La Foixarda es un regalo, vengo cada mañana y puedo decir que mi calidad de vida ha mejorado”, comenta Sergi Civit, un experimentado escalador de 58 años. Este profesor de estadística de la Universitat de Barcelona arranca la jornada trepando sin cuerda por el túnel de Montjuïc, un enclave singular que funciona las 24 horas del día toda la semana gracias al empeño de Manolo Sánchez, el alma del lugar y artífice de que los ciudadanos puedan ascender con seguridad por las paredes de este pasaje de 60 metros de largo por seis de altura. Aquí escala gente de todo el mundo y de perfiles muy diversos, desde un juez a un violinista, taxistas, maestros, psicólogos, bomberos, estudiantes, modelos…
“Suelo venir pronto, a las 8 o las 9, cuando hay calma y silencio para coger concentración y ritmo antes de ir a la facultad; los fines de semana voy a la montaña, a Margalef, en el Priorat”, relata Sergi, quien pide al Ayuntamiento de Barcelona que atienda las reivindicaciones de Manolo para mejorar un espacio considerado único y por el que pasan centenares de personas al día. Ahora, solo hay un banco y una papelera, siempre a rebosar. “Urge una fuente, un contenedor de basura, más bancos, más iluminación…”, comenta Manolo, mientras ayuda a progresar por la pared a Núria Gonzalo, una psicóloga clínica vecina de Hostafranchs. “Paseando por Montjuïc descubrí el túnel y como vivo cerca me acerco siempre que puedo, incluso de noche; prefiero esto, al aire libre, que el gimnasio. La escalada te exige fuerza y técnica, superas miedos, te evades, te aporta paz y, además, aquí también socializas, te encuentras a gente de todas edades y de todo el mundo que te ayuda”, relata Núria.

Manolo Sánchez, en primer plano, se pone los pies de gato; detrás, Núria Gonzalo
Mané Espinosa
Manolo Sánchez cumple tres décadas en la Foixarda: es el artífice de las 32 vías de escalada y de su mantenimiento
El compañerismo y la complicidad entre los asiduos a la Foixarda es lo que más motiva a Manolo, que ha dedicado las tres últimas décadas a diseñar de manera altruista las actuales 32 vías de escalada y a mantenerlas. “Como la mayoría de personas que vienen actualmente son principiantes voy a desmontar las rutas de más dificultad, como Romeo y Regleta (8c), la más exigente; los fines de semana esto está lleno de familias”, añade Manolo. La zona de escalada se limita ahora al muro de la entrada y al interior del túnel. Anteriormente, las paredes y la roca que se extienden delante del campo de rugby también estaban equipadas sumando un total de 150 vías, pero tras un desprendimiento se decidieron cerrar a la práctica de este deporte.
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Con el buen tiempo aumenta la afluencia de practicantes en la Foixarda
Mané Espinosa
Manolo es quien crea con sus manos todas las presas, de mil formas y motivos. Desde el murciélago que preside la entrada y que recuerda que, a finales del pasado siglo, los escaladores venían de noche, clandestinamente, pues el túnel estaba abierto al tráfico, hasta cañones, espadas, catalejos y calaveras que surcan la vía “Pirata”, acabada recientemente y apta para practicantes de todos los niveles. Calcula que cada ruta tiene un centenar de presas, las piezas que actúan como punto de apoyo en la pared para poder trepar.
“Urge una fuente, un contenedor de basura, más bancos, más iluminación…”, reclama Sánchez
Manolo recuerda que dio sus pasos iniciáticos en la Foixarda en 1992 y que fue en 1995 cuando empezó a trazar las primeras vías. Este rocódromo ha pasado por distintas etapas hasta que “desde hace más de diez años tiene la consideración de equipamiento deportivo de libre acceso, de la misma manera que los parques deportivos urbanos”, indican fuentes del Institut Barcelona Esports (IBE). El Ayuntamiento encarga una revisión anual de las presas y anclajes, labor que recae en Manolo, quien mejor conoce todos los entresijos del túnel y también a muchos de sus usuarios. A algunos la escalada les cambió la vida. Recuerda con cariño y nostalgia a Francesc, un joven toxicómano que a finales de pasado siglo se pinchaba en este enclave. “Cuando empecé a crear vías aquí dormían yonquis, conocí a Francesc y con el tiempo llegó a hacer rutas de cierta dificultad, dejó la heroína y decía que su nueva droga era la escalada, lamentablemente falleció de un infarto escalando en la montaña. Este es un lugar especial, que en la ciudad tengas un rocódromo gratuito rodeado de zonas verdes es un lujo. Me sabe mal que el Ayuntamiento no lo valore, ni sepa ver la joya que tiene”, lamenta.
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Manolo surca una de sus vías
Mané Espinosa
Este rincón de Montjuïc ofrece un retrato sociológico de la ciudad, de sus habitantes y de los que están de paso. A pocos metros del túnel, asoman tiendas de campaña ocupadas por personas sin techo, alguna de las cuales también han expresado su curiosidad por la escalada. La Foixarda “es pura magia”, repite Manolo. Aquí se mezclan personas de todas las condiciones y orígenes; desde un juez que desconectaba de los juicios enganchado a la pared a taxistas que al acabar su jornada laboral se ponían los pies de gato, policías, psicólogas como Núria, matemáticos como Sergi, incluso un violinista que encontraba la música en estos muros… También Massimo, un diseñador gráfico marbellí que enseña a dar sus primeros pasos a su amigo Marcelo, un escuálido modelo venezolano, una soleada mañana de abril.