próximos meses.
La economía brasileña, menos integrada en las cadenas globales de suministro que otras de la región, se enfrenta ahora al desafío de mejorar su competitividad y diversificar su matriz productiva.
Deuda pública, inflación y depreciación monetaria
Uno de los elementos que más preocupa al Fondo es el estado de las cuentas públicas. En la última década, el endeudamiento se ha disparado en casi todos los países de América Latina y los tipos de interés más altos han encarecido el servicio de la deuda. Con el espacio fiscal reducido al mínimo, cualquier estímulo económico debe ser cuidadosamente calibrado.
El FMI recomienda que cualquier apoyo a sectores afectados por la disrupción comercial sea selectivo, temporal y sujeto a cláusulas de expiración automática, algo que muchos gobiernos de la región han ignorado en el pasado.
En el frente monetario, la situación también es delicada. Aunque la inflación ha retrocedido desde los picos de 2022, las expectativas siguen desancladas en varios países.
Los bancos centrales se encuentran ante una disyuntiva compleja: mantener tasas de interés elevadas para contener los precios o bajarlas para evitar un enfriamiento excesivo de la economía. Colombia, Chile y Perú podrían iniciar un ciclo moderado de relajación, pero siempre bajo la atenta vigilancia de los mercados.
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Los efectos de la incertidumbre global también se sienten en el valor de las monedas latinoamericanas. Desde principios de año, varias se han depreciado frente al dólar, lo que ha encarecido las importaciones y puesto presión sobre los precios internos.
El FMI considera deseable cierta flexibilidad cambiaria, pero recomienda a los bancos centrales que estén listos para intervenir en caso de episodios de volatilidad extrema, especialmente en países con elevado endeudamiento externo.
¿Reindustrialización latinoamericana?
El informe dedica también un apartado al fenómeno de la relocalización industrial. La guerra comercial entre China y Estados Unidos está provocando una reconfiguración de las cadenas globales de valor, y algunos países latinoamericanos podrían beneficiarse si logran atraer inversiones que antes iban a Asia.
México, Colombia o Costa Rica aparecen bien posicionados, pero deben mejorar sus infraestructuras, su marco regulatorio y sus niveles de formación. La oportunidad existe, pero no es automática.
La desigualdad campa a sus anchas
En paralelo, la región enfrenta un problema que no figura en las tablas de Excel del Fondo, pero que condiciona todas las políticas: la desigualdad persistente. El crecimiento de los últimos años no se ha traducido en mejoras proporcionales para la mayoría de la población. El aumento de los precios de la vivienda, la precariedad laboral y la falta de acceso a servicios públicos de calidad siguen marcando la agenda social. El FMI reconoce que se necesitan redes de protección más eficaces, pero subraya que estas deben financiarse de forma sostenible.
Como en anteriores ediciones, el Fondo insiste en la necesidad de abordar reformas estructurales. América Latina necesita aumentar su productividad, invertir en educación, modernizar su tejido empresarial y adaptarse a la revolución tecnológica en curso. La irrupción de la inteligencia artificial y la digitalización ofrecen oportunidades, pero también exigen políticas públicas inteligentes y visión estratégica.
En un mundo que se fragmenta, América Latina no puede darse el lujo de la pasividad. El nuevo entorno comercial, más incierto y volátil, exige decisiones firmes y consensos políticos amplios. De lo contrario, el riesgo no es solo crecer menos, sino quedar definitivamente rezagada en la nueva economía global.