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domingo, mayo 4, 2025

El fantasma de la embestida autoritaria

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Las fotos en la tapa de Clarín son elocuentes. Santiago Caputo, el influyente asesor miembro del triángulo de hierro con el presidente Javier Milei y su hermana Karina, la secretaria general de la Presidencia, intenta no ser fotografiado antes del debate de candidatos a legisladores por la ciudad de Buenos Aires.

El “Mago del Kremlin” como también lo llaman en el círculo rojo de la política y el periodismo -la casta, en la versión libertaria- primero le tapa la cámara al fotógrafo Antonio Becerra y, luego, toma la credencial del reportero y la fotografía con su propio celular.

Dicen que, entre sus múltiples áreas de influencia, Caputo tiene una incidencia clave en el sistema que organiza la inteligencia, es decir el espionaje, en la Argentina. Pero no es la primera imagen de este tipo.

En febrero pasado, Caputo irrumpió en las pantallas cuando cortó la entrevista que el periodista Jonatan Viale le hacía a Milei en medio del escándalo por la criptomoneda $Libra ante una pregunta que no le pareció conveniente. Ese fragmento se excluyó cuando el canal de noticias TN la puso al aire, pero se “escapó” de la edición cuando fue subida a las plataformas digitales.

No es lo único. En marzo, durante la apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, protagonizó otro incidente con el neurocirujano diputado nacional por la UCR, Facundo Manes, que muestra un síntoma. El temperamento parece jugarle malas pasadas al joven funcionario sin cargo en el Gobierno nacional.

El asunto no es el temperamento de Caputo sino la actitud que muestra la cúpula del poder político nacional ante la prensa. Son hechos precedidos por palabras de permanente hostilidad que lanza el propio presidente quien, en los últimos días, reposteó una publicación que decía que todavía no se odia demasiado a los periodistas. Y, lejos de moderarse, horas más tarde lo escribió el mismo.

Justo esta semana el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) difundió cifras que miden el fenómeno. En su informe anual de Monitoreo de la Libertad de Expresión advierte que durante el 2024 se registraron 179 casos de ataques a la prensa y que el presidente Milei es el que más episodios protagonizó. Esto muestra un incremento de 52,5% respecto del 2023.

Los datos reflejan que el problema recrudeció, pero no es nuevo. Con la vuelta de la democracia el periodismo se transformó en un interpelador del poder político y las investigaciones periodísticas destaparon escándalos y hechos de corrupción, sobre todo desde el decenio menemista. Tanto que hasta llegó a decirse que ningún funcionario resistía cinco tapas de un diario.

El kirchnerismo hizo punta al identificar al periodismo como un enemigo. Y pasó de las palabras a los hechos: escraches a periodistas en plazas públicas, guerra contra el Grupo Clarín, quita de pauta oficial a medios críticos y ley de medios para desarticular estructuras empresarias fueron parte del coctel. “¿Qué te pasa Clarín, estás nervioso?”, pronunciada por Néstor Kirchner, queda como una de las frases emblemáticas de aquellos años.

Podría decirse que, salvo períodos de relativa calma durante las gestiones de Mauricio Macri y Alberto Fernández, desde la cumbre del Ejecutivo nacional se ha ayudado a minar lo que los expertos califican como el poder de los medios de ser “fuente autoritativa”. Es decir, la capacidad que tenían los medios confiables, tradicionales y de prestigio de distinguir lo que era verdad de lo que no lo era y de “marcar” la agenda pública.

Esa acción política se monta en otro dato de la realidad. La capacidad “autoritativa” venía de cuando la información era un bien escaso y, por lo tanto, valioso y comenzó a desintegrarse por impacto de las nuevas tecnologías. La aparición de YouTube, Facebook, Twitter (ahora X) y TikTok, significó una suerte de “democratización” de la emisión y circulación de la información que no sólo removió los cimientos de la industria periodística sino también de las instituciones que organizaban la sociedad.

Poner en duda cualquier tipo de autoridad, discutir lo que parezca “normalidad” y rebelarse contra todo aspecto de lo establecido son signos de estos tiempos. Un fantasma anticasta recorre el mundo y acecha por derecha y por izquierda a la propia democracia liberal. De eso se trata.

* El autor es periodista. [email protected]

Redacción

Fuente: Leer artículo original

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Sugerimos leer la fuente y ampliar con el link de arriba para acceder al origen de la nota.

 

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