«¿Vos sos Mauro Szeta?», le grita un hombre mientras el periodista posa en la calle para el lente de GENTE. El tono es un poco brusco y alerta a quienes están a su alrededor, pero el especialista en policiales se detiene y le presta especial atención al sujeto. «Sí, soy yo», le contesta y se le acerca.
«Vos me entrevistaste en la cárcel», procede a decirle el hombre, que lleva una bolsa negra sobre sus hombros. Se le pone cara a cara, se identifica y en cuestión de segundos le recuerda la fecha exacta y el tema del que hablaron en aquella ocasión, tras las rejas. «Me dieron la libertad», agrega orgulloso. Le estrecha la mano, le pide una foto y termina el encuentro diciéndole: «Algunos periodistas quisieron decir cualquier cosa, vos sí querías contar la verdadera historia».
El hombre sigue su camino, y Szeta cuenta que esto le pasa muy frecuentemente. No le sorprende recibir este tipo de saludos, ya que hizo más de 140 entrevistas dentro los penales y muchas de estas personas ya cumplieron su condena.

–¿Cómo vivís estos encuentros? ¿Siempre son con buena onda?
-En general, las personas que entrevisté en el mundo carcelario cuando recuperan la libertad o me las cruzo en la calle o en los medios de transporte, el subte, el bondi o el tren. Puede pasar como en este caso que recuerden la entrevista. La mayoría vienen en buenos términos a recordar que no sigue en el penal, que salió en libertad. Me quieren contar sus avances en términos de que están libres, pero lo que me impacta cada vez que veo situaciones similares, es que lamentablemente muchos no han tenido un progreso desde el punto de vista de la reinserción.
–¿La mayoría?
-Sí. Es gente que vive en situación de calle. Hay que ver si vuelven a tentarse con el delito o no, porque la verdad es que la cárcel no los modifica, la salida de la cárcel no les da herramientas para que no vuelvan a por lo menos estar en situación de calle. No afirmo que todos hayan vuelto a delinquir, sino que están en la calle sin laburo y dando vueltas. Eso es lo que observo cuando me los cruzo.
–¿Alguna vez te generó miedo que te identifiquen tras salir de la cárcel?
-Depende. A veces te puede impresionar haber estado dentro de las cárceles. Fue muy fuerte recorrerlas, porque hice 140 entrevistas dentro de las cárceles de la provincia y ya de por sí tengo un perfil donde la gente se me acerca mucho a la calle, a contarme sus desgracias, a felicitarme, a saludarme, y los presos o ex convictos a recordar las notas que hicimos alguna vez. Me agarran a veces con temor, otras veces más tranquilo. Pero en general, escucho a la gente, no estoy a la defensiva.

–¿Qué fue lo más impactante que viste en las cárceles?
-Todo es impactante. La nota más fuerte que me tocó hacer fue cuando entrevisté a un sujeto de unos 20 años que había matado un policía o un vigilador y la charla transcurre sobre ese tópico. Me cuenta su crianza, su vida, cómo llega al delito, cómo comete ese crimen y cuando termina la nota le digo «¿qué volverías a hacer hoy?» o «¿cómo sería tu vida a partir de la libertad?» y me impresiona que el pibe con 20 años me dice: «Lo primero que haría es ir a buscar el arma que la tengo escondida y volvería a matar a un policía». Esta fue la más fría confesión que escuché.
-Luis Ventura contó hace días que recibió amenazas de muerte por hablar de temas delicados ¿Te pasó en algún momento?
– Sí, me pasó en la época en la que más notas en la cárcel hice. Tuve varias amenazas y custodias.
El «golpe de realidad» que necesita en su día a día
-Dijiste que te trasladás en transporte público y probablemente a mucha gente le sorprenda. Porque te ven como una «figura de la tele», ¿no?
-Más allá de que no sé manejar autos, siempre pensé que tenía que estar vinculado con la vida cotidiana en todos sus aspectos. Desde hacer mis compras en el supermercado, conectar con la gente en los medios de transporte. Ver la vida como la sufre el ciudadano común. Me parece que es muy importante para formarme como periodista. No estar lejano, no hablar desde una oficina, o desde el confort de la casa, que lo tengo, obviamente.
–Es una elección.
-Totalmente. Elijo vincularme con la gente. Podría ir en remis a todos lados, pero elijo conectar, atravesar la ciudad como lo hace todo el mundo, entender lo que se desgasta uno viviendo y viajando. Saber que para conectar los subtes necesitás 35 minutos, más el tren es una hora. Es decir, todo lo que ocurre, todo lo que se configura arriba del medio de transporte.
-¿Cómo reacciona la gente cuándo te ve en un tren o un colectivo después de verte en el programa?
-Hablo bastante con la gente, con los pibes que laburan o con los artistas populares que se suben a hacer algo para entretener y para ganarse la vida. Me interesa, porque me conecta con los que somos de verdad y me parece que está bueno no perder esa conexión. Tengo la posibilidad de elegir y sería mucho más fácil insisto viajar en auto, pero elijo dos o tres veces por semana moverme en transporte público y disfruto de eso, de la conexión con la gente y los problemas de verdad.

El impacto con los casos que incluyen a chicos
–¿Qué te generan las noticias que involucran a nenes? Porque no dejás de ser humano más allá de tu rol de periodista.
– Siempre es lo más fuerte. El delito donde la víctima es un niño, siempre es lo más fuerte. En general no hay chance de no encontrar en uno un costado de tristeza, de asombro, de dolor. No podés creer cómo la mente humana es capaz de matar, y menos de matar o cometer un delito contra un nene. Me parece un punto donde obviamente nos conmueve más, cuando escuchamos a los padres si no son los autores, o la familia del niño asesinado. Es mucho más doloroso.
–En el último tiempo se dieron muchos crímenes donde lamentablemente los nenes eran las víctimas.
-Por eso me acordaba del impacto que tuvo el asesinato de Kim, en la ciudad de La Plata. El dolor está relacionado con que no sólo que es una muerte o víctima de un homicidio, sino que es una nena. Entonces es un dolor doble que uno siente, por lo menos en mi caso, cuando narrás el asesinato o el delito contra un menor de edad. No podés creer que alguien sea capaz de violentar a un nene, aprovechándose básicamente de la simetría de poder como adulto. El niño está indefenso, físicamente, mentalmente, eso es lo que más duele.

-¿Cómo hacés para no cargarte en lo personal con este tipo de noticias que te toca dar?
-Imposible. Llevar esa carga a casa después del laburo, pasa siempre. La vida para cuando uno elige hacer policiales está atravesada por una carga mental, psicológica, profunda, ¡en buena hora que me pasa! Es contradictorio. A uno le gustaría llegar a su casa y no estar atravesado por esto, pero si no me pasara diría: «che, no tengo más piel», y sin esa conexión es imposible.
-¿Pero parás de analizar casos en algún momento?
-El que elige esta profesión tiene que saber que la conexión es total, que es 24-7, que tu cabeza da vueltas todo el día. A veces me he ido a dormir con ideas de lo que conté, las crónicas que narré, pienso si me equivoqué, si me dieron información cambiada, si le cagué la vida a alguien por algún error comunicacional que cometí. No despegás.
-¿Has frenado alguna primicia por respeto?
-Hace muchísimos años, en Argentina, habían desaparecido dos hermanitos. Todavía no era ni era digital, yo trabajaba en el Diario Popular, en papel. Todo el mundo buscaba a los dos hermanitos de la zona de Don Torcuato. Recibí una llamada en los teléfonos de antes, de los fijos, donde una persona me aportó el dato de dónde estaban los hermanitos.
-¿Y qué hiciste?
-Era un dato que aparte me decía que estaban en Copacabana, Brasil. Habían atravesado la frontera. Claramente no habían ido por su cuenta, los habían raptado, se los habían llevado. Preservé la información, le avisé a la Justicia, la Justicia lo terminó corroborando, ubicaron a los nenes, los rescataron, y yo publiqué la noticia ya con el hecho terminado.

De su faceta de ‘Tiktoker’ al programa de chimentos que mira religiosamente
-Al periodista de policiales se lo suele ver en un rol mucho más formal. Vos rompiste con eso.
-En el periodismo siempre había una frase para mí muy desafortunada, en los canales, en los medios de comunicación, en general, que todos te dicen: “Haz un personaje”, “Montá un personaje”. Y yo elegí mostrarme como soy. Y siento que hay algo de eso que tal vez atravesó la pantalla y cómo la gente me percibe. Soy el mismo que habla de policiales, pero después se enoja con el fútbol, o cuenta que no duerme con su esposa en la misma cama porque roncamos mucho, o grabar videos de Tiktok bailando.
-Debo reconocer que tu faceta de Tiktoker me sorprendió.
-¿Si? (risas). Me divierto con los memes que me hacen. Si bien estoy 24 horas pensando en policiales, también estoy pensando en disfrutar de mi familia, de lo mío, del tiempo libre, si lo hay. Me divierte mucho TikTok, soy consumidor de TikTok más que de Instagram. Me gusta la inmersión de imágenes, mirar videos gastronómicos, que me ayudan mucho a desconectar. Así como los programas de chimentos.

-¿Mirás LAM por ejemplo?
-Si, de cabecera. Me encanta y las veces que me invitaron a hablar de causas judiciales de algunos famosos la pasé bien.
Su paso por el streaming, su salida de Telefe y cómo se prepara para tener su propio programa
-Hiciste streaming ¿Qué tal la experiencia?
-Fue maravilloso. Decidí dejarlo temporalmente porque no me daba la cabeza, ni el tiempo ni los horarios. Pero fue una experiencia muy linda que repetiría sin dudas. En el streaming me divierto, canto, muestro ese lado más relajado, y la experiencia que tuve en Blender fue eso.
-Tu salida de Telefe conmovió a mucha gente ¿cómo lo viviste vos?
-La conmoción tiene que ver con el paso del tiempo, los años de rutina, afectos, compañeros, un lugar en el que formé gran parte de mi última década, con aprendizajes. En el programa de Vero por ejemplo, no era solo informar, también era abrirme a contar quién soy yo, cómo es mi vida, hasta casi te diría mi casamiento (risas), como la derivación de un juego al aire.

-¿Y en el noticiero?
-El noticiero también lo viví con mucho amor. Sentí una despedida basada en el amor. La emoción del llanto tiene que ver con eso, porque te acompañaron en cada etapa y animarse a irse también, dejar algo muy fuerte genera esa sensación. Una angustia en el buen sentido, una angustia de despedida, pero con buena energía. Mucha gente lloraba y me abrazaba porque me iban a extrañar, eso estuvo muy fuerte, sobre todo de quienes están detrás de cámara.
-Ahora estás en América y te preparás para tener tu propio programa ¿Qué nos podés adelantar?
-Adelanto ninguno. Sí contarte que el desafío de mi carrera en este momento, con 52 años, es conducir un propio espacio. Ya había hecho suplencias de conducción en el programa de Vero, también en el noticiero, y ahora con Sergio Lapegüe, pero bueno, la gran aventura es hacer mi propio proyecto ¡y lo vamos a hacer!

-¿Será con panelistas? ¿Ya tenés nombres confirmados?
-Estamos proyectando todo, desde nombres, escenografía, contenido, todo. Me gusta la idea de haber redactado el proyecto, la idea desde cero y de empezar a plasmarla para llevarla a la televisión, eso me entusiasma.
A qué se dedicó antes de estudiar periodismo
-Son más de 30 años de carrera, ¿siempre quisiste ser periodista de policiales?
-No, ni cerca. Me gustaba el deporte inicialmente. Me interesaba evaluar los resultados. El único motivo por el que leía el diario de papel, era por los resultados de fútbol.
-¿De Estudiantes?
-Antes de Atlanta y después de Estudiantes.
-¿Y cómo fue que te decidiste?
-Mi mamá fue la primera en estudiar periodismo. Yo tenía 19 años, no sabía qué hacer con mi vida como la mayoría de los adolescentes y el postsecundario. Y empecé a visionar que algo podía hacer dentro del periodismo. No sabía muy bien qué era. Y enganché y desde ahí no paré nunca más. Pero no era algo que pensaba de chico, no es que tuve esa idea.

-Supongo que tampoco fantaseabas con estar en la televisión.
-Nada que ver. De hecho hice gran parte de mi carrera en la gráfica. Estuve 10 años en periodismo gráfico sin aparecer en televisión, o 15.
-Antes de estudiar periodismo tuviste otros trabajos, ¿cierto?
-Hice de todo. Repartía volantes disfrazado, después laburé contando público en los cines. También de adicionista en un restaurante. Vendí productos de limpieza y de perfumería. Hice bastante, sí. Más allá del resultado económico, también era aprender a cumplir horario, entender la dinámica de laburar para comprarte tus cosas. Por ese lado, la crianza de mis padres estuvo buena.
-Te inculcaban el mérito de trabajar.
– Claro. No siento que me apañaran, sino que me vino bien la idea de que, pasados los 20 años, empezara a pensar en que tenía que formar mi propia vida.
-¿En qué barrio te criaste?
-En Villa Crespo, en Corrientes y Serrano como referencia. Ahí nací, muy cerquita de ahí y viví casi toda mi adolescencia. A los 20 y pico me fui a vivir a Almagro y estuve muchísimo tiempo. Viví también en el conurbano, en distintos lugares, migré bastante.
Fotos: Diego García
Maquillaje: Ángel Daniel Brizzi.