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lunes, abril 28, 2025

Por qué se producen los embarazos ectópicos como el de María Becerra y cuán comunes son

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Habrá quienes se hayan sensibilizado mucho, poco o nada con el delicado estado de salud que atravesó María Becerra, quien debió ser operada de urgencia por un embarazo ectópico hace unos días. Pero lo que es seguro es muchos se habrán preguntado cómo es que la cantante tuvo no uno sino dos embarazos ectópicos consecutivos, con sólo siete meses de diferencia. En estas líneas, hasta qué punto fue pura mala suerte y en qué medida ciertos factores de riesgo predisponen a mujeres en edad fértil a padecer estas tediosas situaciones.

Cuando uno lo mira en detalle, el capítulo de la fecundación humana es fascinante. Son tantos los pasos y las variables que intervienen desde el arranque de una relación sexual hasta que el óvulo y el espermatozoide de los participantes logran reunirse y fusionar sus cromosomas, a fin de formar un genoma fresco (con la mitad de la información genética de cada uno), que cuesta creer que tan seguido este proceso tenga un final exitoso.

Es demasiado (pero demasiado en serio) lo que puede fallar. Encima, entre el abanico de obstáculos que se siguen interponiendo una vez que la naturaleza logró remontar esa especie triatlón extenuante -lograr la fecundación-, puede aparecer uno con especial peso estadístico: el embarazo ectópico. Dicho a lo bestia, no es otra cosa que un óvulo fecundado de perfil casi anarquista, un verdadero piquetero apostado en las trompas de Falopio, que se implanta básicamente donde se le canta.

La estadística justifica esta nota. Son ectópicos entre el 1% y el 2% del total de embarazos del mundo. Que hasta 2 de cada 100 embarazos puedan ocurrir afuera de la cavidad uterina es una tasa demasiado alta para lo poco que se difunde el tema, cuando se sabe muchísimo más de, por ejemplo, la trisomía 21, causante del Síndrome de Down en 1 de cada 750 a 800 nacidos vivos.

En más del 95% de los casos de embarazo ectópico, el óvulo fecundado se implanta en alguna de las trompas de Falopio, esos delgados tubos que conectan los ovarios con el útero y que no son más anchos que un fideo de sopa “cabello de ángel”. Según aclaró el médico obstetra profesor de la UBA y jefe del Departamento Materno-Infantil del Hospital Santojanni Miguel Huespe, tienen, además, «las paredes tan finitas como la piel de una cebolla”.

María Becerra ya sufrió dos embarazos ectópicos, un problema que ocurre en hasta el 2% de los óvulos fecundados.
María Becerra ya sufrió dos embarazos ectópicos, un problema que ocurre en hasta el 2% de los óvulos fecundados.

El resto de las veces, el embarazo puede ocurrir adentro del ovario o incluso estar suelto fuera de la cavidad intrauterina. Pero, tenga la forma que tenga, el tema es que ese embarazo no irá a ninguna parte y que todo el cuadro es una «emergencia ginecológica en la que la madre corre riesgo de vida”. Tanto, que los ectópicos “son la principal causa de morbi-mortalidad en el primer trimestre de gestación”.

En el mejor de los casos, el embarazo fuera de lugar terminará en un aborto espontáneo (con o sin conocimiento de la madre acerca de lo que le pasó). En los peores casos, habrá que administrar una medicación muy fuerte o someter a la paciente a una cirugía. Tal como le pasó a María Becerra.

Parte de todo el problema es una cuota de ignorancia por partida doble. No hay una instancia en la que el sistema educativo instruya a las mujeres sobre los factores de riesgo en materia de embarazos ectópicos. Tampoco sobre los síntomas a los cuales atender. Lo último no es menor. Según Huespe, una vez que aparecen esas señales, hay una suerte de carrera en la que la salud de la mujer corre verdadero riesgo.

“Una paciente en edad fértil que tiene un evatest positivo o un atraso menstrual importante y manifiesta dolor abdominal, generalmente unilateral, o tiene un sangrado que es más persistente que el flujo rosado de no más de 24 horas que caracteriza a las pérdidas por implantación, debería hacerse ver en la guardia”, detalló.

Para aclarar algunos conceptos, entre los 7 a 10 días post concepción, la implantación correcta del óvulo fecundado en el endometrio (dentro del útero) puede producir una pequeña pérdida de sangre. Es normal y tiene la forma de un flujo rosado que mencionó que no debería durar más de un día. Pero si el sangrado es mayor y, en especial, si aparece un dolor fuerte de un solo lado del abdomen (o en el medio, incluso), algo podría estar mal. Podría ser un embarazo ectópico.

Todo esto es claro, pero hay dos problemas: 1) No todos los embarazos ectópicos generan síntomas. Pueden ser silenciosos. Y, 2) todo esto ocurre en una ventana de ceguera total, cuando la mujer sabe que está embarazada (sea porque tiene esa tirita reactiva doméstica que, con dos rayitas, revela “embarazo positivo”, o porque se hizo una extracción de sangre que mostró “subunidad beta positiva”), pero todavía faltan muchos días para cumplir las ocho semanas a partir de las cuales una ecografía transvaginal podría mostrar que hay un embarazo alojado adecuadamente adentro del útero.

Es decir, que se vio en la ecografía eso que los ecografistas y obstetras llaman “saco”. Buena parte de los hallazgos de ectópicos surgen en ese instante tensionante; esa primera ecografía, cuando el saco no se ve y todos se preguntan en la sala si simplemente es muy chico, si no se deja ver o si está en alguna otra parte donde no debería estar. Es un puntito. Un puntito que nadie ve y nadie sabe dónde está.

Factores de riesgo de los embarazos ectópicos

“La sintomatología de un ectópico muchas veces no es tan florida. La sospecha a partir del cuadro clínico, el estudio de laboratorio y la ecografía transvaginal ayudan a la alerta temprana y a llegar a un diagnóstico precoz, algo que es clave”, resumió Huespe, “en especial cuando el cuadro está un poco enmascarado”.

Pero, “si la mujer ya tuvo un embarazo ectópico o, por ejemplo, enfermedad inflamatoria pelviana u otro tipo de infección pélvica, o cualquier tipo de daño o bloqueo en las trompas de Falopio, puede quedar una alteración funcional en las trompas. Al ser filamentos del ancho de una lombriz, cualquier cosa que obstruya o altere en algún sentido, puede modificar la funcionalidad”. Si eso pasa, en lugar de vehiculizar el “fluir” hacia el útero, las trompas terminan “atrapando” o demorando -de manera irresoluble- el recorrido hacia el útero del óvulo recién fecundado.

“Un primer embarazo ectópico -en especial si terminó siendo quirúrgico- es el factor de riesgo número uno que predispone a tener un segundo cuadro de este tipo», dijo Huespe. Se suma otra condición común: la endometriosis, un problema del que tampoco hay campañas de concientización, aun cuando afecta al 10% de las mujeres en edad reproductiva (el dato es de la OMS).

Entender ese cuadro tan frecuente quizás ayude a concientizar sobre el riesgo de los embarazos ectópicos. En la endometriosis, el «tapiz» interior del útero (el endometrio, que es donde se debería “abrochar” el óvulo fecundado) aparece no solo en su lugar sino también en micro presentaciones diversas: afuera de las trompas, afuera de los ovarios, afuera del útero. Son micro focos de endometrio que se comportan igual que el endometrio: juntan sangre y en cierto momento, sangran, como si menstruaran. Esas hemorragias, que pueden producir un gran sangrado y particular dolor a la mujer en cada ciclo, atraen a los óvulos fecundados a “abrocharse” fuera del útero.

Huespe sumó otro factor de riesgo: haber pasado por cirugías pélvicas, incluyendo las que hayan involucrados órganos no reproductivos. “Todo aquello que provoque un tratamiento invasivo en la pelvis, deja cicatrices y puede predisponer a un embarazo ectópico”, apuntó.

Los tratamientos de fertilidad tampoco ayudan: “Son invasivos y, si bien el embrión es inyectado directamente en el útero, muchas veces puede migrar a otras zonas”. Y, por fin, Huespe habló del factor tabaquismo: “El cigarrillo tiene de 400 a 500 agentes tóxicos que impactan de distinta manera en la vitalidad de los tejidos. Empezando porque son vasoconstrictores, es claro cómo dañan y alteran los tejidos del cuerpo, que pierden vitalidad”.

El final de un embarazo ectópico

Un déficit genético tras la unión cromosomática del óvulo y el espermatozoide también podría generar una implantación defectuosa. Con viento en popa, derivará en un aborto espontáneo y todo terminará rápidamente. Pero si eso no ocurre, el ectópico puede derivar en otro par de escenarios posibles, sea que crece aceleradamente de tamaño como que se mantiene estable.

Uno de los finales clínicos posibles se usa en “casos muy pero muy específicos”, dijo Huespe. Es el uso de una droga llamada metrotexato; básicamente, una medicación oncológica, antagonista del ácido fólico. Si el segundo estimula la reproducción celular, este fármaco la frena, de modo de detener el embarazo. La mujer que reciba esa medicación atravesará estudios de laboratorio a lo largo de unos días, al menos hasta que se corrobore que la hormona gonadotropina coriónica humana (hCG) que había mantenido «andando» al embarazo ectópico, cae, por fin, en picada.

Pero el escenario más frecuente es el menos deseable. Precisamente, el que atravesó María Becerra: una emergencia ginecológica tal que conduce directo a una cirugía contrarreloj por hemorragia interna. “El primer objetivo, en esos casos, es salvar la vida de la mujer. El segundo, evitar que el embarazo rompa la trompa y haya que extirparla”.

“Esta complicación tiene un espectro de alteraciones muy grandes, ya que todo el tejido que rodea al huevo fecundado en un lugar no apropiado tiene el potencial de invadir estructuras vecinas y producir hemorragias internas severas”, dijo el médico, y concluyó: “Los embarazos ectópicos no detectados a tiempo pueden complicarse mucho. Es clave conocer los síntomas para alentar el diagnóstico precoz. Para eso, hay que difundir esta información”.

PS

Redacción

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