Estos días ha nacido en casa una Vanessa atalanta, aquella mariposa con marcas encarnadas que le rodean las alas: dos pinceladas en las alas superiores, dos en las inferiores. El resto es negro con unas manchas blancas en la parte alta, con una puntilla azul. Por la parte exterior las alas parecen de mármol. Las de arriba transparentan las rayas blancas y rojas. Las larvas son negras, recuerdan las limaduras de hierro de los experimentos de cuando éramos chicos, erizadas, como si estuvieran cerca de un imán.

Así es el nacimiento de la mariposa ‘Vanessa atalanta’
Pau Guillamon
Es una mariposa migratoria y acostumbran a verse muchas a final de verano. Es territorial y transita siempre por los mismos sitios. Le gusta ir por los suelos desde donde arranca un vuelo vertical, de alegoría barroca. Se levanta desde el reguero seco hasta las ramas altas de plátanos o pinos, a veces dos mariposas se pelean en una espiral desoxirribonucleica: a medida que se atacan, se elevan. Las larvas no llevan a ser muy grandes. Se atiborran de ortiga -que es la planta huésped-. Me imagino que cortan el peciolo para que se mustie. La hoja de ortiga forma un canalón y en su interior la Vanessa Atalanta va comiendo hasta que llega la hora de hacer la crisálida.

El ejemplar de ‘Vanessa Atalanta’
Pau Guillamon
Pau localizó una de esas hojas de ortiga acanaladas y, a continuación, una crisálida, que hemos tenido diez días en casa esperando que madurara. Cuando dentro del hollejo empezaron a transparentarse las alas la colgó de un palo, en una caja de zapatos, para poder filmarla bien. La mariposa se empieza a mover en su estuche, hasta que agujerea la punta, por donde asoma la cabecita. Es como cuando se te mete entre ceja y ceja probarte un pantalón que no te cabe y debes entrar en él a presión. Después hay que sacárselo. Para caber en aquella funda tan estrecha, la mariposa concentra los líquidos vitales en el abdomen. Las alas son velas vacías.
En los primeros momentos de vida adulta es un monstruo deforme: tripa hinchada, alas raquíticas
En los primeros momentos de vida adulta la Vanessa atalanta es un monstruo deforme: tripa hinchada, alas raquíticas, no para de mover las patas inquieta. Es comprensible: ¡hace tres semanas era un gusano! Entonces llega el momento mágico: detiene su deambulación desesperada por el palo y empieza a bombear los líquidos del abdomen hacia las extremidades, que se llenan de linfa.

En los primeros momentos de vida adulta es un monstruo deforme: tripa hinchada, alas raquíticas
Pau Guillamon
Se van dibujando los recortes de las alas, se forma una gotita de líquido de sobra en la punta del abdomen. La espirotrompa, que era un muelle encallado, se despliega y se pliega, se despliega y se pliega, hacia afuera y hacia adentro.

La mariposa ‘Vanessa atalanta’
Pau Guillamon
Pienso en la importancia de este momento, también para las personas. Cuando de ser una miniatura lisiada pasamos a desplegar la trompa y endurecer las alas. Algunos no llegamos a conseguirlo nunca. Tras un par de horas de admiradas fotografías, Pau coloca la Vanessa atalanta en una cajita y la devuelve al rincón de las ortigas, junto al arroyo.