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sábado, mayo 3, 2025

Javier Cercas: “Francisco fue un papa radical, un subversivo carismático”

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Javier Cercas lo hizo de nuevo. Tras habernos tocado el corazón con Soldados de Salamina y sumido en el desasosiego con Anatomía de un instante, luego de haberse procurado nuestra empatía con Melchor Marín, su personaje de la saga de Terra Alta, sube a sus lectores al avión del fallecido papa Francisco rumbo a Mongolia. De la mano del “loco sin Dios”, que es su alter ego en El loco de Dios en el fin del mundo (Random House), conduce a las entrañas de la Iglesia Católica y al pontificado de Jorge Bergoglio, fallecido un día después de la Pascua de Resurrección.

En diálogo con Clarín, recién aterrizado de Colombia como parte de su gira latinoamericana para la promoción de esta obra maestra (El loco sin Dios en el fin del mundo), lo primero que quisimos saber es si Francisco alcanzó a leer su libro antes de morir.

Cercas dice que no lo sabe. Pero sí está seguro que el ejemplar autografiado que le envió llegó a las manos del pontífice, justo cuando Francisco dejaba el hospital Gemelli, tras un largo mes internado.

Con la muerte de Francisco, a pocos días de publicado El loco sin Dios en el fin del mundo y dos días antes de Saint Jordi, la fiesta del libro que en España es masiva, Cercas se convirtió casi en un virtual vocero papal post mortem. Lo llamaban de todas partes.

Su libro despierta más curiosidad porque está escrito, como el mismo autor lo dice, por un ateo, anticlerical, laicista militante, de cultura cristiana, que tuvo que “lavar” sus prejuicios para escribir este artefacto notable, una “novela sin ficción” como la llama, que es todos los géneros: policial, ensayo, crónica, libro con entrevistas, en busca de responder el enigma del cristianismo primitivo: la resurrección de la carne y la vida eterna. Precisamente, en el avión papal rumbo a Mongolia –el fin del mundo– fue el papa quien accedió a responderle ese enigma. Sabemos la respuesta del Pontífice porque leímos las 500 páginas de El loco de Dios en el fin del mundo pero no develaremos el secreto.

Cercas quería volver a España con una respuesta para su madre, una católica sin fisuras, convencida de que a su muerte se reencontraría con su esposo fallecido, padre del autor. La respuesta le llegó cuando su mente entraba en los dolorosos olvidos selectivos por el Alzheimer.

Un dato no menor que atraviesa el libro y lo convierte en un viaje placentero es que está atravesado por el sentido del humor. Y eso permite navegar los temas teológicos y los testimonios más profundos sin atisbo de densidad. Todo resulta inteligible, se comparta o no la cultura católica.

Javier Cercas. Foto: Ariel Grinberg.
Javier Cercas. Foto: Ariel Grinberg.

Esta fue la entrevista de Clarín con Javier Cercas.

–¿Dónde te sorprendió la muerte de Francisco?

–En mi casa. Dos días antes del Día del Libro y en Pascua de Resurrección. Me lo dijeron de Radio Nacional de España y fue sorprendente para todo el mundo. En especial para la gente del Vaticano que no se lo esperaban. Este libro ha estado lleno de casualidades. Empezando por la propuesta del Vaticano, que nunca se le había hecho a nadie, y fue increíble, hasta el final que es más increíble todavía. Si fuera creyente diría que es un pequeño milagro y que este libro ha sido bendecido. Todas han sido coincidencias asombrosas.

–¿Alcanzó el papa a leer tu libro?

–No creo. El libro salió al mismo tiempo en italiano y en casi toda Latinoamérica a comienzos de abril. Fui a Roma a presentarlo y el día 6 o 7 de abril le di un ejemplar firmado en castellano para Francisco, a la persona que tuvo la idea de que yo escribiera este libro. Es Paolo Ruffini, también un personaje del libro, el Prefecto para la Comunicación del Vaticano. Es uno de los periodistas de Italia. Un laico que fue el enemigo público número uno de Silvio Berlusconi, a quien éste consiguió echar de la RAI 3 que es el canal que habitualmente se le asigna a la izquierda. Ruffini me dijo que no sabía si podría dárselo en mano porque el papa veía a muy poca gente. Creo que el papa recibió mi libro pero tal vez fue poco antes de morir. Aun con fuerzas muy mermadas seguía trabajando.

–¿Fue un papa revolucionario o reformista?

–Depende de lo que entiendas por revolucionario y por reformista. Si por revolucionario entiendes que fue un hombre que cambió la doctrina cristiana, obviamente no. Pero si entiendes otras cosas, se puede discutir al igual que lo de reformista. En mi opinión, el propósito central de este papa fue el propósito clave del Concilio Vaticano II, que en síntesis era regresar al cristianismo primitivo, que es la iglesia de Cristo. Bergoglio propuso exactamente lo mismo. Cuando Antonio Spadaro, un intelectual jesuita muy próximo al papa, le hizo la primera entrevista luego de ser pontífice y le preguntó que procuraba hacer con la iglesia, Bergoglio le respondió que quería sacar a Cristo de la sacristía y ponerlo en el centro, sacarlo a la calle. El quería la gran revolución del Vaticano II, que es el cristianismo de Cristo, que era un tipo peligroso que decías cosas como “no he venido a traer paz sino espada”. Esto lo ha citado muchas veces el Papa. Y es que Cristo era un tipo subversivo, que no estaba con el poder sino contra el poder, que no era rico, sino que estaba con los más desgraciados. Este papa quiso eso, siendo hijo del Concilio Vaticano II y se lo tomó muy en serio.

–Partiendo entonces de que Vaticano II fue revolucionario, ¿cuánto revolucionó a la iglesia volver a esa base doctrinaria?

–Esa revolución no requiere un papa, sino 55. Es una enorme revolución y requiere otras complementarias. La mayoría de los grandes cambios de Bergoglio se han quedado a un cinco por ciento, pero en el centro está esta clave: volver a la iglesia de Cristo.

–Desde esta perspectiva, la iglesia sinodal –es decir horizontal e igualitaria– es una propuesta muy disruptiva, al margen de los conservadores aferrados a la tradición.

–Esa gran revolución que Francisco propuso está en el Concilio Vaticano II y está en el cristianismo primitivo. Si lees Hechos de los Apóstoles ahí está la sinodalidad. Los cristianos primitivos se reunían, discutían los problemas y llegaban a una conclusión, como en los sínodos. ¿Se ha llevado a cabo por completo? Desde luego que no. Pero en ese sentido, la iglesia ha cambiado mucho más de lo que imaginamos y hay hechos que lo demuestran. Por ejemplo, yo estaba en Roma poco antes de la muerte de Francisco y los fieles católicos italianos rechazaron un documento propuesto por la jerarquía de la iglesia italiana, porque les pareció insuficiente en cuestiones como las mujeres, los homosexuales, etc. Fíjate que esto ocurre en una institución totalmente jerárquica. Bergoglio no fue un hereje, sino que volvió a los fundamentos del cristianismo primitivo.

–¿Por qué en la iglesia se le tiene tanto resquemor a la palabra democracia cuando se habla de esa horizontalidad sinodal?

–No es exactamente democracia. La palabra sinodalidad es un problema para la iglesia porque nadie lo entiende. El lenguaje de la iglesia es críptico y viejo, poco interesante, muerto. Pero yo no hablo de democracia liberal, no hay elecciones, no hay parlamento. Cometemos un gran error, empezando por mí, cuando queremos entender la iglesia con categorías políticas laicas. Como cuando se dice “Bergoglio era de derechas” o “Bergoglio era de izquierdas”, esto es un error. Al final no entienden al personaje, porque Francisco era muchas cosas, en parte de izquierdas y en parte era de derechas. Bergoglio era un radical del Evangelio, se lo tomó en serio. Eso fue muy subversivo, por eso ha creado tanta resistencia, aunque también muchas adhesiones. Sinodalidad no es democracia liberal, pero sí es democracia en sentido etimológico. Democracia es poder del pueblo y sinodalidad es democracia en el sentido de “poder del pueblo de Dios”, como decía Francisco. Eso es participación permanente. Algunos se ponen nerviosos cuando traduzco sinodalidad como democracia. Pero es que si no, ¡nadie entiende!

Javier Cercas. Foto: Ariel Grinberg.Javier Cercas. Foto: Ariel Grinberg.

–¿Por prudencia Francisco evitó un cisma en la iglesia católica?

–Sin la más mínima duda. Fue un papa prudente, aunque de carácter muy fuerte, a veces incluso un poco autoritario –reconocido ante varios de los suyos– pero se dio cuenta que la iglesia no estaba preparada para determinados cambios. Por eso la revolución se quedó en un cinco por ciento, por decir un número. Es imposible que un solo papa lleve adelante a los hechos el Concilio Vaticano II. Si Bergoglio hubiera intentado el cambio, hubiera existido un cisma. Incluso ya hubo amenazas de cisma aun con sus cambios moderados. ¿Hasta dónde quería llegar? Nadie lo sabe, pero tengo la convicción de que quiso ir más allá, solo en el tema de las mujeres.

–Fuiste a Mongolia con “el loco de Dios” y te sorprendió encontrarte con muchos locos de Dios que son los misioneros que trabajan para el prójimo, sin evangelizar, a cambio de nada. ¿Qué cambios te produjo?

–Bergoglio es el primer loco de Dios porque se llama Francisco y San Francisco de Asís se llamó a sí mismo el loco de Dios. En el libro hay también un loco sin Dios que soy yo, como tantos otros educados en la fe católica que la perdieron, y los misioneros también son locos de Dios. Esta gente encarna de verdad, con radicalidad y con pureza, lo que Cristo representó. Para Bergoglio la iglesia ideal era misionera. Es imposible no admirarlos. Es gente que abandona todo: su país, su afán de riqueza y reconocimiento, sus ambiciones y se va a echar una mano al fin del mundo. Por eso para Bergoglio tenía tanto sentido la palabra “periferia”.

–¿Te sorprendió la reacción de los europeos con la muerte de Francisco? Por un lado se asumen cada vez más agnósticos o ateos, anticlericales, pero llenaron los vuelos a Roma para el funeral del papa.

–Es que el capital simbólico de la iglesia es enorme. Los occidentales en general venimos del mismo sitio. El sitio es Cristo. Benedetto Croce lo decía: No podemos negarnos cristianos. En Latinoamérica es igual. Venimos de Jerusalén y Atenas. No me sorprendió la reacción de los europeos. También cuando murió Juan Pablo II hubo esa reacción. Europa es un continente laico, secularizado, ya no es el centro del cristianismo como lo fue –lo es Latinoamérica y sobre todo, Africa–, pero el poder simbólico del Vaticano es tremendo. No es un poder ejecutivo y esto es muy importante. Son los políticos los que tienen que resolver los problemas de la gente y no esperar milagros. El papa Francisco podía tener opiniones políticas más o menos acertadas, pero no podía resolver los problemas porque no tenía poder ejecutivo para hacerlo. Eso lo tienen que hacer Trump o Macron o Milei o quien sea. Todavía el capital simbólico del Vaticano es muy potente. Todos los imperios se derrumbaron pero la iglesia sigue en pie hace más de dos mil años. Si fuera creyente diría que es un milagro. Este libro comenzó con aquella convocatoria de Francisco a artistas de todo el mundo. Nadie tiene esa capacidad de convocatoria tan especial como Bergoglio, que era además muy carismático. Había de todo y de todas partes. Incluso muchos de ellos ateos, no creyentes.

–Más allá de las muchas cosas que es El loco sin Dios en el fin del mundo este libro habla de buscar una respuesta para tu madre sobre la resurrección de la carne y la vida eterna. ¿Por qué ese enfoque?

–Porque eso es el centro del cristianismo, el corazón. No lo digo yo, lo dijo San Pablo. Y no lo busqué por razones teológicas sino personales. Para mi madre, una mujer rocosamente católica, la resurrección de la carne y la vida eterna era fundamental. Cuando mi padre muere mi madre estaba segura que al morirse ella lo vería. Y eso es lo que promete la fe cristiana. San Pablo dice que “nosotros resucitaremos porque Cristo resucitó, y que si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe”. El mayor esfuerzo fue llegar al Vaticano para formular estas preguntas. Quise llegar al Vaticano sin prejuicios para ver qué ha ocurrido con esta institución, la iglesia católica, en más de dos mil años. Fue una oportunidad única.

Javier Cercas básico

  • Nació en Ibahernando, Cáceres, en 1962.
  • Es autor de las novelas El móvil, El inquilino, El vientre de la ballena, Soldados de Salamina, La velocidad de la luz, Anatomía de un instante, Las leyes de la frontera, El impostor, El monarca de las sombras y la trilogía de la Terra Alta (Terra Alta, Independencia y El castillo de Barbazul).
  • Sus libros han sido traducidos a más de treinta idiomas y obtenido los galardones más prestigiosos, entre ellos el Premio Nacional en España, el Foreign Fiction Prize en Reino Unido, el Mondello en Italia, el Malraux en Francia, el de la Crítica en Chile, el Correntes d’Escritas en Portugal, el Athens European Prize for Literature en Grecia, el Taofen en China, el Prix Metropolis Bleu en Montreal o el Premio a la Mejor Novela Europea.
Javier Cercas. Foto: Ariel Grinberg.Javier Cercas. Foto: Ariel Grinberg.
  • Ha recibido, además, importantes premios de ensayo y periodismo, como el Francesco de Sanctis en Italia o el Francisco Cerecedo y el Mariano de Cavia en España, y numerosos reconocimientos internacionales al conjunto de su obra, como el Prix Ulysse, el Premio del Salone del Libro di Torino, el Premio Friuladria, el Città di Vigevano, el Premio Sicilia, el Ennio Flaiano, el Fulvia o el Literary Flame.

Javier Cercas participará de la 49.º Feria del Libro el 2 de mayo a las 17:30 presentando el libro El loco de Dios en el fin del mundo en diálogo con Hinde Pomeraniec en la sala Victoria Ocampo.

Redacción

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