El gobierno argentino ha autorizado a las Fuerzas Armadas a detener civiles en situaciones de flagrancia en zonas fronterizas, una medida que ha generado un intenso debate sobre su legalidad y las implicancias para la democracia.
El ministro de Defensa, Luis Petri, anunció esta disposición, argumentando que se alinea con prácticas internacionales y que busca fortalecer el control en las fronteras. Sin embargo, críticos como el exministro Agustín Rossi sostienen que esta acción contraviene las leyes de Defensa y Seguridad Interior, y podría exponer a los militares a responsabilidades legales por realizar tareas que corresponden a las fuerzas de seguridad.
La medida también ha sido comparada con políticas adoptadas por otros países, como Estados Unidos, lo que ha suscitado preocupaciones sobre la posible militarización de la seguridad interior y el respeto a los derechos civiles.
Este cambio en la política de seguridad plantea interrogantes sobre el equilibrio entre la necesidad de garantizar la seguridad nacional y la preservación de los principios democráticos que rigen la actuación de las fuerzas armadas en tiempos de paz.
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